Conflicto laboral
-Me disculparán Sus Majestades si soy tan directo, pero las circunstancias me obligan a obrar así. Finalmente se ha confirmado la convocatoria de huelga, que se mantendrá con carácter indefinido hasta que pase la festividad de la Epifanía.
El asesor financiero y legal de los Reyes Magos no se había andado por las ramas, y el efecto de sus palabras no tardó en hacerse sentir en los ceños fruncidos de sus tres interlocutores.
-¿Significa eso que los figurantes no van a actuar en representación nuestra en la recepción de cartas, visitas de los niños y cabalgatas? -preguntó preocupado Gaspar.
-Así lo temo -respondió el abogado-. El comité de huelga ha declarado que éstos no intervendrán en ningún acto programado hasta que no se acepten sus reivindicaciones, y por si fuera poco se han negado en redondo a negociar.
-¡Pero eso no puede ser! -explotó Melchor-. Sus condiciones son inaceptables.
-Hombre, pretender que les hagamos un contrato tampoco tiene nada de excepcional -terció Baltasar en tono conciliador-. Lo que pretende esta gente es reducir su precariedad laboral.
-¿Sabes cuánto nos costaría eso? -le espetó éste-. Pregúntale al asesor. De donde no hay no se puede sacar, y no somos una multinacional sino una entidad no lucrativa.
-Ejem... -carraspeó el aludido-. Es cierto que ustedes no disponen de liquidez suficiente para asumir el coste de todos estos contratos, ni siquiera con carácter temporal y de poca duración; pero también es verdad que pagándoles en negro unas cantidades irrisorias, y eso cuando se las pagaban, tampoco se podía seguir mucho tiempo. Los tiempos han cambiado mucho, y queramos o no nos vemos obligados a adaptarnos a ellos.
-¡Pero nosotros tampoco cobramos! -intervino de nuevo Gaspar-. Al contrario, realizamos una labor social que resultaría impagable a precio de mercado. A Melchor no le falta razón.
-Sí, pero nosotros no necesitamos un sueldo para poder vivir -atajó Baltasar con su exótico acento, tomando aparentemente partido por los huelguistas-; y mucha de esa gente, sí.
-Pues ya me dirás de donde sacamos el dinero, nuestras reservas están cada vez más bajas.
-Si la huelga se lleva finalmente a cabo, ¿qué podríamos hacer para minimizar sus perjuicios? -preguntó Gaspar un tanto retóricamente.
-¡Reclutar a otros figurantes! -saltó el impulsivo Melchor-. No sería por falta de gente. Ganen poco o mucho, siempre encontraremos candidatos para cubrir esos puestos. A unas malas, incluso muchos padres aceptarían hacerlo gratis con tal de evitar el disgusto a sus hijos.
-Me temo que esto no resultaría tan fácil -aguó los ánimos el asesor-. El comité de huelga está muy bien asesorado y organizado, y cuenta con el apoyo de la gran mayoría del colectivo y de buena parte de los medios de comunicación. Asimismo, han advertido que en el caso de que recurriéramos a esquiroles organizarían piquetes para boicotear las recepciones y las cabalgatas. Si me permiten la expresión, estamos bien pillados. A lo único que no se opondrían, por razones obvias, es a que Sus Majestades se encargaran personalmente de ellas.
-¿Pretenden, que lo hagamos nosotros? -clamó Baltasar alzando los brazos al cielo-. ¿Es una burla? Saben de sobra que eso no es posible; seremos magos pero no dioses dotados del don de la ubicuidad. Llevamos muchísimos años recurriendo a los figurantes, y nadie hasta ahora había cuestionado este modelo.
-Pues ya ves, siempre hay una primera vez -suspiró Gaspar-. Por cierto -añadió suspicaz-, ¿no estará detrás de todo esto la mano de él? Ya ha intentado hacernos más de una jugarreta.
Los Reyes Magos jamás llamaban por su nombre a su encarnizado rival, pero todos entendieron a quien se refería.
-Por esta vez me temo que no -desmintió el empleado-. Según las noticias de nuestros informadores, está teniendo los mismos problemas que Sus Majestades. Además, el portavoz del comité de huelga ha repetido una y otra vez que sus reivindicaciones no eran políticas sino estrictamente laborales, y que no hacían la menor distinción alguna entre unos y otros. Él también está amenazado por la huelga.
-Flaco consuelo -rezongó Melchor-. Para una vez que le va mal a ese payaso gordinflón, también nos va también mal a nosotros.
-¿Por qué no dejamos de divagar y nos centramos en buscar la manera de evitar el embrollo? -propuso Baltasar-. Alegrarnos de los males ajenos no va a contribuir a resolver los nuestros.
-Yo... -propuso tímidamente el ejecutivo al tiempo que conectaba su ordenador portátil y buscaba un documento en él-. Yo había preparado el borrador de un posible plan alternativo para salvar la crisis, evitando en lo posible los efectos negativos de la huelga. Ya que no podemos derribar el obstáculo, deberíamos probar a rodearlo.
-¿Cómo? -gruñó escéptico Melchor-. Si los figurantes se niegan a actuar representándonos a nosotros, no podemos recurrir a sustitutos y está claro que a nuestros años tampoco es factible que nos peguemos la paliza para no poder llegar ni a una mínima parte de todos los sitios donde nos esperan, ya me dirá usted cual puede ser la solución. Nuestra magia no da para tanto.
-No es cuestión de magia, sino de tecnología -repuso suavemente el interpelado-. Cierto es que la tradición siempre ha pesado mucho en sus rituales, y era bueno que fuese así; pero tarde o temprano habría sido necesario modernizarse, y mucho me temo que el momento ha llegado.
-Explíquese, por favor -le apremió Gaspar mientras Baltasar asentía expectante.
-Es sencillo. Estamos en la era de la informática, y mucha gente, y en especial las nuevas generaciones, está familiarizada con las nuevas tecnologías: internet, redes sociales, whatsapp, videoconferencias...
-¿Qué quiere decir con eso? -se sorprendió Melchor-. No irá a insinuar que...
-Renovarse o morir, Majestad, como usted prefiera. Yo había pensado que ustedes podrían suprimir de forma oficial los actos presenciales, hasta ahora representados por figurantes, por videoconferencias que podrían realizarse cómodamente desde su propio palacio. Así, no sólo sortearíamos limpiamente la huelga sino que además sentarían un precedente para años venideros. Ya no necesitaríamos figurantes disfrazados como si fueran ustedes, con lo que el problema quedaría solucionado.
-¡Pero eso supondría un esfuerzo muy superior al de ahora! -objetó Baltasar, el más sedentario de los tres-. Hasta ahora nos habíamos limitado a aparecer en unos pocos actos oficiales, mientras que con su propuesta acabaríamos hartos de chupar cámara. No le veo la ventaja por ningún lado.
-¿Y quien ha dicho que tuvieran que ser Sus Majestades los participantes en las videoconferencias, salvo en casos muy excepcionales? Podrían hacerlo figurantes en representación suya... reclutados en sus propios reinos, no en España ni en otros países donde están vigentes esas molestas leyes laborales. Ustedes son monarcas absolutos, y su palabra es ley en sus respectivos reinos sin necesidad alguna de parlamentos, elecciones o democracia de ningún tipo. Para ello bastaría con recurrir a sus propios pajes o, si no fuera suficiente, a súbditos suyos sin opción a reivindicar sus derechos, por lo que nunca tendrían que enfrentarse a una huelga ni nada remotamente parecido que se opusiera a sus intereses -concluyó el asesor exhibiendo una taimada sonrisa.
-Eso podría estar bien para las recepciones, pero ¿cómo nos las apañaríamos con las cabalgatas? -insistió el rey negro, que no acababa de verlo claro.
-Nada más fácil -remachó con aplomo el ejecutivo-. Se organiza una cabalgata espectacular aquí mismo y se retransmite por internet a todos los lugares interesados en reproducirla. De paso, acabaríamos con todas las cabalgatas cutres que en tan mal lugar dejan a Sus Majestades.
-Pues a mí no se me antoja una mala idea -reconoció Melchor con el asentimiento tácito de sus colegas-. De hecho me parece bastante buena, y lamento que no se nos hubiera ocurrido antes -concluyó con una sonora carcajada-. ¿Cuándo empezamos?
Y sin darle siquiera tiempo a responder, añadió:
-Pero por encima de todo, que no se entere el maldito lapón. A ver si hay suerte y él si tiene que comerse la huelga con patatas. Resultaría muy divertido.
Todos los presentes celebraron su ocurrencia.
Publicado el 6-1-2022