La verdadera historia de Aladino y la lámpara maravillosa



Aladino, maravillado, cogió en sus manos la lámpara que había encontrado escondida en la gruta. Gracias a la película sabía que no se trataba de una lámpara cualquiera sino de la morada de un genio, y que bastaría con frotarla para que éste surgiera de su encierro y le concediera tres deseos.

Así pues, procedió a hacerlo viendo como de la boca de la lámpara surgía una espesa niebla que poco después se condensaba en una figura de forma humana, el genio.

Pero había algo que no acababa de cuadrar, Quien se encontraba frente a él no tenía aspecto de genio, al menos tal como se lo imaginaba, sino más bien de un burócrata de apariencia anodina ataviado con un sobrio traje negro, incluidos el anacrónico sombrero y el no menos anticuado maletín.

-¿Eres el genio? -le preguntó sorprendido.

-No -respondió éste-. Me llamo Argimiro Malasombra, y soy inspector de Hacienda.

Y viendo la cara de sorpresa del muchacho añadió:

-Hace algún tiempo la Agencia Tributaria y el Sindicato de Genios firmaron un convenio para gravar los bienes obtenidos por la vía de los deseos, y para agilizar los trámites y el cobro de los tributos devengados acordaron crear un cuerpo de agentes interventores encargados de gestionarlos.

-¡Pero si yo no he pedido todavía ningún deseo! -exclamó Aladino-. ¡Ni siquiera he visto todavía al genio!

-No te preocupes, aparecerá en cuanto hayamos resuelto el asunto. Para evitar posibles intentos de evasión de impuestos, nosotros siempre llegamos primero. Una vez hayas declarado la índole de los deseos que vas a pedirle, me conectaré con la tableta al sistema informático de la Agencia y en un momento tendremos calculada la deuda contraída. Sólo tendrás que firmar el consentimiento y, claro está, pagarla. No te preocupes si no dispones de ella en metálico, podrás hacerlo con la tarjeta de crédito o domiciliándola en tu cuenta bancaria.

-Yo, yo... ¡yo no tengo dinero! -protestó el muchacho al borde del colapso-. Pero me haré rico gracias a los tres deseos. Déjame pedírselos al genio y te lo daré.

-Lo lamento mucho, pero esto no es posible -le interrumpió impertérrito Malasombra-. De acuerdo con el protocolo XL/3217.5 que regula la gestión tributaria establecida en la ley 47/2 de 17 de octubre sobre Gravámenes y tasas correspondientes a los bienes percibidos mediante concesión de deseos, la liquidación de éstos ha de ser previa a la solicitud de los mismos y, lógicamente, a su concesión. Como cabe suponer -añadió- si la declaración y la liquidación efectuadas no coincidieran con los deseos solicitados y éstos rindieran unos beneficios mayores de los declarados, sería considerado dolo e intento de evadir impuestos, y al contribuyente se le aplicaría una declaración paralela reclamándosele el importe correspondiente a los bienes no declarados junto con un recargo del 20% y, dependiendo del monto de la cantidad defraudada, la correspondiente multa o la incoación de un expediente por delito fiscal.

-Pues no tengo nada con lo que pagarte -respondió abatido Aladino-. Mi madre y yo somos pobres, apenas tenemos lo necesario para comer...

-No te preocupes; puesto que no llegaste a pedir los deseos no has incurrido en irregularidad alguna. Claro está que tendrás que renunciar a hacerlo.

Y mientras el muchacho asentía débilmente con la cabeza Argimiro Malasombra se desvaneció retornando en su forma nebulosa al interior de la lámpara.

-¿Y ahora qué le digo yo a mi tío, que me está esperando afuera? -gimió el infeliz.


* * *


Mientras tanto su interlocutor se materializaba en el interior de su acogedora vivienda, que no por reducida carecía de comodidad alguna. Aunque su aspecto no era ya el de un adusto inspector de Hacienda sino el que cabía esperar de un genio, color azul incluido.

-Tenía razón Ozriz cuando me sugirió esta treta para que los humanos nos dejaran en paz -rió satisfecho-. No hay nada que los acobarde más que un inspector de Hacienda.

Se tumbó voluptuosamente en el mullido diván y continuó con su monólogo.

-Y es que ya estaba harto de que me dieran la tabarra con sus exigencias y sus antojos, como si a mí no me costara esfuerzo conseguirlos... que uno posea poderes sobrenaturales no quiere decir que no estemos tan sujetos como ellos a las leyes físicas; pero ni se molestaban en preguntarme si era capaz o no de hacerlo, simplemente pedían “genio, dame esto” o “genio, dame esto otro” sin importarles un pimiento todo lo demás.

Incorporándose hasta quedar sentado hizo un gesto con la mano y en ésta apareció una copa de cristal finamente tallado conteniendo un delicado licor que degustó con placer.

-El único inconveniente es el engorro de tenerme que disfrazar con ese traje tan ridículo e incómodo, en especial la maldita corbata; nunca entenderé que mientras las mujeres se desembarazaron en cuanto pudieron del corsé, los hombres sigan empeñados en torturarse con este absurdo artilugio. Pero lo importante es que el invento funciona.

Y apurando la copa la hizo desaparecer, conjurando a continuación una bandeja repleta de exquisitos dulces.

-Esto es vida -masculló mientras saboreaba un pastel- sin tener que aguantar más a estos pelmazos. Ahora escucharé algo de música y dentro de un rato llamaré a Eugenia; si acepta, será un buen plan para esta tarde.


Publicado el 24-9-2023