Paradoja temporal



-Convéncete; las paradojas temporales son algo completamente imposible.

-Depende de a qué llamemos paradoja. A mí se me ocurre que...

-Llamo paradoja a todo, absolutamente todo lo que pudiera ser considerado como capaz de alterar el flujo normal del Tiempo.

-Yo lo matizaría...

-No hay nada que matizar. El típico planteamiento de novela de ciencia ficción barata del estilo “señor viaja al pasado, mata a alguien importante y cambia todo el futuro, es decir, su presente”, es algo totalmente imposible. ¿Acaso no estás de acuerdo en ello?

-En ese punto concreto, por supuesto que sí. De hecho, creo recordar que Asimov escribió algo al respecto de ello. ¿Me equivoco? Hace mucho que lo leí, por lo que he olvidado los detalles concretos del relato.

-Yo, sin embargo, lo he releído de nuevo hace muy poco. -sonrió- Se trata de La carrera de la reina roja, y es a mi modo de ver el único tratamiento lúcido que se ha hecho en toda la ciencia ficción acerca del tema de los viajes temporales.

-Creo recordar que el argumento del mismo era algo así como que había que hacer obligatoriamente algo para que todo siguiera inmutable...

-Así es, exactamente como ocurre con la reina roja de Alicia a través del espejo, obra en la que se inspiró Asimov para escribirlo.

-Es decir, que había que correr para mantenerse en el mismo lugar...

-En efecto. En concreto, Asimov habla de un científico loco que envía un tratado de química a la Grecia clásica en el convencimiento de que así la cultura helenística primero, y la romana después, adquirirían una tecnología de la que jamás dispusieron y gracias a la cual el mundo antiguo se salvaría de su hundimiento. Nunca habría existido el largo y oscuro paréntesis de la Edad Media y Europa habría ganado un milenio, o quizá dos, en su evolución, con lo que ahora dispondríamos de una civilización infinitamente más avanzada. Puesto que el experimento se ha efectuado con éxito los protagonistas del relato se espantan ante la posibilidad de que el mundo, su mundo, dé un vuelco total transformándose en otro completamente distinto en el que puede que ellos ni siquiera hayan llegado a existir. Sin embargo, nada habrá de ocurrir puesto que, como finalmente se encargará de aclarar un nuevo personaje, no sólo esta actuación era incapaz de alterar el Tiempo, sino que además era imperiosamente necesaria para lograr que filósofos griegos como Demócrito pudieran desarrollar sus conocidas teorías que todos hemos estudiado en el colegio. La moraleja, pues, está meridianamente clara: No sólo es imposible alterar el pasado, sino que además todo posible intento de hacerlo sería en realidad algo forzosamente impuesto por la causalidad del Tiempo. En definitiva, no sólo la actuación de este imprudente científico no fue a la postre dañina, sino que por el contrario resultó completamente necesaria, ya que hubiera sido precisamente su inacción la que hubiera provocado la catástrofe; claro está, él no lo sabía.

-Sí, la verdad es que resulta interesante este planteamiento; según esto, sería imposible alterar, siquiera mínimamente, el devenir del tiempo ya que cualquier tipo de manipulación deliberada del mismo daría lugar únicamente a un bucle que conduciría exactamente al mismo punto de partida sin la menor consecuencia práctica. Sin embargo, vuelvo a insistir en que en algunos casos la cuestión ya no está tan clara.

-Dime en cuales.

-Es evidente. Imagina que yo construyo una máquina del Tiempo, me voy un par de semanas al futuro, compro un periódico donde vengan los resultados del último sorteo de lotería, vuelvo al presente y juego la combinación ganadora; de repente me encuentro rico merced a una paradoja del Tiempo.

-Estás equivocado. No existe tal paradoja, puesto que lo que acabas de decir es algo completamente imposible.

-¿Por qué? Yo no lo veo así.

-Es muy sencillo, y creo que Asimov aborda también este punto en su cuento. El viaje en el Tiempo es anisótropo y como tal posible únicamente en un sentido: El del pasado, junto claro está con la vuelta posterior a tu presente. El viaje al futuro es algo metafísicamente imposible, ya que no se puede ir a donde nada existe todavía. Por lo tanto, lamento decirte que nunca conseguirás hacerte rico de esta manera.

-Es una lástima. -ironizó- Pero tendrás que darme una buena razón para convencerme de ello. Sabes que llevo años desarrollando las ecuaciones espacio-temporales y jamás me he encontrado con una restricción de este tipo.

-La encontrarás, no te preocupes; al fin y al cabo yo vengo de tu futuro y conozco a la perfección lo que te depara el porvenir... Al menos, hasta mi presente. Que concluirás con éxito tu teoría y conseguirás construir una máquina del tiempo es algo evidente: Mi presencia aquí es la prueba más palpable de tu éxito. Pero también estoy en condiciones de asegurarte, porque lo he constatado personalmente, que el viaje al futuro es algo completamente imposible; de hecho, su equivalencia matemática es una ecuación algebraica con raíces imaginarias.

-Bien, dejemos esto; en realidad, tampoco tiene demasiada importancia. Volvamos, eso sí, al punto anterior, es decir, la imposibilidad de las paradojas temporales. Aun admitiendo las tesis de Asimov, lo cierto es que sigo encontrando ciertos inconvenientes a tus tajantes conclusiones.

-¿Cuáles?

-Admitamos que por mucho que lo intentara un viajero temporal jamás pudiera asesinar a Hitler en su cuna, puesto que estaba escrito que este personaje habría de arrastrar a Alemania y a Europa a la Segunda Guerra Mundial. Admitamos también que este hipotético viajero temporal se hubiera visto arrastrado por el destino a provocar el asesinato de Julio César, pongo por caso, ya que esto también estaba escrito. Pero el viajero, con su sola presencia material en el pasado, ya estaría alterándolo al hablar, dejarse ver, comer, respirar...

-Te estás contradiciendo a ti mismo. Si según tus planteamientos la presencia del viajero era necesaria para que el asesinato de Julio César pudiera tener lugar, ¿qué diferencia hay entre esto y que el viajero se coma un suculento asado en una taberna de la Roma imperial? ¿Acaso no estaba igualmente predestinado que ese asado habría de acabar en su estómago en vez de en el de un patricio romano?

-Pero ese viajero dejaría en la Roma de entonces todo un conjunto de átomos de su época al tiempo que se traía a su presente otros tantos de entonces... ¿No es ésta una alteración de la ley de conservación de la materia?

-¿Por qué? Los átomos no están numerados, creo yo, y el aire de la Roma del siglo I antes de Cristo no debía de ser muy diferente del nuestro; salvo en lo referente a la contaminación, claro está. Por otro lado, cabe suponer que el balance del intercambio de masas fuera equilibrado; pero aunque no fuera así, y cabe suponer que gracias al asado de marras nuestro viajero pudo volver con algún kilito de más, ¿qué importa? La modificación producida por el intercambio de masas sería virtualmente nula en comparación con la masa total del planeta, estaría muy por debajo del nivel de error provocado por el principio de incertidumbre... No, te aseguro que es inútil por completo intentar hilar tan fino.

-Sí, pero siempre habrá algún efecto provocado por el viaje temporal; aun extremando al máximo todas las precauciones el viajero siempre influiría algo en el pasado, por mínimo que fuera.

-Por supuesto que nunca he defendido lo contrario. Lo que yo digo es que todas, absolutamente todas estas alteraciones, están predeterminadas desde siempre.

-¿Qué pasaría si el viajero se tropezase con un bárbaro y éste le ensartara con su lanza como si fuera una aceituna?

-Pues que se moriría en el pasado, claro está; éste habría sido su destino. Estaría escrito en el Tiempo que habría de morir allí y no en su propio presente. Pero con esto volvemos una vez más al punto del principio.

-En resumen; el viaje por el Tiempo no sirve para nada puesto que nada se puede hacer por alterarlo.

-¿Cómo que no?. Al contrario, será enormemente útil el día en que la máquina del tiempo deje de ser un simple prototipo para convertirse en algo usual. ¿Te imaginas a los historiadores viajando al pasado para estudiar in situ a las civilizaciones desaparecidas? ¿Te imaginas la facilidad con la que serían resueltos los grandes enigmas históricos? Yendo todavía más allá, ¿No se te ocurre la posibilidad de un turismo temporal? Y todo ello con la seguridad de que jamás se correría el menor riesgo de alterar el futuro; es más, estoy convencido de que el propio Tiempo exigiría que estos viajes tuvieran lugar para que su predestinado fluir siguiera adelante sin alteraciones.

-Vamos, que a lo mejor resulta que es necesario un turista temporal para partirle la crisma a Aquiles durante la guerra de Troya...

-Bueno, en primer lugar habría que ver cuanto hay de historia y cuanto de invención en la Ilíada, y además Homero dice que fue Paris quien le clavó la flecha en el talón... Pero sí, puede incluso que algunos acontecimientos históricos fundamentales para el desarrollo de la historia hayan podido ser provocados por viajeros temporales... No por su propia voluntad de alterar el futuro, por supuesto, pero sí llevados por el destino inapelable de la predestinación temporal.

-De acuerdo. -se rindió aparentemente- Admitamos todos tus planteamientos acerca de la inmutabilidad del tiempo. Admitamos que éste no pueda ser alterado en ningún caso y bajo ningún concepto. Entonces, ¿me podrías decir por qué estás tú aquí hablando conmigo?

-¿Como dices? No entiendo tu planteamiento.

-Es fácil. Yo estoy desarrollando en estos momentos una máquina del Tiempo la cual, según afirmas, acabaré construyendo. De repente me encuentro con que tú, aprovechando para ello mi propia máquina, viajas a tu pasado, es decir, mi presente, solamente para hablar conmigo y, aparentemente, para convencerme de que el Tiempo no puede ser cambiado por mucho que nos lo propongamos.

-En efecto, así es. Pero, ¿qué encuentras de extraño en esto?

-Podrías influirme negativamente haciéndome ver la inutilidad de mi propósito. Podrías conseguir que renunciara a construir la máquina.

-Eso es absurdo; en este caso nunca podría haber llegado aquí. Piensa que el fenómeno podría ser justo el contrario, es decir, que esta conversación fuera imprescindible para convencerte de que debes construir la máquina.

-No lo creo. Te aseguro que ya estaba muy motivado para hacerlo sin necesidad de que nadie viniera a darme una palmadita en la espalda.

-Olvidas que yo conozco tu futuro. Imagínate, por ejemplo, que más adelante te tropieces con una dificultad que consideres insalvable y que, desalentado, optes por abandonar tu proyecto. En este caso, la certeza de que pese a todo acabarás alcanzado tu objetivo puede ser un factor decisivo. Puede, también, que llegues a temer que una alteración temporal pudiera perturbar el Tiempo hasta unos extremos imprevisibles, siendo entonces fundamental para ti el convencimiento de que nunca será así de forma que el viaje por el Tiempo pueda resultar perfectamente seguro. O puede, por último, que venga a advertirte para que en determinada fecha evites un accidente mortal que truncaría tu vida y, por lo tanto, el desarrollo final de la máquina del Tiempo.

-¿Acaso mi vida corre peligro en el futuro? -se inquietó.

-No te preocupes; al menos hasta mi presente, te puedo asegurar que siempre has gozado de perfecta salud y nunca has sufrido el menor daño digno de mención. Se trataba únicamente de un simple ejemplo. Pero lo cierto es que mi visita es fundamental para que acabes construyendo la máquina del Tiempo; o si lo prefieres así, el Destino exige que tú y yo mantengamos, aquí y ahora, esta entrevista.

-¿Por qué es tan fundamental esto?

-Ya te lo he dicho, o por lo menos te lo he insinuado. Es preciso que tengas la certeza total y absoluta de que tu empresa va a llegar a buen término. Es imprescindible que en los momentos más duros por los que te vas a ver obligado a atravesar nunca abandones y sigas adelante a pesar de tropezarte con obstáculos que desalentarían a cualquiera. Tienes que estar plenamente convencido de que vas a lograrlo por más que todo parezca indicar lo contrario.

-Sí, no cabe duda de que tu prueba no puede ser más convincente... -ironizó.

-Por eso fue elegida. Cualquier otra manera de intentar convencerte no hubiera sido lo suficientemente segura.

-Luego entonces, ¿cuál es tu mensaje?

-Uno muy sencillo. Sigue adelante hasta el final. Está escrito que tú vas a ser el constructor de la máquina del Tiempo, y está escrito también que gracias a esta entrevista no flaquearás en los momentos difíciles.

-Resulta curioso. Para venir a pedirme que construya la máquina del Tiempo has tenido que venir, precisamente tú, en mi propia máquina del Tiempo, ya que de no haberlo hecho así yo nunca habría alcanzado mi objetivo y tú, por lo tanto, no habrías podido visitarme. ¿No es ésta una hermosa paradoja?

-Deja de dar vueltas a este asunto; no existe tal paradoja ya que era imposible cualquier otra alternativa. Yo no podía dejar de venir a visitarte, y tú no tenías otra opción que la de construir la máquina. Que el fluir del tiempo exija a veces la existencia de bucles no quiere decir que haya otras alternativas posibles, ya que las encrucijadas temporales son de todo punto imposible. Sólo existe un único futuro al igual que sólo existe un único pasado, por lo que cualquier elucubración acerca de un hipotético futuro paralelo es solamente una elucubración sin el menor sentido.

-Bien, supongo que habré de creérmelo.

-Lo creerás, no lo dudes. -sonrió socarronamente- Y ahora, si me lo permites, tengo que volver a mi presente. Ya ha cumplido con el objetivo que me trajo hasta aquí, y te confieso que esta entrevista me ha resultado tremendamente perturbadora... A pesar de que desde hace mucho sabía que habría de tener lugar.

-No menos perturbadora ha sido para mí, sobre todo teniendo en cuenta que yo no estaba sobre aviso como sí lo estabas tú.

-Sé perfectamente como te sientes, y te aseguro que no se trata de un mero formulismo.

-Es curioso. -rió con nerviosismo- Es muy curioso. Dudo que alguien se haya encontrado jamás en semejante circunstancia.

-Seguro que no. Bien, tengo que marcharme. Hasta siempre.

Y desapareció, ya que la máquina del Tiempo no era ningún armatoste voluminoso sino un pequeño objeto que cabía perfectamente en cualquier bolsillo. El futuro inventor de la misma quedó de esta manera solo, meditando acerca de la excepcional experiencia por la que acababa de atravesar; porque si insólito resultaba que alguien del futuro le visitara aprovechándose de su propia obra, lo que ya resultaba abrumador es que ese alguien fuera él mismo... Porque, como acertadamente le había comentado su yo del futuro, sólo él mismo hubiera sido capaz de convencerse a sí mismo. Mas a pesar de todo, insistía ya en solitario, ¿no había sido ésta una fenomenal paradoja?


Publicado el 1-12-2002 en Menhir