A rey muerto...



-Voy a serle completamente sincero. Como usted sabrá, nuestro equipo se ha quedado incompleto debido al desgraciado accidente en el que falleció nuestro pobre compañero. Ahora quedamos únicamente dos y, la verdad, pensamos que es insuficiente; por ese motivo estamos buscando un sustituto. Ahora bien, usted comprenderá que no nos vale cualquiera... Nuestro trabajo es sumamente peculiar y requiere unas dotes muy particulares para poderlo ejercer con garantías de éxito.

-Sé positivamente que tiene usted toda la razón. Pero convendrá asimismo conmigo en que no soy precisamente un desconocido, y que mi mejor aval es mi propio trabajo tal como no ignoran ustedes.

-Conocemos de sobra su labor que, lo confieso con toda sinceridad, siempre nos ha parecido excelente... Tanto es así, que hubo un tiempo en el que llegó a preocuparnos seriamente su competencia. Al fin y al cabo -sonrió-, hemos sido rivales durante mucho tiempo.

-Sin necesidad, ciertamente.

-Así es. Sin embargo, sí que hubo momentos en los que perdimos en beneficio suyo un buen puñado de antiguos clientes... ¡Oh, discúlpeme! -se interrumpió al ver el ceño fruncido de su interlocutor- Le aseguro que no pretendía en modo alguno criticarle. Lo pasado, pasado está, y lo único que nos debe interesar en estos momentos es el futuro -sonrió débilmente.

-Soy de su misma opinión; de ahí mi deseo de colaborar a partir de ahora con ustedes.

-Decisión que, créame, le agradecemos profundamente. Pero dígame, ¿qué es lo que le ha movido a desear abandonar de una manera tan repentina su trabajo en solitario? Ciertamente le iba muy bien.

-Sí, es verdad que me iba perfectamente; incluso puede que mejor que lo que yo hubiera deseado. Pero, ¿sabe usted lo tedioso que puede acabar resultando estar siempre solo? Ustedes son tres... Bueno, ahora sólo dos, -se corrigió rápidamente- y esto hace que su trabajo sea mucho más descansado y agradable. Y usted mismo acaba de decir además, recuérdelo, que desean cubrir cuanto antes el hueco dejado tras el fallecimiento de su desgraciado compañero. Yo ya no soy joven, y estoy muy cansado de no poder disfrutar de la menor compañía. Así que, cuando me enteré de que estaban buscando un sustituto no dudé un solo instante en venir a ofrecerles mis servicios junto, claro está, con mi propia cartera de clientes.

-Me satisface profundamente, al igual que le ocurre a mi compañero, que haya tomado usted esta decisión; la verdad es que nos temíamos que resultara enormemente difícil, por no decir imposible, poder encontrar alguien lo bastante adecuado. Usted representa sin duda la mejor opción que podría presentársenos y, créame, estaríamos encantados de poder contar con su colaboración tal como nos ha ofrecido. Pero...

-Pero, ¿qué? -preguntó con inquietud el aspirante- ¿Acaso existe algún problema?

-Ninguno que no pueda llegar a solucionarse; tranquilícese. -y viendo el suspiro de alivio de su interlocutor, continuó- Pero sí que encuentro, perdón encontramos, cierto número de obstáculos que habría que vencer a la hora de la digamos... homologación. Tenga en cuenta que sus condiciones de trabajo han sido muy diferentes de las nuestras, y que sería imprescindible llegar a una mínima homogeneización de las mismas para poder alcanzar unos resultados satisfactorios de nuestra asociación. Si usted entra a formar parte finalmente de nuestro equipo, mucho me temo que no tendríamos otro remedio que modificar obligatoriamente algunas cuestiones, bastante importantes por cierto.

-Yo estoy dispuesto a adaptarme a su modo de trabajo. -respondió con rapidez.

-No, no es eso... Usted nos ha ganado siempre en algunos aspectos, y sería completamente estúpido renunciar a todo aquello que pueda suponer una mejora; no, nuestra propuesta consiste en tomar de cada parte todo lo que resulte ser más positivo independientemente de donde proceda; tenga en cuenta que es muy difícil que podamos volver a contar con una oportunidad como ésta en mucho tiempo... y que no estamos dispuestos a desaprovecharla.

-Me llena usted de satisfacción.

-Me alegra que sea así. Bien, ¿qué le parece que pasemos a estudiar las condiciones en las que ha de tener lugar la asociación?

-Cuando usted quiera.

-Pues cuanto antes mejor. En primer lugar, está la cuestión de la indumentaria: yo creo que la suya tradicional puede valer; no hay motivo para cambiar algo tan conocido. Más problemático es el tema de los medios de transporte; me temo que el suyo no sea demasiado compatible con los nuestros.

-No hay problema. -atajó el ya contratado aspirante- Me adaptaré al suyo.

-Perfecto. Otro factor a tener en cuenta es la residencia; evidentemente, no podemos vivir en rincones opuestos del planeta.

-Si me permiten ofrecerles mi humilde morada...

-Puede que sea una buena idea mudarnos allí; se trata de un lugar mucho más tranquilo que el nuestro y, créame, estamos ya bastante hartos de sobresaltos. Eso sí, tendrá buena calefacción, ¿no?

-Excelente.

-Pues no se hable más. Nos queda pendiente tan sólo un último punto, que es el más espinoso de todos: La jornada laboral. Obviamente, aquí sí que no valen medias tintas.

-Sí. -sonrió con complicidad su interlocutor- Y aquí surgieron en el pasado nuestras principales discrepancias. Sin embargo, yo no veo por qué no pueden ser conjugadas ambas cuestiones, la efectividad y la tradición.

-No le comprendo.

-Es muy sencillo. ¿Acaso no podríamos trabajar las dos veces en vez de hacerlo una sola? Nuestros clientes tendrían donde elegir, y esto beneficiaría a todo el mundo. Sí, ya sé que es doble trabajo, máxime teniendo en cuenta que tendremos que contar con la suma de nuestras dos clientelas...

-Eso es lo de menos; lo importante es hacer bien el trabajo. Además, los medios técnicos de que disponemos nos permiten evitar la mayor parte del esfuerzo, que es además el más penoso. No se hable más; todo queda zanjado.

Sonrientes y satisfechos, ambos se levantaron de sus asientos para abrazarse estrechamente. El acuerdo era completo y su futuro estaba más que asegurado.

-Verá que contento se va a poner Baltasar cuando se lo diga. La verdad es que, desde que falleciera Gaspar, el pobre no levanta cabeza.

-Confío en que se recupere; no veo ningún motivo para que no sea así. Por otro lado, me intriga pensar cómo van a reaccionar los niños ante mi conversión en Rey Mago. -rió.

-Melchor, Papá Noel, Baltasar... Resulta divertido. -coreó Melchor- Por cierto, ¿se imagina el lío que les vamos a armar a los belenistas con usted montado en un camello?

-Peor hubiera sido con mi trineo; me temo que a mis pobres renos no les habría sentado demasiado bien el clima de Palestina.

Contentos ambos salieron de la estancia fraternalmente cogidos del brazo. La Navidad estaba cerca y aún les quedaba mucho por hacer; en especial, estaba la cuestión de la campaña publicitaria que se encargaría de dar a conocer por todo el mundo la nueva composición de su equipo. Las cosas había que hacerlas bien, máxime en unos tiempos en los que la promoción de la imagen revestía tanta importancia.


Publicado el 2-2-2007 en NGC 3660