Inconvenientes de la superheroicidad (II)
Mister Tailor, copropietario de Tailor & Tailor, una de las más afamadas sastrerías de Metrópolis, vio entrar en su establecimiento a un hombre alto y fornido con una expresión un tanto bovina en el rostro. Era uno de sus mejores clientes, por lo que salió a su encuentro con una amplia sonrisa al tiempo que le ofrecía la mano.
-Buenos días, mister Kent. Me alegra verle de nuevo por aquí. ¿En qué puedo servirle?
-¡Oh!, gracias mister Tailor -respondió éste con un leve tartamudeo al tiempo que se ajustaba con el índice las enormes gafas-. Vengo a lo de siempre, quisiera comprar algunos trajes. Ya ve, soy un desastre, no sé como me las apaño que no doy abasto con los que tengo.
-No se preocupe, para eso estamos nosotros. ¿Los quiere como siempre? ¿Cuántos?
-Sí, como siempre, ya sabe que yo soy de gustos fijos. En cuanto a la cantidad... diez estaría bien.
-Perfecto, señor Kent, los tendrá en una semana.
-¿Tienen que tomarme las medidas?
-No es necesario, no sólo tiene usted un magnífico tipo sino que además lo conserva perfectamente. Nos valdrán las que tenemos registradas.
-Perfecto, porque ando apurado de tiempo. Permítame que le pague -añadió al tiempo que hacía ademán de sacar la cartera.
-No se preocupe, ya lo hará cuando los recoja. ¿Desea algo más?
Clark Kent respondió que no, tras lo cual se despidió cordialmente de su interlocutor abandonando la sastrería.
-Me pregunto para qué demonios querrá tantos trajes idénticos, es imposible que se le estropeen tan pronto máxime teniendo en cuenta su calidad -se decía Tailor-. Aparte de que no son nada baratos, y por lo que yo sé el Daily Planet no es precisamente generoso a la hora de retribuir a sus empleados. Pero mientras los pague, y lo hace religiosamente, éste no es mi problema.
-Estoy harto de comprar trajes a destajo -pensaba a su vez un malhumorado Superman-. Tengo que evitar que se rompan por culpa de mi superfuerza cada vez que me los quito precipitadamente para realizar una misión, pero de todos modos de poco serviría dejarlos intactos en una cabina telefónica o en cualquier otro sitio si cuando vuelvo para recogerlos se los ha llevado algún espabilado; y bien caros que me cuestan, si fuera por el miserable sueldo que me pagan en el periódico no tendría ni con qué vestirme. Menos mal que gracias a mis superpoderes puedo transmutar plomo o cualquier otro metal en oro, porque si no estaba apañado.
Publicado el 10-11-2023