La verdadera historia de El Mago de Oz



Dorothy recorría alegre el camino de baldosas amarillas que, según le habían indicado las simpáticas personas de estatura baja -procuraremos ser políticamente correctos- de Pequeñilandia, le conduciría a la Ciudad Esmeralda, donde podría pedir al maravilloso Mago de Oz que le devolviera a su hogar.

Caminaba a buen paso acompañada tan sólo por el fiel Totó, ya que todavía no se había encontrado con sus tres entrañables compañeros -el Espantapájaros, el Hombre de Hojalata y el León Cobarde- de los que ni siquiera sospechaba su existencia, puesto que no había visto la película ni tampoco había leído el libro. Pero era optimista, ya que gracias a los consejos de Glinda, la bruja buena del Norte, confiaba en ver cumplidos sus deseos.

Con lo que Dorothy no contaba era lo que se encontró tras una curva cerrada del camino: una barrera sólidamente anclada cruzaba el pavimento dorado interrumpiéndole el paso, al tiempo que un hosco policía -al menos eso supuso a la vista del abigarrado uniforme- cuidaba de que nadie rodeara el obstáculo a juzgar por la forma con la que le requirió que se detuviera.

-¿A dónde vas, niña? -le preguntó en tono autoritario.

-A la Ciudad Esmeralda, a solicitar al maravilloso Mago de Oz que me ayude a volver a casa, en Kansas.

-Pues por aquí no puedes pasar -respondió al tiempo que se atusaba el grueso bigote-, porque el camino de baldosas amarillas está cortado a unos centenares de metros más allá. Quien te indicó que lo siguieras para llegar a la Ciudad Esmeralda no debía saber que su último tramo fue levantado y sustituido por una autopista de seis carriles; ni siquiera existe la Ciudad Esmeralda, demolida en su totalidad para construir en su solar un parque temático que todavía no ha sido inaugurado. Así pues, es innecesario que continúes tu viaje, ya que allí sólo encontrarás albañiles y maquinaria de construcción.

-¡Pero eso no puede ser! -exclamó desolada la pequeña Dorothy-. ¡Tengo que ver al Mago de Oz, puesto que él es el único que puede ayudarme. ¿Me puede decir usted dónde lo puedo encontrar?

-¿Encontrar a ese granuja? Me temo que lo vas a tener difícil, hija. Fue él quien vendió la Ciudad Esmeralda a una multinacional para especular con los terrenos, y tras embolsarse el dinero de la venta desapareció de Oz sin dejar el menor rastro y sin decir a donde se marchaba, dejando a sus súbditos sin ciudad donde vivir, sin gobernante al que obedecer y sin saber a donde ir, ya que todos ellos fueron desahuciados de sus viviendas y ahora vagan por los caminos o bien han solicitado refugio en los reinos vecinos. Se dice que tras guardar las ganancias en un paraíso fiscal lleva ahora una vida relajada en una isla del Caribe, de la Polinesia o del Índico, no se ponen de acuerdo, pero vete tú a saber. En cualquier caso aquí no lo encontrarás, por lo que tendrás que buscar otro tipo de ayuda.

-¿Qué puedo hacer? -gimió Dorothy sollozando-. Tan sólo soy una niña, y quiero volver a casa.

-No lo sé, lo siento -intentó consolarla el guardia al tiempo que se rascaba la parte del casco correspondiente al cogote-. Quizás podrías intentar seguir la autopista en dirección contraria; conduce a Nueva Gotham y, una vez allí, buscar a Pterosaurioman y contarle tu problema; él acostumbra a ayudar a los necesitados, así que supongo que atendería tu petición o al menos sabría indicarte como solucionarla.

-Pero... -añadió interrumpiendo el ademán de Dorothy de darle las gracias y despedirse- hay un problema. Nueva Gotham está a más de cien kilómetros de aquí; caminando tardarías una eternidad y llegarías exhausta, aunque en realidad tampoco podrías hacerlo, puesto que está prohibido a los peatones caminar con la calzada e incluso por el arcén. Además, aunque todavía no hay mucho tráfico es peligroso.

-¿Entonces? -la niña se detuvo con ademán abatido.

-El camino termina en el área de servicios de la autopista, y allí hay una parada de la línea de autobús que conduce a Nueva Gotham; de momento sólo suelen usarla quienes trabajan en la construcción del parque temático, pero también admiten pasajeros. Podrás esperar hasta que llegue el autobús y en caso de necesidad, ya que la frecuencia no es muy alta al no estar todavía inaugurado éste, comer algo y descansar en el hotel restaurante. No se me ocurre otra cosa.

-¡Pero yo no tengo dinero! -gimió- Fui arrancada de casa, bueno en realidad junto con la casa por un tornado, por lo que sólo llevo encima lo puesto...

-Vaya, pues éste sí que es un problema; podrías evitar el gasto en el hotel y el restaurante, pero no el billete de autobús; ¡espera! -exclamó el policía, que en el fondo era un buen hombre-. Enseña esto al conductor y también puedes intentarlo con el dueño del restaurante; me deben algunos favores -le explicó al tiempo que garabateaba unas palabras en un papel que sacó del bolsillo-. Supongo que bastará para que llegues a Nueva Gotham sin problemas y a ser posible con el estómago lleno.

-Muchas gracias, señor... -balbuceó Dorothy recogiendo el papel y guardándolo sin leerlo en su cestita.

-Diggs -respondió éste al tiempo que esbozaba una amplia sonrisa- Oscar Zoroastro Diggs, para servirte. Adiós, pequeña, y que tengas suerte en tu búsqueda -se despidió de ella con un marcial saludo militar al tiempo que se apartaba para dejarle paso.

Apenas unos minutos después Dorothy llegaba al área de servicio, dirigiéndose al restaurante para preguntar cuanto tardaría en llegar el primer autobús al tiempo que intentaría comer algo... sin olvidarse del pobre Totó, que tampoco había probado bocado desde hacía tiempo. Pero seguía sin estar tranquila.

-Y cuando llegue allí -se decía-, ¿cómo podré encontrar a ese señor Pteronosequé? Porque Nueva Gotham tiene todo el aspecto de ser una ciudad muy grande...

Lamentablemente la continuación de la historia de Dorothy quedó reservada para una segunda película por razones comerciales, la cual no llegó a rodarse. Por consiguiente, no existe manera de saber como terminó su aventura y si pudo retornar, tal como deseaba, a su añorada Kansas.


Publicado el 18-3-2025