Variaciones sobre un tema de Kafka



Las manos de uno de los hombres se posaban en la garganta de K.

El resto de su cuerpo, convulso y ensangrentado, yacía a los pies de K. roto como un guiñapo, con un rictus de estupor todavía marcado en su yerto rostro.

Emitiendo un áspero chirrido con su poderosa e inhumana garganta, K. se desembarazó de los amputados despojos fijando sus grandes ojos facetados en el aterrorizado compañero del muerto, acurrucado contra la pared apenas unos metros más allá.

Éste, dominado por el pánico, intentó huir sacando fuerzas de la flaqueza. Mas no logró llegar demasiado lejos.

Nunca encolerices a un insecto.

Nunca, al menos, cuando en éste se aúnen la talla y la inteligencia del antiguo ser humano que fue con la fortaleza física y la crueldad de la bestia que es ahora.


Publicado el 31-10-2012