La verdadera historia de Ultimátum a la Tierra



Hubo un día que marcó el futuro de nuestro planeta. Ocurrió cuando, sin que nadie lo esperara, un platillo volante se posó en mitad de un parque público. De su interior surgieron dos figuras: un enorme robot y un astronauta equipado con escafandra y traje espacial. Este último esgrimió un objeto -luego se sabría que era un inofensivo regalo para el presidente de la nación- que las tropas que rodeaban el platillo confundieron erróneamente con un arma, lo que provocó que le dispararan mientras el robot respondía a la agresión destruyendo las armas de los soldados con un mortífero rayo láser.

Deshecho el equívoco, pero con el visitante espacial herido, éste se presentó como un emisario de las estrellas llegado con la misión de transmitir un mensaje a los principales líderes mundiales. Primero era preciso curarle de sus heridas, por lo cual fue trasladado a un hospital. Allí se recuperó, descubriendo que su petición era ignorada e incluso él mismo se encontraba retenido sin poder abandonar el recinto médico.

Klaatu, que éste era el nombre del mensajero, decidió escaparse para poder llevar a cabo su misión. Tras refugiarse en casa de Helen Benson y su hijo Bobby, logró entrar en contacto con un eminente científico al que expuso su plan para conseguir que las renuentes autoridades terrestres aceptaran reunirse con él y poder así transmitirles su mensaje: dado que sólo una acción contundente, fuera del alcance de la tecnología terrestre, sería capaz de convencerlos, proclamó que durante media hora el planeta quedaría paralizado al detenerse todas las máquinas cuyo funcionamiento dependiera de la electricidad.

Para ello retornó subrepticiamente a su nave espacial, la cual continuaba posada en el mismo lugar y defendida por el robot Gort, para lo cual hubo de sortear el contingente militar que la custodiaba. La arriesgada empresa se desarrolló conforme a sus planes y la Tierra quedó efectivamente paralizada, lo que convenció a todos de la importancia de su misión. Lamentablemente, mientras se organizaba una improvisada conferencia en la explanada situada frente al platillo, a la que fueron invitados los principales científicos terrestres, Klaatu era perseguido por la policía resultando gravemente herido. Antes de morir solicitó a su anfitriona que le condujera al platillo y le pusiera en manos de Gort, instándole a repetirle a éste la frase Klaatu barada nikto para que obrara tal como Klaatu deseaba, evitando así cualquier posible represalia por parte del robot.

Gracias a la avanzada tecnología alienígena Gort logró que Klaatu volviera a la vida, con lo cual éste pudo retomar su plan inicial. Mientras tanto los convocados habían ido ocupando sus puestos frente a la nave espacial, a la espera de la llegada éste.

Klaatu no se hizo esperar. Por la escotilla abierta aparecieron tres figuras. Cumplida su misión Helen Benson se reunió con los asistentes, mientras Klaatu, escoltado por Gort, transmitió su histórica proclama rodeado de un sepulcral silencio.

Éstas fueron sus verdaderas palabras, libres de la censura a la que fueron sometidas en la versión cinematográfica que desvirtuó por completo su sentido:


-“Os voy a dejar muy pronto, y perdonadme si me expreso con rudeza. El universo se va haciendo más pequeño cada día y no se puede tolerar ninguna amenaza de agresión. Esto no significa renunciar a nuestras libertades, salvo a la libertad de actuar de modo irresponsable y perjudicial para nuestros vecinos del cosmos. Para evitarlo existe una organización defensiva de todos los planetas, basada en una fuerza de policía que los protege. Para tal policía hemos creado una raza de autómatas invencibles a la que pertenece Gort. Su misión es patrullar entre las estrellas con poderes absolutos para salvaguardar la tranquilidad del universo. Al primer signo de transgresión actúan automáticamente, y el castigo a las provocaciones es demasiado terrible para arriesgarse a cometerlas.

He venido a exponeros estos hechos. No nos interesan los asuntos internos de vuestro planeta, pero el enorme desarrollo tecnológico que la Tierra ha experimentado en los últimos años ha provocado que vuestras emisiones radioeléctricas llegaran de forma incontrolada hasta los planetas habitados más cercanos, lo que ha provocado un grave trastorno para sus habitantes ya que gran parte de su contenido era decididamente repulsivo. Así pues, podéis tener seguro que si persistís en seguir permitiendo que vuestra telebasura se siga propagando de forma indiscriminada por el éter obraremos en consecuencia, ya que no se puede tolerar que tan infecta contaminación afecte a otras razas estelares tal como está ocurriendo.

La elección es simple: una convivencia pacífica siempre y cuando evitéis que esa bazofia alienante traspase los límites de vuestro sistema solar, o perecer víctimas de vuestra insensata ceguera. Y no lo olvidéis: vigilaremos constantemente vuestras emisiones al espacio. La decisión dependerá de vosotros, y la responsabilidad por las posibles consecuencias de una actitud negativa, también.”


Dicho lo cual, tras enviar un breve saludo de despedida a Helen Benson se retiró al interior de su nave espacial, seguido por el hierático Gort. Una vez recogida la rampa y cerrada la escotilla corrediza, el platillo volante se elevó silenciosamente perdiéndose en la infinitud del firmamento.


Publicado el 25-4-2021