La verdadera historia del paso del Mar Rojo (II)



Anunciaron al faraón que había huido el pueblo de Israel, y el corazón del faraón y los de sus servidores se volvieron contra éste y dijeron:

-¿Qué es lo que hemos hecho, dejando salir al pueblo de Israel y privándonos de que nos sirva?

El faraón hizo preparar su carro y llevó consigo a su ejército. Tomó seiscientos carros escogidos y capitanes para mandarlos. Yahvé endureció el corazón del faraón, rey de Egipto, y el faraón persiguió a los hijos de Israel; l; pero los hijos de Israel gozaban de una protección poderosa.

Los egipcios llegaron en su persecución al lugar donde acampaban. El faraón se acercaba; los hijos de Israel, alzando los ojos, vieron a los egipcios marchar contra ellos, y, llenos de terror, clamaron a Yahvé y dijeron a Moisés:

-¿Es que no había sepulcros en Egipto, que nos has traído a morir al desierto? ¿Por qué nos has sacado de Egipto?

Moisés les respondió:

-No temáis, manteneos firmes y veréis la victoria que en este día os dará Yahvé, pues los egipcios que hoy veis no volveréis a verlos jamás.

Yahvé ordenó a Moisés que los hijos de Israel se pusieran en marcha.

Así lo hicieron, pero se encontraron con unos guardias que les cortaban el paso.

-¿A dónde vais? -les preguntaron, impidiéndoles continuar-. Sabed que hemos terminado de excavar un canal que unirá los dos mares y por el que podrán cruzar los navíos, ahorrándose así muchos meses de azarosa navegación. Todavía se encuentra enjuto, puesto que los ingenieros no han retirado los tapones de tierra que lo separan de los dos mares, pero pronto procederán a hacerlo y las aguas correrán impetuosas a rellenar su seno. Si continuáis adelante moriréis aplastados por su furia.

-Os agradecemos la advertencia, nobles guardianes -respondió Moisés-. Pero la urgencia nos apremia, ya que nos persigue el cruel faraón con todo su ejército para capturarnos. Preferimos arrostrar el peligro de morir ahogados antes que volver encadenados a Egipto, donde nos aguarda una vida de esclavitud y pesadumbre.

-Pasad pues -respondieron franqueándoles el camino-, pero no tendremos la culpa de si, por huir del faraón, perecéis bajo las aguas. Hacedlo, pues, bajo vuestra responsabilidad.

Pero Yahvé velaba por su pueblo, por lo cual oscureció el corazón de los ingenieros, que a orillas de los dos mares aguardaban, para que no abrieran a las aguas el canal hasta que éste no hubiera atravesado su seco lecho alcanzando sin percance la otra orilla.

Los egipcios los persiguieron, y todos los caballos del faraón, sus carros y sus soldados entraron en el canal en pos suyo.

Yahvé hizo que las ruedas de los carros se trabaran, de modo que sólo muy penosamente avanzaban. Despejó entonces el corazón de los ingenieros, infundiéndoles el deseo de abrir las barreras que mantenían retenidas las aguas de forma que éstas, a modo de murallas, avanzaron por los dos extremos del canal hasta encontrarse en la mitad de éste, donde los carros del faraón permanecían detenidos por voluntad de Yahvé.

Las aguas, al reunirse, cubrieron carros, caballos y a todo el ejército del faraón que perseguía al pueblo de Israel, y no se salvó ni uno solo.

Aquel día libró Yahvé al pueblo de Israel de los egipcios, cuyos cadáveres vieron desde la otra orilla del canal.


Publicado el 30-3-2021