Caperucita roja... de verdad



Tras salvar a su abuelita de las garras del lobo, Caperucita se convirtió en una heroína para los habitantes del bosque, los cuales, agradecidos por haberles librado de la fiera, le ofrecieron el gobierno de su pequeño territorio.

Nunca lo hubieran hecho. Tras condenar al desdichado lobo a trabajos forzados de por vida en los Monegros, medida que todos sus conciudadanos aplaudieron, Caperucita implantó la dictadura del campesinado concentrando a los lugareños en koljós a los que tenían que entregar el fruto de sus trabajos, recibiendo a cambio unas magras cantidades de alimentos que apenas si les bastaban para no morir de inanición. Asimismo creó una guardia personal con los cazadores más montaraces, a los cuales recurrió para vigilar a sus nuevos súbditos reprimiendo cualquier intento de protesta o rebelión que pudiera brotar entre ellos.

Implantó asimismo una férrea censura, al tiempo que se autoproclamaba Primer Ciudadana y Gran Protectora de la Nación. Sobre los cimientos de la modesta casita de su abuela, a la que desterró en castigo por sus reproches, erigió un feo y macizo edificio mitad residencia mitad sede de su gobierno, y en lo más espeso del bosque mandó levantar una lúgubre cárcel en la que encerrar a todos cuantos osaron enfrentarse a ella.

No tardarían demasiado sus desdichados súbditos en comenzar a añorar los tiempos en los que tan sólo debían temer al lobo.


Publicado el 12-6-2020