Decisión salomónica
En la navidad de 20**, y para sorpresa de todos, estalló la guerra entre los Reyes Magos y Papá Noel. Guerra incruenta, entiéndase bien, ya que se desarrolló tan sólo en el ámbito judicial, pero guerra al fin y al cabo consecuencia inevitable de la sorda y secular rivalidad entre ambas partes fruto de la mutua competencia a la hora de ganarse a los niños de todo, o casi todo, el mundo.
Fueron Sus Majestades de Oriente los que abrieron las hostilidades con una denuncia a su rival ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea en la que le acusaban de competencia desleal dado que, al ejecutar su campaña de reparto de juguetes en la noche de Navidad, se adelantaba en casi dos semanas a los Reyes Magos, con el consiguiente perjuicio para éstos que, por tener que esperar hasta la Epifanía, veían como muchos de sus potenciales clientes optaban por pedirle a éste los regalos con la excusa de que así podían disfrutar de ellos durante la práctica totalidad de las vacaciones. Por esta razón, solicitaban que se le prohibiera hacerlo hasta que lo hicieran ellos, con lo cual quedaría asegurada la igualdad de condiciones.
Papá Noel contraatacó a su vez apelando a la libertad de competencia y alegando que nadie impedía a sus competidores adelantar su jornada de trabajo a la navidad. Asimismo, argumentaba que Papá Noel era tan sólo una de sus marcas comerciales registrada en algunos países europeos, peros que a efectos legales él era Santa Claus y, por ser los Estados Unidos su mercado principal, se acogía a las leyes de este país no sintiéndose obligado a acatar la normativa europea.
Como es natural este último punto levantó ampollas en los puntillosos legisladores del viejo continente, los cuales recordaron al demandado que, se llamara como se llamara y trabajara donde trabajase, su domicilio fiscal estaba radicado en la Laponia finlandesa, un territorio perteneciente a la Unión Europea y, por lo tanto, sujeto a sus leyes, declarándose competentes para investigar sus declaraciones de ingresos, si no se avenía a razones, de cara a un posible delito de evasión fiscal.
Alentados por este apoyo implícito, los Reyes Magos objetaron que su tradición era milenaria y estaba vinculada desde siempre a la noche del 5 al 6 de enero, por lo que no era de recibo pretender cambiarla ya que esto iría en contra no sólo de la tradición, sino incluso de los propios evangelios, razón por la que rechazaban de plano las pretensiones de alguien que, en comparación suya, era un advenedizo recién llegado al mercado.
Mientras tanto la justicia norteamericana se inhibía, muy en su tradición del laissez faire, laissez passer, arguyendo que se trataba de un problema privado que se debería resolver también en privado. Muy distinta fue la reacción de sus colegas europeos que, tras admitir a trámite la denuncia, acabaron decretando una decisión salomónica que, si bien no satisfizo a nadie, sí avalaba parcialmente la reclamación de los demandantes.
De esta manera, a partir de la navidad siguiente a la fecha de publicación de la sentencia, la cual sería de obligado cumplimiento para ambas partes sin posibilidad de recurso alguno, se imponía a Papá Noel y a los Reyes Magos la unificación temporal de sus respectivos trabajos; pero en lugar de establecer el reparto de juguetes en la nochebuena o en la noche de Epifanía, éste quedaba fijado en la nochevieja a mitad de camino entre ambas fiestas, con lo cual tanto los posibles perjuicios como las posibles ventajas quedaban así repartidos.
Asimismo, y de cara a velar por una competencia limpia y leal, se establecerían dos censos, uno por cada una de las dos partes, en los cuales deberían inscribirse todos cuantos quisieran recibir la visita bien de Papá Noel, bien de los Reyes Magos. Sería posible cambiarse de uno a otro siempre que se quisiera, pero no se permitiría estar inscrito en ambos de forma simultánea para evitar posibles abusos.
De esta manera quedó zanjada la querella, al menos a nivel judicial y sólo en la Unión Europea. Cierto es que los primeros años hubo bastante confusión en la aplicación de la nueva normativa, pero finalmente se fueron acostumbrando todos a ella aunque tanto Papá Noel como los Reyes Magos se quejaron de la sobrecarga que les suponía no poder empezar a trabajar hasta después de las campanadas del nuevo año, lo que les obligaba a realizar el reparto en menos tiempo; pero ya se sabe que ninguna solución es completamente perfecta. Y además, ¿no son magos?
Publicado el 26-12-2019