La verdadera historia de la creación del hombre



Cuando Dios ultimó el diseño del hombre lo presentó al inspector de área, tal como era preceptivo, para que lo visara y se le permitiera su creación. Pero para sorpresa suya, lo que pensaba que sería un simple trámite se convirtió en un verdadero quebradero de cabeza -o su equivalente celestial- ante los reparos con los que se encontró.

-Perdone que le diga que no entiendo los motivos para tamaño despilfarro -le objetó su superior-. ¿A razón de qué viene esto de poner todos los órganos internos por duplicado? Menudo despilfarro, cuando con uno de cada sería más que suficiente.

-Sí, tiene usted razón -concedió Dios humildemente, ya que no era cuestión de enfrentarse con quien tenía la llave de su futuro-. Pero lo hice considerando los potenciales beneficios de la redundancia. Así, si uno de los órganos fallara el espécimen siempre podría seguir viviendo con el segundo. Ésta es la ventaja, ya que de esta manera mis criaturas serían más resistentes y longevas.

-Paparruchas -le espetó su hierático interlocutor-. ¿Para qué quiere usted que sus criaturas sean tan longevas? Eso perjudicaría al ritmo de su evolución, retardándolo e incluso quizá estancándolo. Además, creo recordar que en los cursillos previos se les dejó bien claro a todos ustedes que lo que interesaba era estudiar el proceso de evolución de estos seres, no que cada generación de los mismos fuera más duradera.

-¿Entonces? -preguntó el candidato con un hilo de voz -en realidad de pensamiento.

-Está claro que no puedo dar el visto bueno a su boceto mientras usted no suprima esas absurdas... redundancias.

-¡Pero eso haría que mis criaturas fueran más frágiles y efímeras!

-De eso es precisamente de lo que se trata, de incrementar el número de generaciones y, por lo tanto, de los posibles procesos de mutación durante el período de vigencia del proyecto. Como verá, justo lo opuesto a lo que usted pretende.

-¿Entonces?

-La solución es sencilla: suprima esa redundancia innecesaria. Le admito que haya duplicado órganos en el exterior del cuerpo, al fin y al cabo las extremidades pares son convenientes para caminar y, en el caso de los seres bípedos, para manipular objetos, y también resulta interesante la visión estereoscópica con dos ojos. Pero en lo que respecta a los órganos internos, la situación cambia por completo.

-¡Pero eso me obligará a modificar completamente el diseño, y perdería demasiado tiempo en hacerlo tal como usted me dice!

El inspector estuvo a punto de responderle que ése era su problema, pero finalmente se apiadó del joven aspirante a Creador. Al fin y al cabo él también había sido en su día uno de ellos, y había pasado por sus mismos problemas.

-Está bien -concedió-. Estoy dispuesto a visarle el proyecto siempre y cuando usted acceda a modificarlo parcialmente; entiendo que ya tiene mucho trabajo hecho y que le resultaría un trastorno grave tener que volver a empezar desde el principio. Puedo permitirle que deje duplicados aquellos órganos cuyo desarrollo tenga ya muy avanzado, siempre y cuando no sean los más vitales tales como el corazón o el cerebro, éstos son innegociables.

-Tengo terminados los riñones...

-Ya que están, los dejaremos pasar.

-Los órganos genitales...

-También pueden quedarse, al fin y al cabo nos interesa que sus criaturas se reproduzcan todo cuanto sea posible. Pero ojo, sólo los germinales, testículos y ovarios respectivamente, nada de duplicar también los copulatorios ya que eso fomentaría la concupiscencia.

-Los hígados y los páncreas...

-De eso nada, con uno de cada bastará. Y lo mismo digo del estómago y del resto de los órganos del aparato digestivo. Le permito, eso sí, que los haga más grandes, al fin y al cabo el sitio que pueden ocupar en la cavidad interna del cuerpo es el mismo sean uno o dos.

-Los pulmones...

-Veo me los ha dejado para el final a ver si colaban, ¿verdad? Ciertamente tendría que decirle que también los redujera a uno solo, pero dado el diseño general de su criatura me temo que sería bastante complicado hacerlo sin rediseñar por completo todo el interior del cuerpo... bien, haré una excepción y aceptaré que sean dos. Eso sí tendrá que cubrir el hueco del segundo corazón, supongo que lo más fácil será que aumente el tamaño de uno de ellos hasta rellenarlo. ¿De acuerdo?

-De acuerdo -aceptó el satisfecho neófito tomando nota de las enmiendas-. Y le agradezco mucho su comprensión.

-¡Oh, no tiene por qué hacerlo! -respondió el inspector de buen humor-. Forma parte de mi trabajo. Eso sí -añadió antes de que el aspirante se marchara-; no es que desconfíe de usted, pero le agradecería que, antes de entregar el diseño definitivo en el registro, se pasara por aquí para que le pudiera echar un vistazo. Más que nada por hacer bien las cosas, no sea que los de arriba se vayan a poner puntillosos, ya sabe como las gastan los burócratas.

-¡Estos chicos! -musitó para sí mismo el inspector una vez que estuvo solo-. Menudas ideas se les ocurren. ¡Órganos redundantes! Cualquier día me llegará uno proponiéndome crear criaturas inmortales.

-¡A ver, el siguiente! -exclamó a continuación en voz alta.


Publicado el 21-2-2016