Pluriempleo
Rezongando y resollando, el Lobo Feroz descendía trabajosamente por los empinados escalones de la cripta. La única luz de que disponía era la de una humeante y maloliente antorcha, por lo que el juego de sombras unido a lo resbaladizo de éstos le hacía temer que pudiera acabar dando con sus huesos en el suelo.
-¡Hacerme esto a mis años! ¡Con lo tranquilo que estaba yo en mi bosque acosando a Caperucita! -se lamentaba la pobre fiera mientras tanteaba cuidadosamente con las patas traseras antes de dar el siguiente paso-. Pero claro está, llegaron esos niñatos con ínfulas y convencieron a la dirección de la conveniencia de efectuar un reajuste de plantilla para optimizar los gastos... así que la mitad a la calle después de tantos años dejándose la piel, y la otra mitad casi peor, porque nos han sobrecargado de trabajo encargándonos las tareas de los despedidos pese a que jamás las habíamos hecho. ¿Qué demonios pintaré yo en este cuento?
Mientras tanto, había llegado al final de la escalera. Se paró en el rellano para recobrar el aliento y, una vez descansado, empujó la chirriante puerta que cerraba la entrada a la cripta. Allí, tal como le habían indicado en el guión, yacía inerte la Bella Durmiente, a la que tenía que despertar mediante el consabido beso.
Sin andarse con rodeos -ya podía haberse tratado de una joven lobezna- se acercó al lecho e, inclinándose sobre el rostro de la muchacha, procedió a cumplir con la desagradable tarea. Pero cuando sus fauces se hallaban a tan sólo unos centímetros de su destino, se detuvo asombrado.
-¡Atiza, pero si eres Caperucita! -exclamó perplejo.
En respuesta a su grito ésta abrió los ojos y, dando un respingo, se incorporó alejándose cuanto pudo de su hocico.
-¡Pues claro que soy yo, imbécil! -le increpó la chica-. Y aparta esa bocaza, que me va a dar un mareo con tu aliento fétido. A saber qué porquería habrás devorado en el desayuno.
Obedeció éste, sorprendido de encontrar a su partenaire en un lugar tan inesperado.
-¿Qué haces aquí? -logró preguntarle al fin.
-Pues lo mismo que tú; con el dichoso ERE tanto Blancanieves como la Bella Durmiente y Cenicienta se vieron de patitas en la calle, así que te puedes imaginar a quien le tocó cargar con los papeles de princesa en sus respectivos cuentos... además de seguir en el mío, claro.
-No me hables -se lamentó éste-, que a mí me han cargado con el marrón de todos los Príncipes Azules que había en la plantilla, y eso que no tengo pinta ni de príncipe ni de azul... y menos mal que me libré de ser también el lobo de los Tres Cerditos gracias a que cerraron el cuento con la excusa de las protestas de los animalistas.
-¿Príncipe tú, con esa facha? -se burló la muchacha-. Los productores deben de estar locos, si no, no se explica.
-Mira quien habló -respondió amostazado el lobo-; como si tú dieras el tipo de princesa con esa pinta de aldeana zopenca. Además, ¿no se supone que tendrías que haber estado dormida hasta que te besara?
-Sí, hombre, y tragarme tus babas... hasta ahí podíamos llegar. Y durante cien años además. Pues no tienen prisa los de ahí arriba, como para andar mareando la perdiz. Hace apenas unas horas terminé las pruebas para La bella y la bestia, espero que no me elijan para protagonista porque ya sería para darme un tiro; y sin descansar siquiera me tuve que venir corriendo para acá. Eso sí, al menos pude echarme una cabezadita hasta que llegaste a incordiarme. Y ahora aligera, que todavía tengo que pasarme por el estudio de Blancanieves... si es que han dejado algún enanito disponible.
-Voy contigo; como ya te he dicho, allí también me toca hacer de príncipe.
-Pues sí que estoy apañada; voy a tener lobo hasta en la sopa. Por lo menos, dejarás tranquila una temporada a mi abuelita...
-¡Quia! ¿No te has enterado de que la prejubilaron? Ahora hace su papel la madrastra de Cenicienta.
-Como esto siga así, me veo haciendo de Pinocho o de Dumbo -gruñó Caperucita mientras se ponía de pie-. Y haz algo útil, alumbra con la antorcha que si no, me voy a esmorrar. ¿No te podían haber dado una linterna los de atrezzo?
En fin -se dijo-, más vale malo conocido que peor por conocer.
-¡Vamos! -añadió en voz alta-. Que no tenemos todo el día. A ver si encima nos van a penalizar por llegar tarde. ¿Por qué no me dedicaría a rodar películas o series de televisión en vez de hacer la estupidez de convertirme en un personaje de cuento?
Publicado el 9-12-2021