El Mago de Oz 2.0



La joven Lucy estaba eufórica. Había sido seleccionada para interpretar el papel de Dorothy en la nueva versión de la mítica El Mago de Oz, lo que sin duda supondría un paso de gigante en su incipiente y todavía discreta carrera cinematográfica. Cierto era que la habían llamado en el último instante tras el accidente sufrido por la actriz elegida inicialmente, con la fortuna -para ella- de que las sustitutas previamente contactadas por la productora habían rehusado aceptar el papel por una u otra razón; pero aunque ella hubiera sido el último recurso, y su elección fruto de una improbable concatenación de sucesos fortuitos, no por ello iba a dar la espalda a la suerte cuando ésta se le había mostrado tan favorable.

Además, el suyo no era ni mucho menos el único caso en la historia del cine en el que un actor o una actriz habían alcanzado la fama por puro azar, ahí estaba el ejemplo Vivien Leight en Lo que el viento se llevó.

Tan repentina había sido la llamada que ni siquiera le había dado tiempo a ver de nuevo el clásico de 1939 protagonizado -al recordarlo se le ponía la carne de gallina- por la mítica Judy Garland; pero eso no importaba, puesto que se sabía la película de memoria.

No obstante, cuando traspasó las puertas del estudio no pudo evitar sentirse cohibida; y eso que la trataron con toda consideración evitando con delicadeza todo cuanto pudiera recordarle su condición de novata. De hecho, fueron tan amables con ella que no tardó en perder la timidez comenzando a comportarse como lo que verdaderamente era, una chica extrovertida y risueña que tenía la habilidad de caer bien a todo el mundo. Justo como Dorothy.

Una vez terminada la interminable ceremonia de bienvenida, que tuvo como colofón una larga serie de presentaciones cuyos nombres fue olvidando conforme le presentaban al siguiente, la dejaron en manos de una mujer de mediana edad que se presentó como la ayudante del director de reparto. Aunque no estaba previsto que empezara a rodar hasta que se hubiera aprendido convenientemente el guión, su anfitriona le propuso visitar los distintos escenarios para irse familiarizando con éstos y con sus compañeros de rodaje.

-Disculpa por las prisas -le explicaba su guía-, pero el inesperado accidente de tu predecesora trastocó todo el plan de trabajo. De hecho ya había rodado algunas escenas, por fortuna pocas, y mientras esperábamos a ver si podía recuperarse a tiempo, y posteriormente mientras se contactó con las otras candidatas, el director se las apañó para ir rodando las escenas en las que no intervenía, por lo que te encontrarás a tus compañeros de reparto en plena faena y completamente maquillados.

-Ha habido suerte -le dijo minutos más tarde mirando el reloj-. Ahora mismo acaban de parar para el tentempié de media mañana. Así pues, dejaremos los escenarios para más tarde y te presentaré primero a los actores. Ven por aquí.

Su destino era una sala habilitada mitad como lugar de descanso, mitad como cafetería, aunque las afanosas maquilladora, febrilmente atareadas con retoques continuos de sus trabajos pese a las protestas de los afectados, dejaban clara la evidencia de que en realidad allí nunca se paraba del todo. Esquivando las mesas y los grupitos pintorescamente ataviados, la condujo al rincón donde se encontraban los protagonistas principales en animada conversación.

En realidad Lucy no tenía la menor idea de la identidad de estos actores, pero a ella esto no le importaba demasiado puesto que a quienes estaba deseando conocer era a los personajes que tanta relevancia habían alcanzado en su imaginario particular: El Espantapájaros, el Hombre de Hojalata, el León Cobarde... El corazón de Lucy comenzó a latir como una ametralladora, sintiéndose como en un sueño en el que ella sería la indiscutible reina.

El abigarrado recinto no le permitía ver bien los trajes que vestían, ya que siempre había alguien interponiéndose en su campo visual. Por esta razón, no fue hasta que no estuvo a su lado cuando pudo contemplarlos en detalle.

-Dorothy -la improvisada maestra de ceremonias hizo las presentaciones jugando jocosamente con los nombres de los personajes-, te presento a tus compañeros de aventuras: La Lata de Sardinas, la Aguja Perdida y el Lindo Gatito. Bienvenida a la maravillosa Tierra de Oz.

-Pero... -exclamó perpleja sin acertar a responder al amistoso saludo del trío-. Éstos no son...

Todos, excepto ella, respondieron a su sorpresa con una estruendosa carcajada.

-Me temo, Dorothy -le dijo el presunto el Hombre de Hojalata, que evidentemente todavía no conocía su verdadero nombre-, que nadie te ha debido advertir que esta película va a ser una versión un tanto diferente de la antigua.

-Pero... -volvió a repetir-. Usted no es el Hombre de Hojalata... ¡Usted es C-3PO!

-Así me llamaban en una lejana galaxia -respondió el aludido, que iba ataviado con la armadura dorada del famoso robot a excepción de la cabeza, que había depositado en la mesa cercana para poder beber una cerveza. Pero no por ello dejo de ser de hojalata, ¿no?

-Y usted -continuó ella, dirigiéndose al León Cobarde- es... ¡Chewbacca!

-Bueno, los dos tenemos el pelo dorado, aunque yo soy más alto que él; y además hablo, lo que no deja de ser una ventaja -rió éste, que al conservar puesta la cabeza de su personaje se veía obligado a beber su refresco con una pajita.

-Y yo -intervino el presunto Espantapájaros antes de que Lucy pudiera identificarle- soy Jar Jar Binks, el gracioso del grupo, aunque por desgracia no todos son capaces de apreciar mi vis cómica.

Tras un embarazoso silencio, Lucy consiguió recuperarse lo suficiente como para responder. O, mejor dicho, para preguntar en tono de reproche.

-¡Estos tres personajes no son de El Mago de Oz! ¡Son de La guerra de las galaxias! ¿Qué hacen aquí?

Fue la ayudante de reparto quien salió al quite.

-Como te ha dicho nuestro amigo metálico, esta versión tiene algunos cambios respecto a la antigua; digamos que ha sido... modernizada.

-¿Pero qué tiene que ver El Mago de Oz con La guerra de las galaxias? -gimió la pobre chica- ¡Es fantasía, no ciencia ficción!

-Mujer, no te lo tomes así -intervino Chewbacca en tono conciliador-. En el fondo tampoco hay tantas diferencias. Ten en cuenta que la película original, por muy maravillosa que fuera, tiene ya más de ochenta años; ¿quién puede estar interesado en esa antigualla salvo algunos cinéfilos? Al público actual ese cine no le gusta porque lo encuentra muy antiguo, y si quieres que vaya a ver la nuestra la tendrás que adaptar a sus gustos. Por lo demás el argumento no ha cambiado; ¿qué más da que nuestros disfraces sean algo diferentes, que la Ciudad Esmeralda se encuentre orbitando en torno a un agujero negro o que los monos voladores de la Bruja Mala del Oeste se hayan transformado en las tropas de asalto del Imperio Galáctico? Lo que importa es que estas referencias visuales resulten familiares a los chavales de ahora, de modo que se puedan identificar con la película.

Lucy no pensaba lo mismo, pero prudentemente decidió morderse la lengua ya que su futuro profesional pendía de un hilo. Haciendo de tripas corazón respondió con un hilo de voz:

-Sí, ahora que lo pienso parece sensato. Al fin y al cabo, ¿de qué serviría una versión más purista si la gente no va a verla al cine?

Ella sabía que la película original fue un fracaso de taquilla y tardó muchos años en rendir beneficios, pero prefirió callárselo. No obstante, tenía una pregunta que hacer.

-En lo que respecta a mi papel, ¿cambia mucho?

-¡Oh, no! -le respondió de nuevo la ayudante de reparto-. En esencia es idéntico, incluso diría yo que hasta ha mejorado con los cambios. Eso sí, el vestuario es distinto. En lugar de ese anticuado vestido de tirantes y cuadritos azules que parece hecho con unas cortinas de cocina, nuestras modistas han diseñado unos espléndidos trajes inspirados en los que llevaba Carry Fisher en su papel de la princesa Leia. Incluso tu peinado será similar, nada que ver con las feas coletas que llevaba Judy Garland.

Bien, podría haber sido peor, se dijo Lucy; y de haber estado más ducha en historia, habría adoptado como suya la famosa frase del rey francés Enrique IV afirmando que París bien valía una misa. Sería Dorothy, aun pasando por el trance de travestirse de Leia Organa.

-Está bien, me habéis convencido -zanjó con no demasiado convencimiento-. Y ahora, si me disculpáis, pasaré a recoger mi guión y me marcharé a casa a estudiarlo, quiero estar lista para empezar lo antes posible.

Despidiéndose de ellos con un breve saludo, salió disparada en busca de un lugar discreto en el que poder llorar.

-¡Espera! -exclamó la ayudante de reparto corriendo trás ella-. ¡No sabes dónde está el despacho del encargado de los guiones!

-¿Qué os parece la chica? -preguntó el Espantapájaros/Jar Jar a sus compañeros-. No se la ve muy convencida.

-¡Toma! -respondió el León/Chewbacca-. Ni lo estábamos nosotros cuando nos ofrecieron participar en este engendro. Pero de algo hay que comer...

-Menos mal -terció el Hombre de Hojalata/C-3PO- que a nadie se le ha escapado delante de ella que a los munchkins de Pequeñilandia los han cambiado por ewoks; si se entera, le da algo. Por hoy ya ha tenido bastante la pobre, ya tendrá tiempo para digerir el resto.


Publicado el 15-6-2020