Consulta médica
-Lo siento. Lamento mucho tenerle que dar esta mala noticia.
La mujer se rebulló inquieta en su asiento y preguntó:
-Entonces, ¿se confirma?
-Por desgracia, sí. Se trata de un caso extremo de alopecia. Y muy virulento, además.
-¡Alopecia! -exclamó desolada-. Yo tenía creído que se trataba de un problema masculino...
-Bueno... -el galeno, embarazado, se lo explicó-. Aunque la alopecia androgénica es con mucho la más común, también se puede dar en las mujeres. A diferencia de la masculina, que no suele ser patológica sino hormonal, la femenina acostumbra a estar vinculada por lo general a un problema médico concreto, y lo más habitual es que sea reversible siempre que se logre atajar el problema que la provoca. Pero no es su caso, por desgracia... o por suerte, según se mire, ya que la parte buena de la noticia es que no padece usted ningún trastorno grave de salud. Simplemente, se le cae el cabello sin que podamos saber por qué.
-¿De forma irreversible?
-Mucho me temo que sí. Podríamos intentar averiguar las causas de este trastorno, lo más probable bajo mi punto de vista es que se trate de un proceso autoinmune... de lo que estoy convencido, es que no existe manera alguna de pararlo, al menos que yo conozca. Tendrá que irse haciendo a la idea de que en el plazo de unos meses se quedará completamente calva.
-¡No puede ser! -exclamó la paciente horrorizada-. ¡No a mí! ¡El cabello es mi razón de ser!
-Comprendo cómo se siente, pero ya le he dicho que, por desgracia, la ciencia médica es incapaz de hacer nada por evitarlo. No le queda otra solución que aceptarlo... y créame que lo siento, ya que en su caso se trata de algo mucho más grave que en otro cualquiera -concluyó el médico mostrándole las palmas de las manos en señal de impotencia-. Tendrá que recurrir a una peluca, o a cualquier tipo de gorro que le cubra el cuero cabelludo.
-¡Eso no! ¡Jamás me humillaré de esa manera! Arrostraré mi desgracia con entereza, nadie me podrá echar en cara que intento camuflar mi vergüenza. Sé que mi vida cambia de forma radical a partir de este momento, pero confío en que, con la ayuda de mis hermanas, pueda ser capaz de superarlo o, cuanto menos, de asumirlo.
Y levantándose de su asiento se despidió:
-Muchas gracias, doctor, por su ayuda. Sé que ha hecho todo cuanto estaba en su mano por evitarlo.
Tras lo cual, dando media vuelta, abandonó la sala de consulta con paso rápido.
Suspirando profundamente, Esculapio se dijo para sí mismo:
-También es mala suerte que, de entre todas las diosas, ninfas y heroínas, haya tenido que pasarle precisamente a ella, a la pobre Medusa...
Y alargando la vara apartó con la punta a una de las serpientes que se le había caído de la cabeza a la gorgona mientras se hallaba sentada hablando frente a él. No sería la última, por desgracia.
Tras arrinconar al moribundo, pero todavía peligroso ofidio, en un extremo de la sala, colocó delante de él un biombo para evitar que pudiera ser visto por alguno de sus otros pacientes. Aunque pronto se conocería en todo el orbe su desgracia, su juramento deontológico le obligaba a respetar el secreto profesional.
Sentado de nuevo en su sillón, llamó a su ayudante preguntándole quién era el próximo paciente.
-Aquiles el de los pies ligeros, señor -respondió éste.
-¿Qué le pasa?
-Al parecer se torció un tobillo mientras mantenía un combate singular frente a las murallas de Troya.
-¡Mira que le tengo dicho que se cuide los talones! -rezongó el dios de la medicina gesticulando con la cabeza-. Cualquier día nos dará un disgusto si sigue empeñado en comportarse de una manera tan irresponsable. En fin, hazle pasar, no tenemos todo el día. Por cierto -añadió cuando ya su ayudante se retiraba de la estancia-; una vez que haya terminado la consulta, recoge la serpiente que he escondido detrás del biombo y tírala a la basura. Aunque probablemente estará ya muerta ten cuidado con ella, porque sus mordeduras pueden llegar a ser muy peligrosas.
Publicado el 27-3-2015