Creced y multiplicaos



Se hallaba Noé atareado dando de comer a los tapires cuando su hijo Sem entró corriendo en la cuadra:

-¡Padre! ¡Padre! ¡He cazado a otros tres! -gritaba eufórico el muchacho exhibiendo orgulloso sus trofeos, tres conejos muertos que llevaba cogidos por las orejas-. ¡Y Jafet tiene otros cuatro más!

-Enhorabuena, hijo -respondió con sorna el patriarca-. Ya sólo deben quedar sueltos unos cincuenta o sesenta más... sin contar a los gazapos recién nacidos. Ah, échaselos a los zorros, a las hienas o a cualquier otro carnívoro... pero ni se te ocurra llevárselos a tu madre, estoy harto de comer todos los días conejo al ajillo.

-Padre... -musitó Sem en tono medroso-. ¿No podrías levantarle el castigo a Cam? El pobre lleva semanas acarreando estiércol de elefante, y no ha conseguido quitarse de encima el pestazo ni poniéndose bajo la lluvia en cubierta.

-¡Ni se te ocurra mencionarlo si no quieres ir a hacerle compañía! -le atajó Noé fulminándolo con la mirada-. Mira que os advertí que no jugarais con los animales y no sacarais de sus jaulas a los pequeños, y mucho menos que juntarais a los de distinto sexo. Pero no, el señorito Cam tuvo la ocurrencia de ponerse a jugar con los conejos y las conejas... y menos mal que no le dio por hacerlo con los ratones o con las ratas. Luego se le escaparon al muy idiota, hicieron lo que acostumbran a hacer los animales salvajes en estas circunstancias, y ahora tenemos el arca plagada de estos bichos puesto que se reproducen mucho más deprisa de lo que nosotros los cazamos. ¿Y me pides encima que le perdone? Que dé gracias a que no le pongo a cuidar a las serpientes venenosas o a los cocodrilos.

-Tienes razón, padre -porfió el muchacho-, pero así serían dos manos más cazando conejos, Jafet y yo no damos abasto y tú ya tienes bastante con alimentar al zoo.

-Rotundamente no. Así escarmentará el muy cretino, del que nunca me he fiado un pelo; sería capaz de faltarme el respeto burlándose de mí si tuviera la menor ocasión de ello. Además, confío en que deje pronto de llover y podamos abandonar de una puñetera vez este antro flotante, estoy harto de animales, de sus olores, de sus pulgas... y del reuma, que acabo de cumplir seiscientos años y ya no soy ningún jovenzuelo. Aunque acabemos con el arca llena de conejos, por la cuenta que les trae ya saldrán disparados en cuando soltemos a los predadores. Pero mientras tanto tu hermano seguirá recogiendo mierda como que me llamo Noé.

Viendo que no era capaz de convencer a su inflexible progenitor, Sem se escabulló temeroso de que éste cumpliera su amenaza enviándole con su hermano. Al fin y al cabo, cazar conejos hasta resultaba entretenido.


Publicado el 20-5-2019