La verdadera historia de Wendy



-Lo siento, Peter, pero no estoy dispuesta a aguardar más. Me marcho ahora mismo de Nunca Jamás, y va completamente en serio. No pienso permanecer aquí ni siquiera un minuto más.

-Pero Wendy, ¿por qué dices eso? -respondió él perplejo-. O mejor dicho, ¿por qué es tan tajante tu determinación? ¿Tan mal estás aquí? Una vez que nos desembarazamos del Capitán Garfio y su tripulación nuestra isla es un paraíso, el lugar ideal para vivir... sobre todo si además no crecemos para convertirnos en adultos.

-¿Cómo puedes estar tan ciego para decir eso? -sollozó con rabia la muchacha-. No crecerás tú, y tampoco lo hacen mis hermanos ni los Niños Perdidos. Pero yo... ¡mírame! ¿No te das cuenta de que yo sí he crecido? Llegué aquí siendo una niña de doce años, y ahora tengo más de cuarenta. ¡Conmigo no sirvió el sortilegio!

-No te entiendo -Peter nunca se había caracterizado por su perspicacia-. Yo te sigo viendo igual que ayer...

-¿Es que no tienes ojos en la cara? -le espetó furiosa-. ¿Acaso te parezco una niña de tu edad? ¿O es que no te fijas en mis canas, en mis arrugas, en mis caderas, en mis dos... -se interrumpió pudorosa-. ¿Nunca te han dicho que eres un narcisista y un mentecato?

-No lo entiendo... -musitó él haciendo caso omiso de los reproches-. Debería haber funcionado contigo, al igual que conmigo y los demás.

-¡Imbécil! -explotó Wendy-. ¿Sabes acaso por qué no me mantuve en la edad con la que llegué? ¡Por culpa de de Campanilla, esa pérfida arpía en miniatura que me odiaba y de esta manera se vengó conmigo! ¡Me lanzó un hechizo neutralizador de los inhibidores hormonales que bloquean el crecimiento en Nunca Jamás!

-¿Campanilla? No puede ser. Ella es bondadosa, jamás haría nada tan feo.

-Mira que eres memo. Campanilla estaba enamorada platónicamente de ti, y yo era su competidora. Lo hizo por celos, si es que esto te dice algo. ¿Olvidas que intentó matarme a mi llegada a Nunca Jamás y tú me salvaste de estrellarme contra las rocas? En castigo la desterraste.

-Fue un accidente, si la castigué fue por su imprudencia, no porque creyera que había obrado mal. Pero luego ella me salvó de la bomba que habían preparado los piratas.

-¡Imprudencia! ¡Ja! ¿Crees que habría obrado igual si el atentado hubiera sido contra mí?

-Yo... -la obtusa mente del chico volador comenzaba a ver algo de luz-. ¿Acaso tú...?

-¡Al fin caíste del guindo! Sí, papanatas, yo estaba enamorada de ti... y a diferencia de esa bruja lepidóptera no me lo planteaba en versión platónica. Aunque si ninguno de los dos envejecíamos, claro está, la cosa no iría a mayores. A mí entonces eso no me importaba, al fin y al cabo todavía era una cría, pero cuando vi que me iba haciendo mayor y tú seguías en la edad del pavo, empecé a preocuparme... y todavía más cuando me convertí en una mujer hecha y derecha. Esperé pacientemente a que tú, aunque siguieras sin crecer, al menos maduraras un poco como persona dejando de ser el descerebrado que siempre has sido, pero el paso de los años demostró que alentaba un imposible. Ahora es cuando me lamento del tiempo perdido y de lo ingenua y estúpida que fui.

-Pero Wendy, si yo te quiero...

-Sí, pero no como yo deseaba que me quisieses. Además, a estas alturas podría ser perfectamente tu madre, y no me interesa un amor de hijo que es lo único que me podrías ofrecer si es que tu egoísmo te lo permitiera, algo que dudo. Así pues, se acabó. ¿Serías tan amable de pedir a Cencerro Volador que me riegue con una dosis suficiente de polvo de hada para que pueda volver a casa? Por supuesto asegurándote de que no vuelva a perpetrar una trastada y me quede flotando en mitad del espacio, me incinere en la atmósfera o me estrelle en el aterrizaje. Como puedes imaginar no me fío un pelo de ella, aunque con mi marcha le deje el campo libre. ¡Menudo regalo envenenado! -rió torvamente-. O por si acaso, será mejor que llame a un aerotaxi para evitar posibles riesgos. ¿Te importaría prestarme algo de dinero para pagarlo? Yo no tengo un céntimo, mientras me consta que tú guardas a buen recaudo el tesoro de Garfio que no es moco de pavo. Prometo devolvértelo por transferencia bancaria en cuanto pueda, una vez llegue a casa y me organice; a saber con lo que me encontraré allí después de tantos años, esa es otra.

-¿Y tus hermanos? -preguntó Peter Pan con un hilo de voz.

-¿Pretendes que cargue con esos dos mocosos? Chico, quiero vivir y recuperar en lo que pueda el tiempo perdido antes de convertirme en una solterona. Además, ellos no crecieron y son felices aquí con el resto de los Niños Perdidos. Déjalos tranquilos.

Viendo que él se mostraba indeciso, le apremió:

-¡Venga, que es para hoy! ¿Dónde hay un teléfono con suficiente cobertura? Apúntame también el coste de la conferencia en la cuenta, no quiero dejarte a deber nada.


Publicado el 3-11-2024