La verdadera historia de Judas
Judas Iscariote, el apóstol traidor, ofreció al Sanedrín entregarle a Jesús, lo que hizo en el huerto de Getsemaní tras la celebración de la Última Cena.
Marchó Judas a cobrar el precio de su felonía presentándose en el salón del Templo donde se reunían los sacerdotes para reclamar las treinta monedas de plata que le habían sido prometidas.
El Sumo Sacerdote, que ya había sido informado del arresto de Jesús, le recibió con gesto adusto encargando al tesorero que se encargara del trámite.
Éste hizo pasar a Judas a su despacho y le pidió el número de su cuenta bancaria.
-¿Cuenta bancaria? -preguntó con sorpresa el apóstol renegado-. Me prometisteis treinta monedas de plata...
-Y te las pagaremos, no lo dudes; nosotros cumplimos nuestra palabra incluso con los traidores -le espetó el tesorero-. Pero nunca dijimos que el pago fuera a ser en efectivo. De hecho te hacemos un favor, pues en los tiempos convulsos que corren y tal como está Jerusalén estos días, con los ladrones y los criminales pululando por doquier, resulta peligroso andar con tanto dinero encima. Por esta razón, decidimos hacerlo mediante una transferencia.
-¡Pero es que yo no tengo cuenta en ningún banco! -exclamó Judas angustiado-. Siempre he manejado el dinero contante y sonante, incluso cuando era el tesorero del grupo.
-Pues me temo que los tiempos han cambiado mucho, al menos en Jerusalén -explicó el funcionario-. Nosotros también actuábamos así, pero el Sumo Sacerdote pensó que era necesario modernizarse y hace unos años abrimos una cuenta en el Banco Fenicio, donde tenemos depositados todos nuestros fondos excepto una pequeña parte reservada para los gastos corrientes de tesorería. Es el futuro, muchacho...
-¡Es que yo necesito ese dinero! -gimió Judas.
-Y te lo daremos, no te preocupes. Sólo que, insisto en ello, no puede ser en metálico porque nos quedaríamos sin liquidez para los gastos corrientes, que en estas fechas de Pascua son muchos. Es un inconveniente que no te podamos hacer un traspaso, pero... ¿qué te parece un cheque, nominal por supuesto? Podrías cobrarlo en la sucursal del Banco Fenicio aquí mismo, en Jerusalén; eso sí, tendrás que esperar a que terminen las fiestas, ya que durante la Pascua cierran por vacaciones.
-¿Qué es un cheque?
-Tampoco así... -bufó el tesorero-. Supongo que no tendrás una tarjeta de crédito -y viendo el gesto de Judas añadió-. No, ya veo que no... Muchacho, tenemos un problema.
-¿No voy a cobrar?
-Ya te he dicho que sí -le cortó irritado-. El problema es ver como podemos solucionarlo. ¿Aceptarías un pagaré? Esto sí podrías negociarlo con un prestamista hoy mismo, pero claro está te cobraría una comisión bastante elevada. Te recomiendo que no aceptes pagar más de un veinte por cierto, algunos son especialmente usureros.
-¡Un veinte por ciento!
-Bueno, si tienes suerte y se te da bien regatear quizá podrías rebajarlo a un quince, pero no te resultará fácil. Puedo darte la dirección de uno que conozco -calló ladinamente que se trataba de su cuñado.
Judas se sentía anonadado. Él pensaba que todo sería más sencillo, una bolsita de cuero con las monedas, que colgaría del cinturón por la parte interna de la túnica y...
-Ah, se me olvidaba -añadió el tesorero interrumpiendo sus cavilaciones-. De la cantidad a pagar tendremos que descontar la retención que estipula la Hacienda Imperial, no sé si tú harás la declaración de la renta, pero nosotros tenemos que justificar todos los pagos que hacemos. Aparte, claro está, de los impuestos provinciales, los municipales y la aportación voluntaria al colegio de huérfanos levitas... así por encima, calculo que pueda ser entre un treinta y un treinta y cinco por ciento del total, es decir, unas nueve o diez monedas de plata. Éste sería el valor del pagaré, luego habría que descontar también la comisión del prestamista.
-Si no queda otro remedio... -concedió con un hilo de voz.
-Me temo que no, a no ser que prefieras esperar a que vuelvan a abrir el banco. Por cierto, yo no soy quien para meterme en tus cosas, pero te recomiendo que tengas cuidado con los recaudadores de impuestos, están apretando mucho las clavijas porque las arcas imperiales están vacías y las legiones cuestan caras. Nosotros no tenemos interés en declarar nuestros pagos, máxime en casos como éste en los que todas las partes preferimos la discreción, pero como ya te he dicho antes nos obligan a llevar una contabilidad detallada de ellos; ya nos hicieron una auditoría hace un par de años y, sinceramente, no tenemos el menor deseo de que vuelvan a repetírnosla. Así que si entra en tus planes no declarar este ingreso y te pillan, la responsabilidad será toda tuya.
Poco después Judas abandonaba la Tesorería del Templo con los bolsillos vacíos, tal como él lo consideraba, y un papiro escrito en fenicio, idioma que desconocía, en el que a saber lo que se diría. La situación era grave, puesto que había contraído unas deudas bastante inconfesables -de hecho éste había sido el móvil de su delación- que tenía que pagar obligatoriamente ese mismo día.
En un principio pensó dirigirse al domicilio del prestamista que le había recomendado el tesorero, pero cambiando de opinión -su mente era un hervidero de ideas encontradas- encaminó sus pasos hacia la puerta de la muralla más cercana, por la que abandonó la ciudad vagando por los campos cercanos.
Al día siguiente le encontraron ahorcado en un árbol. Alrededor suyo el viento aventaba poco a poco los minúsculos fragmentos de un papiro roto.
Publicado el 26-11-2020