Demasiado tarde
Todavía con el ensangrentado cuchillo en la mano, Abraham contemplaba con expresión meditabunda el degollado cadáver de su joven hijo Isaac. Había obedecido sin rechistar la orden de su señor Yahvé, pero no podía evitar preguntarse por la necesidad de tan cruel sacrificio.
Ensimismado como estaba, apenas se apercibió de la llegada de un extraño que, revoloteando, se dejó caer a su lado. Era éste un ser de delicado aspecto y rostro rubicundo ataviado con ropajes etéreos, pero lo que más llamaba la atención de él eran las dos hermosas alas emplumadas que replegó en su espalda.
-¡Uf! -exclamó el recién llegado con alivio- Creía que no llegaba a tiempo.
Pero su desenfadado gesto se transmutó en sorpresa al percatarse de la existencia del cadáver.
-¿Qué es esto? -preguntó horrorizado al ausente parricida- ¿Pero qué has hecho, pedazo de animal?
-Yo... -respondió Abraham con aturdimiento- Hice lo que me ordenó mi Señor.
-¡Pues la has cagado, hermoso! -fue la poco educada respuesta del intruso- ¿Pero cómo se te ha podido ocurrir semejante barbaridad?
-Yo... -volvió a insistir el anciano, interrumpiéndose de repente para, pasando de la congoja a la ira, preguntar a su vez- ¡Y tú quién demonios eres? ¿Qué has venido a hacer aquí?
-No mientes siquiera al enemigo. -le recriminó el recién llegado- En cuanto a mí... soy un ángel, ¿acaso no lo ves? -gritó irritado al tiempo que agitaba con furia las alas- Y me envía Yahvé para impedir... -su voz cambió de registro, adoptando tonos lúgubres- que hicieras precisamente esta salvajada. Pero por lo que se ve, he llegado tarde. -concluyó con un hijo de voz.
-¿Que venías a qué?
-A evitar que hicieras el burro, so gaznápiro. ¿O acaso creías que el Jefe hablaba en serio cuando te pidió que sacrificaras a su hijo?
-Yo... -volvió a repetir, por tercera vez, el sorprendido patriarca.
-¡Deja de tartamudear de una puñetera vez, que me estás poniendo todavía más nervioso! ¡Tan sólo pretendía probarte, imbécil! No hacía ninguna falta de llegar hasta el final.
-Pues podía haberse explicado mejor. -protestó el interpelado- Si va y me dice explícitamente coge a tu hijo y sacrifícalo en homenaje a mí, ¿qué... diantre -justo a tiempo logró cambiar el juramento- querías que hiciera? ¿Desobedecerlo?
-Desobedecerlo no, cenutrio, pero sí darle largas, que es lo que hubiera hecho cualquiera con dos dedos de frente. Podrías haberte hecho de rogar un poco en vez de darte tanta prisa en apiolar al chico. Tu fidelidad al Jefe habría quedado probada, sin necesidad de tener que llegar... a esto. -concluyó, señalando con la mano el triste despojo rodeado por un ominoso charco de sangre.
Y viendo el gesto mohíno del homicida, añadió:
-Con razón el Jefe no se fiaba de ti. Mucha obediencia, pero poca sesera. Precisamente por eso me envió, para evitar que metieras la pata.
-En ese caso, podrías haber llegado antes, así habrías evitado tener que sermonearme ahora.
-No, si encima la culpa va a ser mía... -se encendió el ángel- ¿Sabes acaso el atasco que me ha pillado en la aeropista? Porque no pensarás que vengo de aquí al lado, viviendo como vives en el culo del mundo. ¡Como si fuera fácil llegar hasta este secarral!
-Podrías haber salido antes, en vez de apurarlo tanto...
-Está bien, dejemos de discutir y estudiemos la situación con calma. -apaciguó el ángel, temeroso de que, por su fracaso, pudiera caérsele el pelo e incluso las plumas de las alas- Tenemos que ver lo que hacemos ahora.
-Eso es fácil. -respondió Abraham con desparpajo- Resucita a mi hijo, y todo solucionado.
-Pero bueno, ¿quién te crees que soy? -se indignó el alado- Los ángeles somos poderosos en comparación con los mortales, pero hay cosas que el Jefe se ha reservado en exclusiva, y ésta es una de ellas. Menudo se podría si se me ocurre siquiera...
-Pues pídele a él que lo haga. Al fin y al cabo, fue el promotor de la idea.
-¿Para qué? Te puedo anticipar que no está por la labor, ya que suele decir que lo le gusta sentar precedentes, máxime cuando tiene planes al respecto para el futuro. O mucho me equivoco, o tu hijo va a seguir tan cadáver como ahora.
-Tú lo ves todo muy fácil, pero el embolado es para mí. -rezongó el anciano mirándole con odio- ¿Cómo demonios -ahora no se molestó en evitar la palabra prohibida- perpetúo ahora mi estirpe? A mi edad ya no estoy para esos trotes, y me esposa Sara tampoco es ninguna jovencita. Así pues, tú me dirás como me las apaño para ser el origen del Pueblo Elegido.
-Fácil. ¿No tienes otro hijo?
-¿Ismael? Bueno, sí, pero... la verdad es que no contaba con él, así que lo expulsé, junto con su madre, del campamento. A saber donde andarán ahora.
-Pues tendrás que buscarlo y convertirlo en tu heredero.
-¡Uf! Me temo que a Sara no le va a hacer ni pizca de gracia, pero no queda otro remedio. Así por lo menos habrá Pueblo Elegido... ¡espera! -se interrumpió- ¿Eso no cambiaría la historia?
-Bueno, supongo sí... -zanjó el ángel con displicencia- pero no demasiado.
Publicado el 9-1-2011