Caperucita Escarlata



-Así pues, y en ejercicio de la autoridad que me ha sido conferida, os declaro marido y mujer. El novio puede besar a la novia.

El oficiante hizo una pausa exhibiendo una sonrisa que, sin solución de continuidad, se trocó en un rictus de espanto. Profundamente alarmado, exclamó:

-¡He dicho besar, pedazo de bestia, no morder!

Pero ya era tarde. El Lobo se había abalanzado sobre el grácil cuello de Caperucita asestándole una feroz dentellada, y ésta se desangraba por momentos sin que ninguno de los presentes pudiera hacer nada por evitarlo mientras su blanco vestido se teñía con el escarlata de la sangre.

Instantes después expiraba, sin haber podido disfrutar siquiera de su efímera condición de desposada.

-Yo... -se disculpaba el uxoricida cuando la policía se lo llevaba esposado- yo no quería hacerlo, pero la costumbre...

-Es una lástima. -suspiró el oficiante contemplando con tristeza cómo los servicios funerarios retiraban el cadáver de la infortunada joven- Para una vez que el cuento terminaba bien...


Publicado el 9-1-2011