Caperucita Zombi



El Lobo Feroz, tras devorar a la abuela de Caperucita, se había acostado en su cama vestido con un camisón y un gorro de dormir, planeando atrapar con engaño a la confiada muchacha.

Ésta no se hizo esperar, llamando pocos minutos después a la puerta de la casita. La fiera le dio permiso para entrar disimulando todo lo posible su ronca voz, y vio cómo la muchacha llegaba hasta el pie de la cama con la cara oculta bajo su capucha encarnada. Iba a darle una fingida bienvenida cuando ésta echó bruscamente hacia atrás la capucha, mostrándole un rostro distorsionado y cadavérico, con evidentes síntomas de putrefacción pero al mismo tiempo vivo... o, cuanto menos, no muerto del todo.

La muchacha, o lo que fuera, se movía con torpeza, como si le costara trabajo sincronizar los músculos de su corrompido cuerpo. Pero se dirigía hacia él con decisión, mientras el rictus marcado en su deforme cara no dejaba dudas acerca de sus malévolas intenciones.

-¡Un zombi! -exclamó aterrorizado el Lobo Feroz al tiempo que intentaba saltar de la cama.

Pero el camisón y las sábanas entorpecieron sus movimientos, impidiéndole huir del peligro. Además el monstruo bloqueaba el paso hacia la única puerta de la habitación, dejándole acorralado y sin posibilidad de escapar. No le cupo la menor duda de que estaba perdido.

Instantes después, sentía como los aguzados dientes de su presunta víctima se hincaban con saña en su cuello. Sus días como mortal habían terminado, y a partir de ese momento pasaría a engrosar el número de los muertos vivientes.

-Bien -se dijo con resignación mientras agonizaba-. Al fin y al cabo yo ya estaba acostumbrado a devorar carne humana, así que con un poco de suerte no tendrán por qué notarse mucho las diferencias.

Y expiró.


Publicado el 6-10-2014