Inconvenientes de los superpoderes



La alarma del arco magnético resonó con su estridente chirrido.

-Lo siento, señor, ha debido olvidarse de depositar algún objeto metálico en la bandeja -explicó educadamente el policía a cargo del detector-. ¿Sería tan amable de colocarlo?

-Ya estamos con la historia de siempre -refunfuñó el interpelado-. ¿Cómo tengo que decir que no salta por algo que lleve encima, sino por mí mismo?

-¿Lleva usted un marcapasos o algún tipo de prótesis de metal? Si es así, le ruego que me muestre el justificante, si hace el favor.

-¡No llevo nada de eso! -exclamó furioso-. ¿No reconoce mi traje? ¿No sabe quién soy?

El policía le miró con cara de malas pulgas.

-Yo sólo veo a alguien ataviado de forma estrafalaria. No me importa su disfraz ni a donde puede ir ataviado así; pero si no me enseña el justificante no podrá pasar por aquí. Le ruego que lo haga o que se aparte, porque detrás de usted hay más personas esperando en la cola.

-¡Soy Magneto! ¡Magneto, el mutante! ¡Mi cuerpo genera campos magnéticos de forma natural! ¿Cómo quiere que pase por debajo de ese chisme sin que pite? No puedo evitarlo, y evidentemente tampoco tengo ningún justificante que pueda enseñarle.

-Pues entonces le ruego que se retire -insistió impertérrito el policía al tiempo que rozaba disimuladamente con el dedo el botón de alarma-. Está entorpeciendo a los viajeros.

No se vio obligado a pulsarlo, pues echando chispas -literalmente- el antisuperhéroe dio media vuelta abandonando furibundo el control de entrada a la terminal.

-¡Siempre igual! -mascullaba para sí-. ¡Estoy hasta los imanes de los puñeteros arcos de control de los aeropuertos! ¿Y ahora cómo llego yo a tiempo a la convención de supervillanos? ¿Haciendo autoestop?


Publicado el 2-2-2025