Caperucita nudista



Marchaba Caperucita por el camino que atravesaba el bosque cuando le salió al encuentro el Lobo Feroz que, plantado en mitad de éste, la forzó a detenerse.

-¿A dónde vas Caperucita, tú sola y sin compañía por estos peligrosos andurriales? -le saludó con falsa amabilidad la pérfida fiera.

Pero ésta no le respondió, tal como esperaba, que iba a casa de su abuelita.

-Voy a la playa nudista que acaban de abrir en la Cala Abrigada.

-¿Playa nudista? ¿Y eso qué es? -se sorprendió el Lobo.

-Pues un lugar en el que todos se bañan y toman el sol completamente desnudos. Me han dicho que está guay.

-Vaya, parece interesante... -dijo éste urdiendo rápidamente un nuevo plan-. ¿Te importa que te acompañe?

-Por supuesto que no -exclamó cándidamente la niña-. Pero como ya te dije, sólo se puede estar allí completamente desnudo.

-¡Nada más fácil! -exclamó gozoso el cánido abriendo las fauces a modo de lobuna sonrisa-. Como puedes comprobar yo no uso ropa, ni tan siquiera llevo encima un pañuelo.

-Sí, pero tienes un pelaje que te cubre el cuerpo por completo. Y para el caso viene a ser lo mismo.

-¿Qué quieres decir? -gimió el Lobo cerrando la boca y agachando las orejas.

-Pues que tendrías que afeitarte el cuerpo para quedar en el equivalente a un humano desnudo... bueno, excepto la cabeza, ya que nosotros también tenemos pelo en ella.

-Está bien, corro a afeitarme. ¿Me esperas?

-Me gustaría, pero es imposible; llegaría muy tarde, y me están esperando. Es mejor que te afeites sin prisa y vayas uno de estos días a la cala; es probable que nos encontremos allí. Y ahora, si me disculpas, tengo prisa.

Tras lo cual le sorteó prosiguiendo a buen paso su camino y dejando al cariacontecido Lobo con dos palmos de hocico.

Éste no se durmió en los laureles y corrió hasta su guarida, donde probó a cortar su áspera pelambrera con un mellado cuchillo logrando tan sólo llenarse de mataduras allá donde lo intentó.

-Esto no puede ser -se dijo tras comprobar en propia carne el desaguisado. Tan sólo lograría hacerme una carnicería, y además hay lugares como el lomo donde no llego. Tendré que ir a un peluquero.

Y así lo hizo, para sorpresa y susto del honrado profesional que cortaba el pelo y afeitaba la barba a los vecinos del cercano pueblo. Pero cuando éste constató que las intenciones de la fiera eran pacíficas, y que además estaba dispuesto a pagarle sin rechistar la tarifa que le pidió, procedió a cumplir con sus deseos dejándole totalmente lampiño a excepción de la cabeza, en la que se limitó a cortar las puntas y retocarle las orejas.

Huelga decir que, tras semejante metamorfosis, el Lobo Feroz hacía poco honor a su apellido ya que más bien se asemejaba, excepto en el tamaño, a un conejo desollado; pero esto era algo que a él no le importaba con tal de conseguir lo que llevaba persiguiendo sin resultado desde hacía tanto tiempo: devorar con fruición a la tierna Caperucita. Y ahora la veía al alcance de sus zarpas y sus colmillos.

Así pues, tras aguardar a que su irritada piel se recuperara, partió temprano de la lobera camino de la cala que le había indicado Caperucita. Aunque en un principio había barajado esperarla en el mismo lugar donde la abordara la vez anterior, estimó que sería mejor presentarse allí sin advertencia previa con objeto de pillarla desprevenida.

Tras cruzar por la estrecha y tortuosa vereda que bordeaba los acantilados, llegó por fin a la escondida cala descubriendo que Caperucita no le había engañado: allí había bastante gente bañándose y tomando el sol completamente desnuda. Pero para su decepción Caperucita no se contaba entre ellos.

-¿Buscaba a alguien? -le abordó un fornido bañista, encargado probablemente de espantar a los posibles mirones.

-Sí, a Caperucita Roja... habíamos quedado citados aquí -mintió a medias.

-Pues no ha venido.

-¿Sabe usted si llegará más tarde?

-Lo dudo. Estuvo hace unos días, pero al parecer no le debió de gustar la experiencia porque se marchó despotricando y jurando que no volvería a pisar por aquí, ya que tan sólo se había topado con viejos verdes. No tiene nada de particular, ya que no todo el mundo se adapta a la práctica del nudismo; pero en lo de los viejos verdes se equivocaba por completo, máxime cuando a ella tampoco se la veía como candidata a Miss Mundo. Supongo que el pudor la superó.

-Pues entonces me despido -respondió el Lobo, que también comenzaba a sentir en propia carne el prurito de la desnudez-. Que tengan ustedes un buen día.

Al darse la vuelta se topó de frente con un individuo gordinflón -la barriga le colgaba flácidamente a modo de faldellín- y con el cuerpo cubierto por una espesa mata de vello.

-Si necesita ayuda, no tiene más que pedírmela -le espetó con voz meliflua y expresión libidinosa-. Le atenderé encantado.

El pobre Lobo, más corrido que una mona, tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no soltarle una dentellada, optando finalmente por huir de allí con el rabo entre las piernas... literalmente, por si acaso. A punto estuvo de despeñarse por los acantilados, pero tras llegar sano y salvo a terrenos más seguros corrió a toda velocidad hasta su guarida, donde se refugió ardiendo de indignación y de vergüenza.

-¡Bien me la has jugado, Caperucita! -se lamentaba entre feroces aullidos-. ¡Bien te burlaste de mí! ¡Así que tenía que afeitarme el cuerpo! Pero no te librarás de mi venganza. Tarde o temprano te devoraré hasta el último hueso, por recóndito que sea el lugar en que te escondas.

No obstante, y dado lo ridículo de su rapado aspecto, decidió permanecer oculto hasta que le volviera a crecer el pelo, alimentándose mientras tanto de las reservas de sopa instantánea y pizzas congeladas -lo único que encontró en la despensa- así como de alguna que otra hamburguesa servida a domicilio. No eran ni de lejos sus viandas preferidas, y dadas sus estrecheces pecuniarias era posible que llegara incluso a pasar hambre; pero todo lo daba por bien empleado si con ello conseguía hacerle pagar caro la humillación sufrida.

-Y de aperitivo me comeré a la bruja de su abuela -se repetía-; es un saco de huesos y debe de estar más correosa que una momia, pero estoy seguro de que me sabrá a gloria mientras me recreo pensando en el plato principal.


Publicado el 14-9-2021