Paridad a ultranza
-¿Se puede? -preguntó el propietario de la cabeza color ébano que asomó por el hueco de la puerta entreabierta.
-¡Pasa, Baltasar! -respondió el venerable anciano de barba blanca que estaba sentado frente a la puerta- Te estábamos esperando.
-Hola, Melchor. -saludó el recién llegado al tiempo que se acomodaba en la mesa al lado de su interlocutor- ¡Ah, hola, Gaspar! -añadió a su vez, al apercibirse de la presencia de éste.
-Bueno, ya estamos todos. -exclamó Melchor al tiempo que exhalaba un profundo suspiro- Supongo que os preguntaréis por la razón por la que os he mandado venir lo antes posible interrumpiendo vuestras vacaciones... y las mías.
-La verdad es que me sorprendió bastante tu mensaje, y me preocupó lo apremiante del mismo. Tuve que agenciármelas para conseguir a toda prisa un vuelo directo desde mi oasis particular, lo cual no me resultó nada fácil ya que, como bien sabéis, se encuentra enclavado a varios cientos de kilómetros de distancia del lugar habitado más cercano. Espero que los motivos de la convocatoria justifiquen las molestias...
-Yo tuve que venir tan rápido como tú desde mi refugio del monte Ararat, y Gaspar hizo lo mismo desde los Cárpatos. -explicó Melchor barruntando un leve tono de queja en el comentario de su compañero.
-Entiendo que tuviéramos que reunirnos. -insistió el tozudo subsahariano- ¿Pero era tan urgente? No tuve tiempo casi ni de calzarme las babuchas.
-Por desgracia, lo es. -respondió un abrumado Melchor- Nos enfrentamos a una crisis de incalculables consecuencias.
-¿Y de qué se trata? -intervino por vez primera el hasta entonces silencioso Gaspar- De tus palabras deduzco que debe de ser algo realmente grave.
-No te equivocas. -corroboró el Mago con gesto contrito- Supongo que estaréis al corriente de que hace algún tiempo el gobierno promulgó la Ley de Igualdad, que intenta fomentar la paridad entre los dos sexos incrementando la presencia femenina en la Administración hasta equipararla con la masculina, con el deseo de que la iniciativa se extienda también al resto de la sociedad.
-Sí, algo leí sobre ello, pero la verdad es que no le presté demasiada atención. -objetó Baltasar en tono displicente- ¿Qué nos importa eso a nosotros?
-Pues nos importa, y mucho. Uno de los pilares básicos de esa dichosa ley es la imposición de porcentajes paritarios, es decir, al cincuenta por ciento de hombres y mujeres, en todos los diferentes ámbitos de competencia estatal, desde las listas electorales hasta los tribunales de las oposiciones...
-¡Venga, Melchor, no me intentarás decir que esto nos afecta! -le interrumpió malhumorado Baltasar.
-Por desgracia, así es. Hace poco nuestro asesor legal recibió una requisitoria del gobierno, dirigida a nosotros, en la que se nos instaba a aplicarnos la Ley de Igualdad a nosotros mismos, de modo que al menos alguno de nosotros tres fuera reemplazado por una figura femenina.
-¿Cómo? -la interrupción provenía ahora de un perplejo Gaspar- No me vengas con tonterías. Que yo sepa nosotros no somos funcionarios ni cargo electo alguno, por lo cual no estamos sujetos a jurisdicción política o administrativa de ningún tipo. ¡Vamos, si cuando empezamos a realizar nuestra labor ni siquiera existía este país como tal! Siempre hemos sido independientes, y mucho tendrían que cambiar las cosas para que dejáramos de serlo.
-Eso mismo aduje yo, pero la respuesta fue tajante: independientemente de nuestra autonomía, que nadie cuestiona, llevamos siglos siendo un referente para los niños, por lo cual consideran que nuestro ejemplo sería un acicate de primer orden de cara a la concienciación de las nuevas generaciones en el tema de la igualdad entre los dos sexos. Así pues, nos tienen pillados.
-No sé cómo...
-La amenaza, o el chantaje, como prefiráis llamarlo, fue clara. Si no aceptamos, se nos prohibirá seguir trabajando en su territorio, y si queremos seguirlo haciendo tendremos que aceptar sus condiciones como cualquier hijo de vecino. Antes de llamaros consulté este tema con nuestro asesor legal, y éste me confirmó que la cosa iba en serio y que eran ellos quienes tenían la sartén por el mango.
-¿Y qué pasaría si nos negáramos a seguir adelante con semejante majadería? -explotó Baltasar, acompañando a su pregunta con un grueso ex-abrupto.
-Ya te lo he dicho, a partir de ese momento nos negarían el acceso al país. No podríamos repartir ni un solo juguete, y no creo que sea necesario explicaros lo que eso supondría; una verdadera catástrofe, no sólo financiera sino también de cara a nuestro prestigio. Mucho me temo que sería un precio demasiado alto como para que pudiéramos permitírnoslo.
-No creo que se atrevieran a llegar tan lejos. -rezongó Gaspar frunciendo el entrecejo- Somos un símbolo demasiado importante como para arriesgarse a prescindir de él.
-Pues mucho me temo que están dispuestos a hacerlo cueste lo que cueste; ya sabes que cuando a los políticos se les mete algo entre ceja y ceja no hay manera humana de convencerlos. Amén de que ya habrán sopesado las posibles consecuencias negativas que podría acarrearles la adopción de una medida tan impopular... al fin y al cabo, los niños no votan.
-Los niños no, pero sus padres sí...
-Quizá nos lleváramos una desagradable sorpresa. -se lamentó Melchor con amargura- Puede que incluso muchos padres se sintieran aliviados, a la vista de los precios tan disparatados que han alcanzado los juguetes... aparte de que siempre les quedaría la alternativa de recurrir a la competencia, ese ridículo gordo de traje chillón, al cual por cierto la maldita ley no le afecta al ser él solo. -remachó con desprecio- No, amigos, mucho me temo que llevamos las de perder, y eso que todavía tenemos que dar gracias que, al ser impares, tan sólo nos hayan exigido el relevo de uno de nosotros y no de dos... podría haber sido todavía peor.
-Entonces, ¿propones que uno de nosotros tres se vaya al paro, o a la jubilación forzosa, mientras los otros dos siguen trabajando con una nueva compañera? -preguntó Gaspar con expresión de pasmo- Y ante la muda respuesta de su colega, interpretada en forma afirmativa por éste, continuó- En ese caso, ¿a quién le tocaría sacrificarse? ¿Lo echaríamos a suerte o hay algún voluntario?
-Yo no. -exclamó tajantemente Baltasar agitando los brazos con vehemencia- Además, si se diera esa circunstancia os comunico que me acojo a la Ley de Minorías, amén de que, como es sabido, soy el rey favorito de los niños. Así pues, no contéis conmigo como víctima propiciatoria de la puñetera ley. No pienso renunciar bajo ningún concepto a lo que he estado haciendo durante tanto tiempo, se empeñe quien se empeñe.
-Me imaginaba esta respuesta. -suspiró Melchor- Tranquilo, Baltasar, y tranquilo tú también, Gaspar. No se trata de prescindir de nadie, y os aseguro que a mí tampoco me gustaría dejarlo. Pero tenemos que acatar la ley... así pues, yo había pensado en una posible fórmula que permitiera conciliar en la medida de lo posible nuestros intereses con la obligación que se nos impone. ¿Qué os parece la idea de que nos fuéramos turnando? De esta manera cada uno de nosotros podría descansar uno de cada tres años, lo que dicho de paso tampoco nos vendría mal del todo. Ya no somos unos jovenzuelos, y quiera que no por muy magos que seamos la verdad es que solemos acabar molidos.
-Eso es cierto. -reconoció el rey negro- Pero me subleva que unos politicastros hayan decidido entrometerse en nuestras vidas sin respetar siquiera tantos y tantos siglos de tradición y abnegado trabajo.
-Estoy de acuerdo contigo -admitió Melchor-, pero es lo que hay. Tenemos que ceder uno de nuestros puestos a una colega femenina, eso es innegociable, así que no nos queda otra opción que la de organizarnos de la manera que estimemos menos perjudicial para nuestros intereses. ¿Estáis de acuerdo, pues, en que establezcamos un turno rotatorio? Y como supongo que será duro empezar el melón, me ofrezco voluntario para descansar el primer año... a no ser que alguno de vosotros dos prefiera hacerlo.
-Está bien. -suspiró Gaspar haciéndose eco de su ahora silencioso compañero- ¿Qué remedio nos queda?
-Pues entonces, una vez zanjado este asunto, tendremos que decidir ahora quien será nuestra nueva colega, al menos en eso nos han dado carta blanca. Según me indicaron, sería conveniente que se tratara de alguien lo más parecida posible a nosotros, es decir, reina o similar y maga o al menos con algún tipo de poderes paranormales, así como lo suficientemente conocida por nuestros clientes. Aunque yo ya he barajado algunas posibles candidatas, me gustaría conocer antes vuestras propuestas.
-Hum, no sé, la cosa no parece fácil... -refunfuñó Baltasar rascándose la coronilla- Así a bote pronto no se me ocurre nadie con esas características.
-¿Qué tal -intervino Gaspar- la reina de Blancanieves?
-¿La madrastra? -se sorprendió Melchor- Hombre, no me fastidies; había dicho una maga, no una bruja. Además, menudo plan con esa elementa regalando manzanas envenenadas a troche y moche...
-¿Qué os parece la Reina de Corazones? -propuso ingenuamente Baltasar- La de Alicia en el País de las Maravillas...
-Otro que tal baila; teniendo en cuenta que su especialidad era la de cortar cabezas, no te arriendo las ganancias.
-Mucho criticar nuestras propuestas -se quejó Gaspar-, pero ¿en quién habías pensado tú?
-Bueno, en un principio se me ocurrió la reina de Saba; cumplía con todos los requisitos, incluso el de provenir de Oriente, e incluso era casi de nuestra generación; pero cuando contacté con su representante, éste me dijo que se había retirado a raíz de su affaire con Salomón, y que ahora se dedicaba a disfrutar tranquilamente de los bienes que éste le había regalado. Así pues, mucho me temo que no tuviera la menor intención de meterse en un berenjenal de esta categoría.
-Es una lástima -se lamentó Gaspar-, porque habría sido la candidata perfecta. Pero tú has hablado de ellas en plural.
-Sí, también consideré otros nombres, como el de Cleopatra o el de Zenobia de Palmira; no eran tan conocidas para el gran público, sobre todo la segunda, pero a falta de pan... Lamentablemente, Cleopatra resultó que se había metido a presentadora de un programa de cotilleo poco apto para menores, y a Zenobia le había dado por la vena mística recluyéndose en un monasterio budista. Y no tengo a nadie más... -confesó.
-¿Qué tal Circe o Medea? -sugirió Baltasar- Eran más o menos reinas, o princesas, y asimismo magas o hechiceras muy afamadas en su época.
-Olvídate de ellas. -descartó Melchor- Aparte de que están oficialmente jubiladas, ninguno de los miembros del antiguo panteón grecorromano cuenta con la homologación pertinente para intervenir en estos asuntos, creo que tienen un recurso interpuesto desde hace siglos pero sigue atascado en los trámites burocráticos. Dicen las malas lenguas que son los sindicatos los que los tienen bloqueados, vete tú a saber si será verdad o no; el caso es que no nos sirve ninguna de ellas.
-Realmente nos lo estás poniendo difícil... -intervino de nuevo Gaspar- No sé, quizá un hada madrina como las de Cenicienta o La bella durmiente...
-No es mala idea, pero me temo que también habrá que descartarlas. Consulté con su sindicato, y todas ellas tienen terminantemente prohibido el pluriempleo.
-Pues tú me dirás. -le espetó Baltasar con un gesto de fastidio- Como sigamos así, nos veo recurriendo a la reina del ajedrez...
-Demasiado impersonal, ¿no? -bromeó su colega. Y viendo que el chascarrillo no le había hecho la menor gracia se corrigió- La verdad es que lo tenemos bastante complicado.
-Se me está ocurriendo una idea... -apuntó Melchor- ¿Por qué no ponemos un anuncio en nuestra página web y en los principales medios de comunicación? Podríamos elegir entre todas las candidatas que se presentaran.
-No me parece serio. -objetó Gaspar.
-Si tienes alguna propuesta mejor... -retó su colega- Yo lo que sé es que ya estoy hasta las narices de este dichoso problema al que no veo la forma de solucionarlo.
-Podríamos probar; -concedió Baltasar- nada perdemos con intentarlo. Y como las condiciones exigidas a las candidatas serán forzosamente restrictivas, siempre podremos aducir que no nos ha sido posible encontrar una sustituta lo suficientemente cualificada para reemplazar a alguno de nosotros.
-Eso sí, -intervino Gaspar- tendremos que silenciar una cuestión importante, so pena de asustar a las aspirantes al puesto...
-¿A qué te refieres?
-A algo tan evidente como que, mientras nosotros somos tres para relevarnos y descansar, ella tendrá que trabajar sin parar todos los años; no le arriendo las ganancias de la paliza. -respondió el soberano guiñando el ojo con malicia.
-Eso no es problema nuestro. -zanjó Melchor dando por concluida la reunión.
Días más tarde niños y mayores se sorprendían con la noticia de que la Casa Real de Sus Majestades de Oriente hacía público un concurso-oposición para la contratación, con carácter indefinido, de una Reina Maga que pudiera cubrir una de sus vacantes por descanso rotatorio de los titulares. Pero ésta es ya una historia que será relatada en otro momento.
Publicado el 17-12-2007 en NGC 3660