Una proposición refrescante
-Bienvenido. Le agradezco que haya respondido a nuestra llamada -le saludó a modo de bienvenida el ocupante del despacho al tiempo que se levantaba y le estrechaba la mano.
El recién llegado, ataviado con un extraño traje que recordaba a los de los astronautas, entró cohibido en el despacho sentándose en la silla que le ofrecía su sonriente anfitrión.
-Supongo que le sorprendería nuestra cita -añadió una vez que ambos estuvieron sentados frente a frente.
-La verdad es que sí -reconoció el interpelado a través del altavoz existente en la parte baja de la escafandra transparente-. No es normal que llamen de la oficina de empleo a alguien como yo, por más que me encuentre en paro desde hace tiempo... y menos todavía perteneciendo al lado oscuro de los superhéroes.
-¡Oh, por eso no se preocupe! -respondió su anfitrión con jovialidad-. En muchas ocasiones los... digamos malos suelen ser personajes mucho más interesantes que los bobalicones de los buenos, y usted es un claro ejemplo de ello. Y en cuanto a la oferta de trabajo... bien, es algo tan sencillo como que sus promotores pensaron en usted y más concretamente en sus peculiares superpoderes, pensando que podrían resultar útiles ante la emergencia con la que se enfrentan. Además, ser uno de los principales rivales de Batman también dice bastante en favor suyo.
-Pero yo lo único que sé hacer es congelar -objetó el interpelado removiéndose inquieto en una silla a todas luces insuficiente para contener su voluminosa armadura-; eso sí, bastante bien. No veo de qué utilidad le pueda ser a nadie, salvo que se trate de una fábrica de alimentos congelados.
-No, Mr. Frío, no se trata de ninguna industria de alimentación, ni tampoco de una fábrica de cubitos de hielo o nada similar. Quien está interesada en contratar sus servicios es una importante agencia internacional respaldada por algunos de los principales gobiernos mundiales. Y si se ha recurrido a esta vía en lugar de las normales en estos casos, ha sido por una cuestión de discreción. Ya lo dijo Borges, el mejor lugar para esconder un libro era una biblioteca pública -concluyó sonriendo de oreja a oreja-. De hecho yo no soy el director de esta oficina de empleo, sino el representante de la agencia. Tan sólo me cedieron este despacho para realizar esta gestión.
-¡Vaya, parece que la cosa va en serio! -se sorprendió el antihéroe-. ¿Quiénes son ustedes?
-Lo siento, no estoy autorizado a decírselo antes de que usted acepte el puesto, si ésta fuera su decisión. Pero sí puedo explicarle por qué estamos interesados en usted.
Hizo una pausa y continuó:
-Supongo que estará al corriente, máxime teniendo en cuenta su sensibilidad al calor, de que el cambio climático está acelerando cada vez más el aumento de la temperatura media del planeta, con las consiguientes consecuencias negativas para la vida y por supuesto también para la especie humana. Pese a ello, hasta el momento todos los intentos por reducir de forma suficiente las emisiones de CO 2 han resultado estériles, e incluso son varios los países que haciendo caso omiso de las evidencias no sólo no las han disminuido, sino que incluso las han aumentado. Por consiguiente, quienes están en contra de estas prácticas tan perjudiciales, es decir mis superiores, pensaron que usted podría resultarnos de gran ayuda para combatir este comportamiento tan dañino mediante métodos digamos... heterodoxos, ya que los cauces diplomáticos habituales han fracasado por completo.
-¿Qué pretenden que pueda hacer yo? -objetó el supervillano-. Por muy potente que sea mi superpoder tiene sus limitaciones, y si ni siquiera he logrado derrotar de forma definitiva a mi archienemigo quiróptero, difícilmente podría enfrentarme a países, supongo que importantes, en caso de que quisiera combatir sus prácticas termocontaminantes.
-Lo sabemos, y contamos con ello. Y por supuesto, jamás le enviaríamos a una misión suicida que además estaría condenada al fracaso. Lo que se le encomendaría a usted es algo que no es posible realizar por medios convencionales como comandos militares o saboteadores y espías. Se trataría, en definitiva, de ejecutar golpes quirúrgicos, o sabotajes si lo prefiere, suficientemente específicos para dejar fuera de servicio a las industrias y las actividades de estos países más perjudiciales por sus emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, y lo suficientemente rápidos como para poderse escabullir antes de que el gobierno del país involucrado tuviera tiempo para reaccionar. Esto es algo que está al alcance de sus habilidades y además concuerda con su particular código ético. Por supuesto usted actuaría oficialmente por iniciativa propia, ya que de existir sospechas sobre la autoría intelectual de los atentados estallaría una grave crisis internacional.
-Reconozco que me ha dejado sorprendido -el gélido supervillano hizo un gesto maquinal de rascarse la cabeza, tropezando su dedo con el duro cristal de la escafandra-. Según esto, mi misión consistiría en congelar por completo, pongamos por caso, una central térmica de carbón o de un combustible derivado del petróleo. ¿Me equivoco?
-En absoluto, ha dado usted en el clavo aunque, lógicamente, la relación de objetivos a neutralizar sería más amplia e incluiría otros tipos de operaciones encubiertas siempre reivindicadas por usted. Pero básicamente sería así. Por supuesto no se pretende abarcar la totalidad de los focos emisores, eso sería imposible, amén de que muchos de los lugares atacados podrían ser reparados en un plazo más o menos largo y puestos de nuevo en servicio; pero si la perturbación fuera lo suficientemente intensa y constante al estilo de la gota china, sería posible convencer -enfatizó el verbo- a los gobiernos culpables para que desistieran de su irresponsable actitud.
-Pero ellos tampoco se estarían quietos -objetó Mr. Frío-. Y si bien me resultaría fácil escabullirme de su policía o de su ejército, podría no ocurrir lo mismo con el aguafiestas de Batman o con cualquier otro superhéroe que reclutaran; recuerde que en su momento el gobierno norteamericano llegó a echar mano de Superman o de Tarzán para combatir a los nazis.
-Por eso no tiene que preocuparse; mis superiores disponen de los medios adecuados para hacer desaparecer a cualquier guión pernicioso que pudiera afectar a su tarea, así como para convencer a los guionistas, los dibujantes y las editoriales de que no les resultaría conveniente seguir por ese camino.
-Veo que lo tienen todo bien pensado.
-En efecto, lo está -sonrió su interlocutor-. Tan sólo queda pendiente su consentimiento.
-¿Y si no acepto?
-Es usted libre de hacerlo, y se respetaría su decisión sin más contrapartida que un compromiso de confidencialidad.
-¿Buscarían a otro en ese caso?
-A esto no puedo responderle, pero sí le puedo revelar que contamos con planes alternativos para el caso de que renunciara. No obstante lo ideal sería que usted se adhiriera al proyecto Era Glacial, que es como ha sido bautizado, ya que ningún otro superhéroe sería tan capaz de sacarlo adelante. ¿Quién sino usted, tan extremadamente sensible al calor, tendría más motivos para luchar contra el cambio climático? Además esto le redimiría como supervillano, convirtiéndole en un superhéroe aclamado por muchos a la altura de Superman o de su justamente odiado Batman. Eso sin olvidar que su naturaleza no es ni malvada ni perversa, y que su paso al lado oscuro se debió a que quedó traumatizado por el trágico fallecimiento de su esposa; algo que se podría corregir mediante un guión adecuado, al fin y al cabo los aficionados a los superhéroes están más que acostumbrados a que les cambien las historias de sus personajes favoritos incluso con carácter retroactivo.
-No sé qué decir, estoy desconcertado. ¿Tengo que darles la respuesta ahora?
-¡Oh, no! Tómese el tiempo que necesite para reflexionar antes de adoptar una decisión. Nosotros esperaremos.
Terminada la entrevista ambos se despidieron cordialmente y Mr. Frío emprendió el retorno a su confortable refugio, ubicado en uno de los más recónditos parajes de la Antártida. Su cabeza bullía de emociones encontradas, por lo que necesitaba reposo y tranquilidad para ordenar sus ideas de cara a tomar la decisión de aceptar o rechazar la oferta. Además el calor le estaba matando pese a tener la refrigeración del traje conectada a la máxima potencia, por lo que estaba deseando llegar allí y poder disfrutar de la agradable temperatura de quince o veinte grados bajo cero sin necesidad de cargar con tan incómodo atavío. Decididamente, y en eso tenía razón su interlocutor, el cambio climático estaba comenzando a ser cada vez más insoportable.
Publicado el 11-2-2025