El cuarto Rey Mago
El descubrimiento de un nuevo Evangelio Apócrifo atribuido a san Dimas ha revolucionado a los estudiosos del paleocristianismo, ya que aporta datos desconocidos hasta ahora sobre los primeros años de la religión cristiana. Y si bien la mayor parte de los investigadores coinciden en afirmar la escasa verosimilitud de muchos de estos evangelios condenados en el siglo IV por el concilio de Nicea, no es el caso del recién descubierto que, a decir de los expertos, merece ser considerado como de gran importancia.
Aunque son varios sus aportes relevantes, uno de ellos suscitará interés entre el gran público: la existencia de un cuarto Rey Mago hasta ahora desconocido. Es preciso advertir que de los cuatro Evangelios Canónicos, es decir los reconocidos por la Iglesia como verdaderos, en tan sólo uno, el de Mateo, se habla de unos magos llegados a Belén en seguimiento de una estrella para rendir homenaje al recién nacido Jesús, entregándole como presentes oro, incienso y mirra. Nada dice este evangelio sobre su número ni sus nombres, siendo conocidos Melchor, Gaspar y Baltasar merced a algunos Evangelios Apócrifos como el Pseudo Tomás, también conocido como Evangelio Armenio de la Infancia, así como por fuentes muy posteriores al siglo I.
Tras su traducción ahora sabemos por el Evangelio de san Dimas que a los tres Reyes Magos tradicionales, cuya historia se conoce gracias a éste mucho mejor, se sumaba un cuarto, Hormisdas, que gobernaba un pequeño reino montañoso en un lugar indeterminado -el texto no lo especifica- de Oriente. Este reino era tan pobre que no llegó a suscitar el interés de sus poderosos vecinos para anexionárselo, e incluso Hormisdas acostumbraba a pasar largas temporadas alojado en los palacios de sus colegas como modo de ahorrar gastos a su exiguo erario. Tanto es así, que era conocido como Hormisdas el Rácano.
Por esta razón, aunque acompañó a Melchor, Gaspar y Baltasar en su viaje a Belén no entregó regalo alguno al Niño Jesús, lo que explica que su nombre quedara borrado durante dos milenios en los anales del cristianismo probablemente como castigo póstumo a su tacañería. No ha sido hasta ahora cuando, gracias a este manuscrito, se ha podido reivindicar su nombre, equiparándolo al de sus tres compañeros. Porque, pese a presentarse con las manos vacías, lo que contaba en definitiva era su voluntad de adorar al recién nacido Jesús.
Publicado el 10-1-2025