Caza mayor



@ÑR#ÇK&ST tenía una afición que alcanzaba tintes de obsesión: la caza. Lo cual, teniendo en cuenta que en la totalidad de la Federación Galáctica estaba rigurosamente prohibido ejercerla al considerársele un atavismo salvaje, no dejaba de ser un problema.

Salvo, claro está, que el cazador se pudiera permitir el lujo de practicarla en alguno de los remotos sistemas situados más allá del Límite, los cuales no formaban parte de la Federación aunque ésta ejercía una tutela sobre ellos más o menos efectiva dependiendo de su alejamiento de los puestos avanzados más próximos de la Policía Galáctica, dado que eran considerados candidatos potenciales a incorporarse a ella en un plazo de tiempo más o menos largo. Y aunque en esta zona fronteriza se aplicaban, al menos en teoría, unas leyes proteccionistas tendentes a evitar interferencias perjudiciales para los aborígenes, en la práctica eran muchos los mundos a vigilar y pocas las patrulleras policiales disponibles para hacerlo, por lo cual el riesgo de ser pillado infraganti era lo suficientemente bajo como para que más de uno se atreviera a afrontarlo.

El castigo por aterrizar en un mundo prohibido, e incluso por cazar ejemplares de la fauna autóctona, aunque severo no pasaba de suponer una fuerte multa siempre que no se perturbara a las especies dominantes consideradas semillas potenciales de futuras civilizaciones. @ÑR#ÇK&ST lo sabía y, como tenía dinero sobrado para disponer de un yate mejor equipado y más rápido que las patrulleras, así como para pagar sin problemas la sanción en el poco probable caso de que le fuera impuesta, no había dudado en incorporarse al selecto club de los cazadores furtivos cuya mayor diversión, todavía más que la propia caza, era burlar a los agentes de la ley volviendo a la civilización para presumir de sus exóticas capturas.

Y ahora se encontraba en un planeta virgen completamente desconocido por sus rivales y probablemente también por la policía, cuyas coordenadas estelares le habían costado la pequeña fortuna exigida por los mineros furtivos, otro colectivo al margen de la ley, aunque movidos por intereses más prosaicos, que se las habían proporcionado tras descubrir accidentalmente su sistema planetario; pero merecía la pena, pues rebosaba de vida animal de todo tipo que sería la envidia cuando mostrara sus trofeos a sus colegas, máxime cuando se trataba de especies sin catalogar por los exozoólogos.

Aunque podía utilizar el yate, equipado con una de las mejores inteligencias artificiales del mercado, para atrapar cómodamente a sus presas sin moverse de su asiento, eso era algo que se le antojaba poco deportivo, por lo cual puso pies a tierra -en concreto cuatro- y, equipado únicamente con un fusil láser de reducida potencia ya que no era cuestión de achicharrarlas, pero sí de mortífera precisión, se puso a trotar alegremente por el áspero terreno en el que había aterrizado tras elegirlo al azar.

No tuvo que esperar demasiado para dar con los primeros animales, a las cuales desdeñó por su pequeño tamaño; a él le gustaba la caza mayor. Tendría que tener cuidado, eso sí, de no abatir inadvertidamente a ningún espécimen de la raza dominante, para lo cual contaba con varios hologramas proporcionados por los mineros en los que éstos aparecían reflejados de una forma suficientemente clara para evitar incurrir en un fatal error. Se trataba de unos individuos, de envergadura aproximada a la suya, con simetría bilateral y un cuerpo alargado rematado por una cabeza toscamente esférica. Estaban provistos de dos extremidades superiores y tan sólo de otras dos inferiores sobre las que caminaban grotescamente erguidos, un diseño anatómico no demasiado diferente de otros existentes en la Federación, aunque la tosquedad de los nativos marcaba claramente distancias con las razas civilizadas. Y, esto era lo importante, resultaban difíciles de confundir con el resto de la fauna.

Pero el tiempo pasaba sin que ninguno de los animales que se ponían al alcance de su vista tuviera la talla adecuada. Estaba empezando a pensar en llamar al yate para desplazarse a otro lugar del planeta, cuando de forma repentina una sombra se interpuso entre él y el radiante sol. Miró hacia arriba, deslumbrado por la luminosidad del astro -sus ojos no estaban acostumbrados a un espectro tan energético-, descubriendo con sorpresa lo que parecía ser un gran animal sobrevolando majestuosamente el lugar en el que se encontraba, justo a tiro de su arma.

No lo dudó un solo instante. Alzó el fusil, pulsó el disparador y un cárdeno haz surgió de su extremo impactando certeramente contra el ser volador, el cual detuvo de forma brusca su planeo cayendo a plomo tras una pequeña loma.

Jadeando de excitación, y también por el esfuerzo que se veía obligado a realizar con sus cuatro cortas piernas para atravesar el abrupto terreno, @ÑR#ÇK&ST remontó la loma en busca de su presa, que yacía inerme poco más allá visiblemente sin vida. Una vez junto a ella la inspeccionó con interés, comprobando que se trataba de un magnífico ejemplar de una especie completamente desconocida.

Pronto descubrió, no obstante, que algo no encajaba. Tal como pudo comprobar, al principio con sorpresa y posteriormente con terror, según todos los indicios parecía tratarse de uno de los especímenes dominantes, es decir prohibidos, ya que prácticamente todos sus rasgos anatómicos coincidían con los individuos reflejados en los hologramas aunque con ciertas llamativas diferencias. La cabeza estaba cubierta de largos y sedosos -cabellos, le indicó la base de datos del yate-, aunque en lugar de ser oscuros brillaban con un radiante tono claro que él no pudo identificar, puesto que sus ojos facetados eran insensibles al color amarillo. También tenía un cuerpo alargado, dos extremidades superiores terminadas en pequeños apéndices prensiles y otras dos inferiores motoras, pero las similitudes acababan aparentemente aquí.

La mandíbula inferior, cubierta de hirsutos pelos en los seres de los hologramas, aparecía en éste completamente limpia, apreciándose en su lugar una suave piel de tono levemente rosado. El atavío con el que se cubría, una vaporosa túnica blanca en la que se marcaba la ominosa quemadura negra del impacto del láser en mitad del tórax, poco tenía que ver asimismo con los toscos ropajes de sus presuntos congéneres.

Lo que más le sorprendió, no obstante, fueron las dos grandes alas cubiertas de plumas blancas que sobresalían de su espalda, una de las cuales se había quebrado al chocar contra el suelo, las cuales aportaban al cadáver una apariencia de gran majestuosidad. Y esto era algo que no encajaba; aunque existían en la Federación seres voladores inteligentes e incluso, más allá del Límite, protointeligentes, los mineros le habían asegurado que no era el caso de este planeta ya que la especie dominante carecía de alas y por consiguiente de aptitudes voladoras, siendo sus hábitos exclusivamente terrestres. Pero según las evidencias que tenía frente a él, pensó sintiendo cómo un escalofrío le recorría todo el exoesqueleto, lo que había abatido no era un simple animal sino un ser inteligente.

Él no había pretendido hacer nada malo; al menos nada objetivamente malo y en modo alguno deliberado, pero todo parecía indicar que los mineros estaban equivocados, algo lógico dado que su exploración del planeta había sido somera al estar interesados únicamente en los ricos yacimientos minerales del cinturón central de asteroides. Una equivocación que podría costarle muy cara si era descubierto por los patrulleros, puesto que si llegaba a ser acusado de haber matado a un miembro de una especie protegida ni todo su dinero, aun contratando a los mejores abogados de la galaxia, le serviría para librarle de la cárcel e incluso, en el peor de los casos, de una posible incautación de sus bienes..

@ÑR#ÇK&ST tembló sólo de pensarlo. Pero no todo estaba perdido; los patrulleros no tendrían por qué enterarse de su tropiezo. Eso sí, resultaba imperioso deshacerse del cadáver renunciando a presentarse con él, a modo de trofeo, en ningún mundo de la Federación. Así pues, obró con rapidez ordenando a la inteligencia artificial que lo incinerara con los cañones antiaerolitos del yate, dispersando las cenizas y cubriéndolas con tierra hasta hacerlas desaparecer. Hecho lo cual, se refugió en su camarote huyendo de allí cual alma que lleva el diablo. Ya tendría ocasión de cazar lo que fuera en cualquier otro lugar, suficientemente alejado de allí, que pudiera servirle para justificar el viaje ante sus pares.




A no mucha distancia del escenario del incidente, dado que el ángel enviado por el Señor no pudo llegar para impedirlo, Abraham degollaba a su hijo Isaac tal como éste le había ordenado, ignorando que se había tratado de una simple prueba de su obediencia y que en realidad no pretendía que consumara el sacrificio.

De esta manera, sin proponérselo ni llegar siquiera a ser consciente de las consecuencias de sus actos, el imprudente @ÑR#ÇK&ST alteró de forma irreversible el futuro de ese remoto planeta que andando el tiempo sería conocido por sus habitantes como la Tierra.


Publicado el 22-7-2022