Supertraje
-Aquí tiene su pijama, señor Kent. Y aquí la factura.
-¿Trescientos dólares por lavar un... -se corrigió a tiempo- pijama? ¿No le parece excesivo?
-Por el lavado no le cobramos nada -le espetó la adusta dependienta-. Los trescientos dólares son lo que ha costado la reparación de la lavadora. No sé qué demonios tendrá su pijama, pero destrozó completamente el tambor. El técnico me preguntó con guasa si no había puesto a lavar un saco de piedras.
Superman, cohibido, sacó la tarjeta de crédito y pagó sin rechistar. Cuando la irritada dependienta le devolvió la tarjeta junto con el resguardo de pago, añadió:
-¡Ah! Le agradecería que no volviera a recurrir a nuestros servicios. Hay muchas lavanderías en Metrópolis.
Ya en la calle, el Hombre de Acero musitaba para sí:
-Es la quinta vez que me pasa... menudo engorro para lavar el puñetero supertraje. ¿Y ahora qué hago? Sólo tengo una muda, y entre los trabajitos que me toca hacer y que por muy superhéroe que sea también sudo, y no precisamente poco, acaba hecho un asco; y la última vez que intenté lavarlo a mano me cargué la bañera. No, si al final acabarán llamándome Guarroman...
Publicado el 1-3-2022