La verdadera historia de Job (II)



Hubo en tierra de Hus un varón llamado Job; hombre íntegro y recto temeroso de Dios y apartado del mal. Era padre de siete hijos y tres hijas, era su hacienda de siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas y siervos en gran número, y era el varón más próspero de todo el país.

Un día se presentó Satán frente a Yahvé, y éste le preguntó de dónde venía. Respondió Satán:

-De visitar la tierra y pasearme por ella.

-¿Has reparado en mi siervo Job, pues no hay otro como él en la tierra, varón íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? -preguntóle Yahvé a Satán.

Pero Satán respondió a Yahvé:

-¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has protegido a él, a su casa y a cuanto posee? Has bendecido el trabajo de sus manos y gracias a ti sus bienes han aumentado sobre la tierra. Pero extiende ahora tu mano, prívale de todo cuanto posee y verás si no te maldice en tu propio rostro.

Dijo entonces Yahvé a Satán:

-Sea. Todo cuanto tiene lo dejo en tu mano para que lo pruebes, solamente te impongo que respetes su vida.

Y por probarlo, permitió que Satán vertiera desdichas sobre su siervo. Sus hijos murieron, sus enemigos le arrebataron su hacienda y esclavizaron a sus criados, y el maligno Satán vertió sobre él crueles enfermedades. Job sufría con paciencia tan crueles pruebas aunque añoraba su pasada felicidad y se lamentaba amargamente de su desdicha actual, pero seguía proclamando el poder y la sabiduría de Dios y se negaba a maldecirlo pese a que a ello le incitaban su mujer y cuantos le rodeaban.

Y viendo Satán que Job era bueno y paciente y que Yahvé iba a vencer en la apuesta, se dijo:

-¡No se me escapará! Recurriré a mi arma secreta, que por algo es conocida mi perfidia.

Así pues, procedió a infligir a Job castigos mucho más crueles que los anteriores. Ordenó a sus diablos subalternos que instalaran en la tienda del santo varón una gran pantalla panorámica, y en ella comenzó a emitir día tras día, sin el menor descanso, los peores programas de telebasura que jamás hubiera podido concebir mente humana, alternándolos con culebrones interminables, debates políticos y tertulias, películas de Bergman, Fassbinder y Lars von Trier y retransmisiones deportivas de todo tipo, incluyendo el lanzamiento de bolos guineano. Y por las noches, para acrecentar su sadismo, desconectaban la televisión y le torturaban los oídos con el rock más duro y el peor pop que jamás se oyera en discoteca alguna.

El pobre Job apenas resistió una semana. El Maligno había triunfado.


Publicado el 1-5-2020