La verdadera historia del Pecado Original (III)



Se encontraba Adán buscándoles nombre a unos insectos que había encontrado, cuando vio venir corriendo a Eva. Temeroso de que le interrumpiera en mitad de su importante trabajo frunció el ceño, pero al comprobar su gesto de cabreo, con la mano derecha esgrimiendo un objeto que no podía distinguir bien como a modo de arma arrojadiza, trocó su desagrado en preocupación.

No tardó mucho en identificar la naturaleza del objeto. Era una manzana, una dorada y jugosa manzana.

-¡Qué has hecho! -exclamó aterrado estrujando involuntariamente a uno de los infortunados bichos, lo que provocó la extinción de su especie puesto que todavía no había tenido tiempo para reproducirse-. ¿No la habrás cogido del Árbol Prohibido? -y al ver que la fruta estaba mordida, gimió-: ¡Y además has comido de ella!

-¡Pues sí, he comido de ella! -respondió su costilla haciendo ademán de tirársela a la cabeza-. Y estaba exquisita. De paso, me enterado de cosas muy interesantes. Por ejemplo, de tu affaire con ese pendón verbenero de la tal Lilith.

Al oír el nombre de su primera esposa, Adán palideció.

-Eso ocurrió antes de que tú nacieras -inconscientemente se palpó la costilla-. Lilith fue creada en Gn 1, 27 a la par que yo, mientras tú no lo fuiste hasta un capítulo más tarde, en Gn 2, 22. El Señor me la dio como mujer, y yo la recibí. Pero como no me quiso obedecer, y por lo que veo éste es un mal que me aflige de nuevo, me abandonó huyendo del Edén. No he vuelto a saber nada de ella, ni deseo saberlo.

-Pues yo sí lo sé -respondió desafiante Eva-, no veas lo que me ha instruido un simple mordisco. Como también sé todo lo que hacíais y que ahora te muestras tan remiso a hacerlo conmigo. ¿Acaso te gusto menos que ella?

Adán optó por permanecer prudentemente callado, lo cual fue tomado por su compañera como un reconocimiento de su presunta falta.

-Sé por qué se marchó, pedazo de calzonazos1. Y sé también a qué se dedica ahora allá por la costa del Mar Rojo, por cierto con bastante éxito.

-Yo... -balbuceó Adán-. Yo no quería que se fuese, fue ella la que se marchó negándose en redondo a volver cuando los ángeles fueron a buscarla. Entonces el Señor...

-No sigas, mameluco2 -le interrumpió Eva-. Te repito que gracias a esto -exhibió triunfante la manzana- me he enterado de un montón de cosas. Por ejemplo, que se largó porque estaba harta de aguantarte; algo que no me extraña, porque también empiezo a estarlo yo, siempre enfrascado con tus bichos y tus hierbajos sin hacerme ni maldito caso, como si no existiera. ¿Eres consciente acaso de que tenemos la responsabilidad de perpetuar la especie?

-Mujer, ten en cuenta que aquí todo es nuevo, y es preciso que catalogue a la fauna y la flora lo antes posible; has de tener un poco de paciencia, cuando consiga terminar con esto podremos dedicarnos a la perpetuación y a otras cosas más.

-¡Y luego te sorprendes porque esa individua te abandonara! Seguro que con ella también estabas dale que te pego a buscarles nombres raros a los bichos.

-En cualquier caso -contraatacó Adán en tono severo-, no sé si eres consciente de lo que has hecho. El Señor lo dijo bien claro: “De todos los árboles del Edén podeis comer salvo del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, porque el día que de él comierais, ciertamente moriréis”.

-Pues ya lo ves, yo he comido y estoy tan fresca -y retando de nuevo la prohibición, dio un nuevo mordisco a la manzana disfrutando con el gesto de terror que se reflejó en el rostro de su compañero.

Pero ocurrió tal como Adán temiera, aunque el castigo que recibieron por la desobediencia de Eva, por conocido, no precisa ser relatado. Lo que no quedó reflejado en el Génesis, descubierto recientemente en un manuscrito del Mar Muerto, fue la primera conversación que mantuvieron ambos una vez expulsados del Edén, que reproducimos aquí por su interés histórico:

-Y ahora, ¿a dónde vamos? -se lamentó con desaliento Adán.

-A donde quieras, excepto al lugar en el que vive esa mala pécora -respondió Eva-. Y te advierto una cosa, como se te ocurra acercarte a ella, o dejar que ella se acerque a ti, ten por seguro que te capo como a un cochino aunque eso me cueste dejar de ser la madre de la humanidad. Avisado quedas.




1 Obviamente en la época en la que se narra la historia todavía no se habían inventado los calzones, ni siquiera los de hoja de parra, por lo que el término ha de tomarse como una mera licencia literaria.

2 Id. nota 1.


Publicado el 11-2-2021