Las tribulaciones de Cupido (II)
Cupido, el dios del amor y del deseo, escuchaba atónito a Mercurio que, en su condición de mensajero oficial de los dioses, le había entregado la rescisión del contrato que durante milenios había regulado su trabajo.
-¡Pero no puede ser! -gemía el dios alado que, lejos de la creencia popular, distaba de ser un niño alado, sino un mocetón bien proporcionado-. ¡Júpiter no puede hacerme esto!
-Pues ya ves que lo ha hecho, y a mí no me líes porque yo me limito a transmitirte su decisión inapelable -respondió el taimado dios, que no por casualidad era también el protector de los mercaderes, los ladrones y los políticos-. Y si no estás conforme, ve a quejarte a él.
-¡Como si eso fuera a servir para algo! -se lamentó el interpelado-. Sabes de sobra que nunca pasaría el filtro de la burocracia joviana, no por casualidad la puso en manos de lo más taimado y retorcido de los reclusos infernales seleccionados por el propio Plutón.
-Por probar nada se pierde -se burló el ladino Mercurio, que en salvaguarda de su reputación callaba su condición de adiestrador de estos funcionarios.
-No hurgues todavía más en la herida -le recriminó el cesante-. Sé de sobra que resultaría inútil; ni el propio Hércules pudo con ellos. Pero a lo que sí tengo derecho es a que se me comuniquen los motivos reales de mi despido, ya que aquí sólo dice a causa de su insuficiente productividad.
-¿Te sorprende? ¿Deseas consultar las estadísticas de tu trabajo comparando el número de clientes tuyos actuales con los de tiempo atrás? Tienes perfecto derecho a ello sin necesidad de importunar a Júpiter, que bastantes responsabilidades tiene ya.
-Bueno... -dudó Cupido-. Sí, quizás hayan bajado últimamente, pero depende de con cuando los compares. Hay que tener en cuenta que nuestros fieles disminuyeron enormemente desde que apareció la competencia monoteísta, aparte de que a mí me perjudicó personalmente un tal Valentín al que Plutón se lleve. Pero ninguno de nosotros está libre de este problema, ni siquiera el propio Júpiter.
-Cierto -respondió Mercurio agitando impacientemente el caduceo-. Pero este factor, dado su carácter general, fue tenido en cuenta en tu productividad laboral, por lo que no tuvo ninguna influencia en la decisión.
-¿Entonces?
-La explicación es simple: tu pérdida de resultados a la hora de crear nuevas parejas se debe en su mayor parte a la proliferación de páginas de citas en internet. Dicho con otras palabras, los mortales ya no te necesitan para ligar entre ellos... ni para todo lo demás -concluyó con un gesto pícaro.
-Pero lo que yo ofrezco es amor romántico, no esas cosas de mal gusto... -protestó Cupido.
Tiempo después de que el humillado ex-dios del amor abandonara el despacho de Mercurio, las estruendosas carcajadas de éste todavía resonaban por todo el Olimpo.
Publicado el 17-9-2024