La verdad sobre el caso Batenkaitos
Kurt Batenkaitos era un gran científico. Lamentablemente, era también un gran canalla. Poseedor de una soberbia estratosférica acorde con una falta total de escrúpulos, había que adjudicarle también el mérito de haber sido capaz de concitar entre sus colegas una aversión generalizada, en muchos casos convertida en odio, que él desdeñaba atribuyéndolo todo a la envidia.
Pese a ello Kurt Batenkaitos seguía siendo un gran científico, lo que no pudo evitar que nadie le creyera cuando hizo pública la noticia de que había construido una máquina del tiempo. Y desde luego, tampoco ayudó demasiado a vencer la incredulidad que rechazara con toda vehemencia las demandas de sus colegas de poder inspeccionar el artefacto, estudiar sus planos y, tal como dicta el método científico, intentar reproducirlo en sus laboratorios. Como cabía esperar el doctor Batenkaitos les acusó de intentar apoderarse de su descubrimiento, razón por la que, para regocijo de sus numerosos enemigos, fue tildado de farsante y aun de cosas mucho peores.
Pero él no se arredró y, haciendo gala de sus innegables dotes oratorias, prometió que realizaría un viaje al pasado del cual volvería trayendo pruebas irrefutables de la veracidad de sus afirmaciones; aunque, por supuesto, tal viaje se realizaría sin testigos de ningún tipo y sin la menor publicidad. De hecho, se negó a revelar el lugar donde tenía escondido su artilugio e incluso el día en el que realizaría su experimento aunque, afirmó, éste tendría lugar en breve.
Apenas una semana más tarde tenía lugar una misteriosa explosión en una nave industrial que luego se supo que había sido alquilada por el excéntrico científico, en la cual debía de ser, con toda probabilidad, donde éste habría instalado su presunta máquina del tiempo... o lo que quisiera que fuese, según sus críticos, que veían así reforzadas sus acusaciones de fraude dado que resultó imposible averiguar la naturaleza exacta del artefacto ahora convertido en un informe amasijo de chatarra. Y desde luego, tampoco ayudó demasiado el hecho de que Kurt Batenkaitos desapareciera sin dejar el más mínimo rastro, ya que de lo que sí estaban seguros los investigadores de la policía era que entre las ruinas del almacén no había aparecido el menor vestigio de posibles restos humanos.
Poco a poco el incidente se fue olvidando, imponiéndose la opinión generalizada de que el doctor Batenkaitos había realizado todo ese montaje para camuflar su fuga a un país exótico, eludiendo la persecución de la justicia por evasión de impuestos o cualquier otro tipo de delito fiscal, que en este último detalle no había demasiado acuerdo; y como las autoridades responsables rehusaron refrendarlo o desmentirlo, ahí quedaría finalmente todo.
El olvido final llegaría, no obstante, algunos años después, cuando otro escándalo de magnitud similar acabó reemplazándolo de los mentideros científicos, y aun de los generales. Todo ocurrió cuando el prestigioso paleontólogo Elmer Oldman comunicó que, cuando investigaba unos coprolitos -o excrementos fosilizados- de tiranosaurios en busca de restos óseos que pudieran aportar información sobre su dieta carnívora, había descubierto en el interior de uno de ellos la montura de unas gafas o, mejor dicho, lo poco que quedaba de ellas. Puesto que según las teorías comúnmente aceptadas por la comunidad científica los dinosaurios del Cretácico no solían utilizar este tipo de adminículos, mientras que por otro lado la probidad profesional del profesor Oldman era intachable, se acabó suponiendo que el ilustre científico había sido víctima de una pesada broma a imitación del clásico fraude del Hombre de Piltdown.
Fue una verdadera lástima que a nadie se le ocurriera preguntar, en la óptica a la que solía encargar sus gafas Kurt Batenkaitos, si el objeto encontrado en el presuntamente falso coprolito pudiera coincidir con el anticuado modelo que el desaparecido científico acostumbraba a usar, siempre el mismo desde hacía décadas, sin hacer jamás la menor concesión a la moda. Porque, pese a sus grandes defectos, el sabio doctor Batenkaitos merecía haber gozado del reconocimiento público por haber sido el primer humano capaz de viajar al pasado... aunque no le hubiera resultado posible volver al presente para disfrutar de su éxito.
Publicado el 2-6-2014