La verdadera historia del Quijote (I)
Miguel de Cervantes, cuya vida no había sido fácil y su carrera como escritor había resultado azarosa, ya no era joven, estaba parcialmente incapacitado por las heridas recibidas en Lepanto que le habían inutilizado la mano izquierda y carecía de los medios económicos suficientes para llevar una vida relajada.
Por si fuera poco, la avasalladora irrupción de Lope de Vega en los corrales de comedias le había privado de lo que hasta entonces fuera su principal fuente de ingresos, el teatro. Así pues, ahora intentaba probar suerte con la novela basándose en la historia que le contaron en la Mancha acerca de un hidalgo que se volvió loco leyendo libros.
Ya tenía pergeñadas las líneas generales del argumento, así como a sus personajes, en los que pretendía reflejara a la sociedad rural que tan bien conocía por sus andanzas a través de media España comparándola con los artificiosos reinos de los libros de caballerías. Tan sólo le restaba empezar a escribirlo, algo en lo que se había visto frenado al tropezar con un inesperado escollo: por más que se esforzaba, no lograba recordar el nombre del pueblo en el que había vivido el malhadado hidalgo al que pretendía convertir en el principal protagonista.
Incluso había escrito una lista con los nombres de las principales localidades de la comarca, pero pese a leerla y releerla una y otra vez, ésta seguía burlándose de todos sus esfuerzos.
-¡Maldita sea! -exclamó airado tirando la pluma sobre la mesa-. ¿Será posible que no consiga acordarme de ese dichoso lugar? Desde luego, cada vez tengo peor la memoria. A ver si estoy empezando con el alzheimer...
De repente una idea le vino a la cabeza y, recogiendo la pluma, escribió con letra firme:
-En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme...
-Bueno -se dijo-, en realidad no miento, ya que tampoco es tanta la diferencia entre querer y poder acordarse...
Tras lo cual siguió escribiendo la obra que le haría famoso, aunque esto era algo que él todavía ignoraba.
Publicado el 9-6-2018