Superparados



Mister Fantástico llegó a casa completamente agotado, arrastrando los brazos por el suelo... literalmente. Abrió con esfuerzos la puerta, llegó al salón y se derrumbó en su sillón favorito.

La sensación de sentarse encima de algo blando, acompañada por un gritoso focado, le obligó a levantarse.

-Susan, ¿estás ahí? -preguntó. Y tras recibir por respuesta un leve gruñido de asentimiento, añadió-: Te he dicho un montón de veces que no te invisibilices en casa para evitar tropiezos como éste...

-Ya lo sé, cariño -respondió su esposa recuperando la opacidad al tiempo que se levantaba para ceder el asiento a su marido-. Pero estaba ensayando para un trabajo que me han ofrecido. Siéntate, se te ve cansado. ¿Qué tal te ha ido con la oferta de trabajo?

-Mal -respondió éste desmadejándose, también literalmente, en el sillón-. Con la excusa de que gracias a mi superelasticidad soy capaz de llegar a los sitios más altos sin necesidad de subirme a una escalera, me colocaron de mozo de almacén en el centro logístico de una multinacional de ventas por internet. ¡Tendrán cuajo! Y lo peor de todo no es la humillación de verme, un científico de mi talla, haciendo ese trabajo sin cualificar, sino que por mucho que me pueda estirar los bultos siguen pesando exactamente igual; tengo agujetas hasta en el arco superciliar. ¿Qué tal te ha ido a ti? Dijiste que te habían ofrecido un trabajo.

-Sí, de... bueno, supongo que podría calificarse de espía.

-¿Espía? ¿Era alguna agencia del gobierno? -preguntó escamado Reed Richards.

-¡Qué va! Eso hubiera querido yo. No, se trata de Telecopro, una cadena de televisión especializada en telebasura; quieren que aproveche mi superpoder de la invisibilidad para acercarme a los famosetes de medio pelo sin que se aperciban y pueda enterarme de cotilleos para alimentar sus programas. Te puedes imaginar mi interés, pero la situación está cada vez más complicada y tenemos que comer todos los días...

-No me hables -suspiró él-. Desde que nos quedamos sin trabajo por culpa de esa maldita ley que prohíbe exhibir superpoderes que puedan inducir confusión entre los menores, estamos más tirados que una colilla. Al menos los supervillanos, al actuar al margen de la ley, tienen todavía algo de margen, pero nosotros... como si no fuéramos humanos, incluso Ben, y no tuviéramos las mismas necesidades que cualquiera. Por cierto, ¿han llegado ya Ben y Johnny?

-Ben sí, está en el salón. Johnny todavía no, pero no creo que tarde mucho.

-Está bien, voy para allá.

La Cosa se encontraba repantigada en su sillón especial, el único de la casa capaz de soportar su peso y su volumen. Su ceño, como era habitual, estaba fruncido, aunque la rigidez de su pétreo rostro tampoco le permitía demasiada gestualidad facial.

-¿Qué tal te ha ido, Ben? -le saludó con afabilidad.

-Estupendo -rezongó éste-. Me han contratado para interpretar el papel de galán nada menos que con Rita Hayworth de partenaire.

Y ante el gesto de perplejidad de su amigo añadió:

-¿A dónde crees que puedo ir con esta pinta? Sí, la verdad es que de vez en cuando me llaman los productores; siempre para representar al monstruo en películas de terror. Ah, también me ofrecieron intervenir en un anuncio de una clínica de cirugía estética, ya sabes, esos de “antes y después”, te puedes imaginar quien representaría el “antes”.

-Sí, te comprendo.

-Nunca me podréis comprender ninguno de vosotros -le desmintió en tono amargo-, que al menos podéis ir por la calle con aspecto de humanos normales. Mi superpoder es también mi supermaldición

Iba a responderle Reed, siquiera para intentar consolarlo, cuando hizo su entrada el cuarto integrante del equipo, el joven Johnny Storm, al que sólo el riesgo de incendiar la casa con ellos dentro parecía contenerle de entrar en ignición allí mismo. Su rostro, rojo de ira, mostraba a las claras su estado de ánimo.

-¿Qué te ocurre, Antorchita, para estar tan cabreado? -fue Ben el primero en hablar con su proverbial falta de tacto.

-¿Qué me va a pasar? -respondió éste-. No sólo cada vez está más difícil encontrar un trabajo decente, sino que los pocos que te ofrecen son humillantes. ¡Imaginaos que pretendían que interviniera en el rodaje de un anuncio para unos nuevos cigarrillos que se encienden solos sin necesidad de cerillas o encendedor! ¡Pero si no fumo, y ni siquiera soporto el olor a tabaco! Estoy por liarme a prender fuego a todo lo que pille, y allá se las ventilen...

El desahogo del joven cuñado de Reed se vio interrumpido por una llamada de teléfono que atendió éste. Tras una breve conversación en la que él intervino con breves monosílabos, colgó y explicó a sus compañeros:

-Era un antiguo conocido mío. Se ha enterado de nuestra situación y nos ofrece a los cuatro un trabajo acorde con nuestros superpoderes, en un universo alternativo donde todavía no han llegado ni la plaga de la corrección política ni las memeces proteccionistas hacia cualquier colectivo social, por lo cual podríamos trabajar sin cortapisas en lo que verdaderamente nos gusta. Le he dicho que lo consultaría con vosotros antes de tomar una decisión.

-Eso pinta bien... -comentó la Cosa, apoyado implícitamente por la Antorcha Humana.

-Lamentablemente no es todo -añadió Mister Fantástico-. No nos contratarían como superhéroes, sino como supervillanos.

-Bien, nadie es perfecto -le interrumpió su ígneo cuñado-, y siempre será mejor que los trabajos de mierda que nos ofrecen aquí. Además -añadió guiñando un ojo-, ya estoy harto de ser siempre del bando de los buenos, aparte de que los malos suelen tener más carisma. Voy a llamar a mi hermana para que decidamos si aceptamos la oferta, aunque por mi parte lo tengo meridianamente claro. No veáis como voy a disfrutar de pirómano.


Publicado el 16-12-2024