Reto Total (II)
Entrevista a Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente
Tras arduas negociaciones, dado que hasta ahora habían rechazado todas las solicitudes de diferentes medios de comunicación, nuestro diario ha conseguido entrevistar por vez primera a Sus Majestades los Magos de Oriente tras la sonada victoria que obtuvieron hace varios años, en el popular programa televisivo Reto Total, sobre su histórico competidor Papá Noel, la cual motivó la retirada de este último y la asunción de su trabajo por los monarcas orientales, únicos responsables en la actualidad de la centenaria tradición de repartir juguetes a los niños de gran parte del mundo en las fiestas navideñas, a excepción de pequeñas tradiciones locales de escasa relevancia a nivel global.
Con este fin nuestro redactor Hildebrando Pilpil se desplazó a una ciudad española ribereña del Mediterráneo -a solicitud de los entrevistados silenciamos su nombre-, para hacerles la entrevista que publicamos a continuación.
Me encuentro sentado en la pequeña terraza de un restaurante, frente al mar. Tengo frente mí a una persona de mediana edad -al menos eso aparenta- ataviada con ropas discretas, pero de buen gusto, y aspecto noble y a la vez cercano. A petición suya somos los únicos ocupantes de la terraza por razones de intimidad, ya que mi acompañante es uno de los tres Reyes Magos que me ha solicitado que oculte su nombre dado que interviene como portavoz del grupo y desea evitar cualquier tipo de protagonismo.
-Ante todo, Su Majestad, les agradezco a ustedes que hayan elegido a mi periódico y a mí para responder a su primera entrevista tras el terremoto provocado por la derrota infligida a Papá Noel que tanta repercusión tuvo a nivel internacional. No obstante, he de reconocer que me ha sorprendido la ausencia de sus dos compañeros.
-¿Nos esperaba a los tres? -sonríe con picardía-. Lamentamos no haber precisado previamente este detalle, pero le aseguro que resultará irrelevante. Tras una deliberación decidimos que sería más sencillo que interviniera uno solo de nosotros, por supuesto con unas respuestas consensuadas, para evitar que la entrevista se complicara innecesariamente. Incluso le puedo decir que si estoy yo aquí y no cualquiera de mis compañeros se debe simplemente al azar, puesto que la figura del portavoz fue elegida por sorteo siendo yo el agraciado como podría haber sido otro, sin que esto hubiera supuesto la menor diferencia.
-Bien, pues sigamos adelante. En primer lugar, desearía preguntarle, puesto que así nos lo han pedido muchos, por qué razón decidieron trasladar su residencia desde Oriente al principado de Andorra.
-No fue por gusto, sino por necesidad; tras la asunción de las responsabilidades de nuestro ¡hum! antiguo colega, nos encontramos con que nuestro alojamiento tradicional había quedado muy apartado del nuevo centro de gravedad de nuestra actual área de trabajo, sobre todo debido al gran peso del subcontinente norteamericano aunque a ello también se sumó la inestabilidad política de esta zona del mundo.
-Pero Andorra... ¿no resulta un tanto exótico?
-¿Por qué? -sonríe de nuevo-. Aunque pequeño es un país precioso y allí nos tratan muy bien. Eso sí, he de reconocer que hubo otros motivos para su elección. En realidad nosotros habíamos pensado en países de Europa más... extensos, en concreto alguno de los del sur de la Unión Europea, donde nuestra tradición está más arraigada. Pero tropezamos con la burocracia comunitaria, las selvas legislativas nacionales y, sobre todo, con la avidez fiscal en forma de rotunda negativa a considerarnos una entidad sin ánimo de lucro; ¡como si a estas alturas tuviéramos que justificar nuestro trabajo! Así pues, nos vimos obligados a buscar un lugar en el continente europeo, ya que esta ubicación nos resultaba adecuada, en la que no fuéramos exprimidos como limones. No somos pobres, pero vivimos de nuestros propios patrimonios y el reparto de juguetes, aunque obviamente mueve mucho dinero, no supone para nosotros el menor beneficio, ya que lo hacemos de forma totalmente altruista.
-¿Y tienen sitio suficiente? Porque su logística no debe de ser precisamente pequeña.
-¡Oh, no! No nos cabrían ni siquiera una parte de los almacenes. Allí sólo tenemos nuestra residencia y la sede social del grupo; la red de almacenes y de centros de distribución lleva mucho tiempo descentralizada, resultaría muy difícil sacar adelante nuestro trabajo de no hacerse así, y ahora todavía más. No es diferente de como opera cualquier compañía multinacional, aunque puedo asegurarle que nuestra actividad es total y absolutamente legal en todos los países donde operamos; dada nuestra relevancia social, no podríamos permitirnos el lujo de tener problemas con los servicios fiscales de ningún país.
-Aclarado esto, podemos pasar al punto que más sorprendió a todo el mundo, su participación en el programa Reto Total, donde ciertamente no se esperaba su contienda a cara o cruz con Papá Noel.
-Ni nosotros tampoco en principio -confiesa risueño-; de hecho, cuando nos lo ofrecieron nuestra primera reacción fue de incredulidad e incluso de desconfianza. ¿Qué pintábamos nosotros allí?
-Finalmente cambiaron de opinión.
-Sí, es evidente, pero esto tiene su historia. Como sin duda usted y muchos lectores conocen, Reto Total estaba inspirado en los antiguos duelos que perduraron hasta bien entrado el siglo XX, y por consiguiente es importante diferenciar entre el desafiante y el desafiado, mediando entre ellos unas ofensa real o presunta que el segundo habría hecho al primero. Evidentemente en Reto Total el desafío no se justificaba por una ofensa de ningún tipo sino por una competencia económica, cultural, deportiva o de cualquier otro tipo entre dos candidatos que desarrollaban una actividad similar, aunque los redactores del programa procuraban que existiera una rivalidad personal y, a ser posible, una animadversión mutua, ya que esto aportaba morbo y por consiguiente espectadores. Y por supuesto buscaban que el tema fuera de interés general, ya que dos filósofos o dos físicos cuánticos tirándose los trastos sobre sus respectivas teorías lo más probable era que no concitaran el menor interés entre las masas.
-Pero los duelos están prohibidos.
-Yo no he dicho que en este programa tuvieran lugar duelos, sino que su mecánica estaba parcialmente inspirado en éstos. Y por supuesto nada había de violencia física en él, y mucho menos de riesgo de que uno de los contendientes pudiera resultar herido e incluso muerto; en resumen, no se planteaba nada ilegal como cabe suponer. Lo que se jugaban éstos era su prestigio y, al menos presuntamente, la continuidad de su actividad pública, ya que el perdedor debería renunciar a ella buscándose la vida, por decirlo de manera coloquial, de cualquier otra manera.
-Esta aclaración está bien para que todo el mundo conozca las reglas internas del programa, pero si le parece bien volvamos a mi pregunta. ¿Por qué cambiaron ustedes de opinión? Aunque a tenor de lo que acaba de decir, creo que sería conveniente conocer previamente cual de los dos roles les correspondió a ustedes.
-En efecto, es importante puntualizarlo, y por eso lo mencioné. Como cabía suponer, nosotros fuimos los retados.
-Luego la iniciativa partió de Papá Noel.
-Efectivamente; pero también es cierto que nosotros podríamos haber rehusado. Con independencia de quien fuera el retador era necesario que el retado aceptara el desafío, y a diferencia de los antiguos duelos negarse a hacerlo no hubiera supuesto ningún deshonor. De hecho nadie, salvo el retador y la redacción del programa, se habría enterado dado que las negociaciones, digámoslo así, se llevaban en secreto y sólo se hacían públicos los desafíos una vez que el retado daba su consentimiento no sólo al reto, sino también a las condiciones en las que se desarrollaría éste, como en nuestro caso fue que ambas partes tendríamos que repartir juguetes en un mismo número de hogares, venciendo quien terminara antes o, en caso de que ninguno de los dos completara su cupo, quien hubiera estado más cerca de hacerlo.
-¿Por qué cambiaron de opinión?
-Eso ya lo explicamos en la entrevista que nos realizaron en el programa antes de que empezara la competición. Inicialmente, como acabo de decir, rechazamos de plano la invitación. Pero los agentes del programa eran tesoneros y no se dieron por vencidos. Insistieron una y otra vez, y cuando ya estábamos dispuestos a amenazarlos con denunciarles si persistían en molestarnos, atacaron nuestro punto débil: la vanidad.
-Comprendo.
-En realidad llevábamos mucho tiempo hartos de este individuo; era verdad que nos hacía una competencia desleal invadiendo nuestros territorios de reparto para robarnos clientes, y que por más que lo habíamos intentado no logramos el menor resultado. Literalmente, se reía en nuestras propias barbas. Los negociadores del programa, unos vendedores de primera dicho sea de paso, lograron convencernos de que ésa podía ser la manera de desembarazarnos definitivamente de él.
-Eso no era vanidad, sino más bien algo parecido a una guerra comercial.
-Cierto, pero nos insinuaron que así podríamos matar dos pájaros de un tiro... e incluso tres: quitarnos de encima su agobiante labor de zapa, incrementar nuestro prestigio a nivel mundial gracias a la millonaria audiencia del programa en numerosos países, y de propina hacernos con su cartera de pedidos. Era un caramelo demasiado sabroso como para desperdiciarlo, aunque a la postre resultó estar envenenado.
-En mi opinión, de esos tres puntos tan sólo el segundo podría atribuírsele a la vanidad, y no me parece el más importante de los tres sino justo lo contrario.
-Así era, pero fue el que volcó definitivamente la balanza. De ahí que le atribuya nuestra decisión de participar. No sólo queríamos hundir a Papá Noel, sino también ridiculizarlo y humillarlo y al mismo tiempo vengarnos de su intempestivo reto. Pese a ser inmortales, lo cierto es que compartimos con ustedes algunos defectos.
-El caso es que ustedes ganaron al precio de correr un riesgo elevado, ya que a priori las probabilidades de triunfo de ambas partes parecían estar repartidas casi al cincuenta por ciento.
-Eso creíamos nosotros, pero estábamos engañados o, mejor dicho, nos engañaron. En realidad jamás estuvimos en riesgo de ser derrotados, aunque esto era algo que ignorábamos entonces. No fue sino hasta después de terminada la competición cuando descubrimos que habíamos sido burlados.
-¿Por Reto Total?
-¡Oh, no! Telecopros puede ser una cadena polémica por sus métodos poco convencionales o por la calidad de sus programas, pero le aseguro que en lo que respecta a Reto Total su buena fe, al menos en lo que a nosotros respecta, fue absoluta. No, ellos fueron tan engañados como nosotros.
-¿Por Papá Noel?
-En efecto. Ese individuo tramó una trampa en la que tanto Telecopros como nosotros caímos como unos pardillos. Y como tenía planeado perdió deliberadamente por un mínimo margen, lo suficiente para que su presunta derrota no resultara humillante ni levantara sospechas.
-No lo entiendo. Él fue el perdedor y quien se vio obligado a abandonar su trabajo secular junto con la popularidad mundial que éste proporcionaba.
-Es lógico lo que dice, también nosotros estábamos convencidos de que él quería ganarnos; es por eso por lo que nos engañó con tanta facilidad.
-Supongo que algún motivo tendría para obrar así.
-Por supuesto. Todo se debió a que él estaba cansado de su trabajo después de tantos siglos realizándolo, por lo que ansiaba jubilarse. Pero, claro está, alguien de su posición no podía hacerlo así por las buenas sin sufrir una gran presión y un terrible desgaste, amén de la debacle que supondría dejar tirados a todos sus clientes.
-Podría haberles traspasado a ustedes su cartera de negocios, al fin y al cabo es lo que acabó haciendo.
-Veo que usted no entiende bien los mecanismos que controlan la rivalidad, subjetivos por supuesto pero no por ello menos relevantes. No es lo mismo ceder voluntariamente tu cuota de poder al enemigo que perderla tras sufrir una honrosa derrota, con independencia de que ésta fuera fingida.
-¿Ni siquiera vendiéndosela? Siempre han existido absorciones de unas empresas por otras.
-No en este caso, y él lo sabía; nosotros no hubiéramos aceptado ni siquiera aunque nos la hubiera ofrecido gratis.
-¿Por qué razón?
-Desde el punto de vista objetivo, porque no teníamos interés en ampliar nuestra cobertura, nos conformábamos con que respetara nuestro territorio. Y desde el subjetivo, porque esto sería hacerle un favor, algo que no entraba en modo alguno en nuestros planes. Puesto que entonces todavía no estábamos al corriente de sus intenciones creíamos que realmente deseaba acabar con nosotros, por lo que nuestra única defensa era la de aceptar el reto ya que, de rehusar, seguiríamos sufriendo sus constantes piraterías. De haberlo sabido, obviamente no habríamos mordido el anzuelo.
-Pudo haber buscado otro comprador.
-Sospechamos que los sondeó, pero todos los posibles candidatos eran tradiciones locales que carecían de capacidad para asumir tan enorme carga de trabajo. Y, claro está, tampoco resultaría viable introducir un nuevo operador sin experiencia previa en una tradición tan arraigada. En realidad no tenía otra salida que la que adoptó, y muy a pesar nuestro tenemos que reconocer su astucia ya que las reglas del juego nos obligaban a librarle de sus responsabilidades laborales, justo lo que él pretendía.
-¿Cómo se apercibieron ustedes de esto? Supongo que fue a posteriori.
-Tuvo la desfachatez de decírnoslo él mismo a modo de burla una vez terminado el programa. Por supuesto en privado y sin testigos, de modo que no se molesten en ir a preguntárselo porque lo negará todo.
-¿También se enteró la emisora?
-Por supuesto, fuimos nosotros mismos quienes se lo comunicamos.
-Podrían haber anulado el resultado del reto por fraude de uno de los competidores, eso estaba contemplado en las reglas. ¿Por qué no lo hicieron?
-Porque hubiera supuesto un descrédito para el programa, algo que no les interesaba en absoluto. Además, las precauciones tomadas para preservar el juego limpio estaban previstas para el caso de que la trampa la hiciera el ganador; pero en este caso se trataba del perdedor, algo difícil de explicar a su audiencia que, como cabe suponer, no era dada a sutilezas. Por si fuera poco, ¿qué fallo habría que adoptar como resolución definitiva? ¿Declarar ganador a Papá Noel y perdedores a nosotros, que sí habíamos respetado las normas? Hubiera sido peor el remedio que la enfermedad. ¿Declarar nulo el reto y dejar las cosas tal como estaban? Eso hubiera supuesto hundir el programa. Así pues, y puesto que habíamos sido nosotros los presuntos beneficiados, prefirieron echar tierra al asunto.
-¿Por qué no lo denunciaron públicamente ustedes? Tenían todo el derecho de hacerlo.
-Estábamos atados por una cláusula de confidencialidad, algo que nos recordaron explícitamente desde la cadena. No ha sido hasta ahora, una vez cumplidos los plazos, cuando nos hemos visto libres de ella. A estas alturas lo que puedan pensar sus responsables ya no nos afecta, aunque cabe suponer que lo seguirían negando ya que en nada les beneficiaría reconocerlo, incluso después de que el programa fuera cancelado.
-En resumen, ustedes se vieron atrapados en una tela de araña mientras su rival lograba lo que quería. Como jugada no está nada mal.
-Por supuesto, y de paso hizo un buen negocio. Alquiló su residencia de Laponia, convertida ahora en un parque temático, por la que se embolsa un dineral; otra jugosa fuente de ingresos son sus derechos de imagen, y también sacó un buen pico vendiendo el trineo y los renos a una compañía de efectos especiales de Hollywood.
-¿Cuál es su vida ahora? ¿Lo saben ustedes? Porque ha desaparecido del mapa sin que nadie haya sido capaz de saber nada de él y ni siquiera de localizarlo.
-Sí, lo sabemos -sonríe torvamente-. Y no me pregunte como, para eso somos magos y tenemos nuestros medios para averiguarlo. Al parecer estaba completamente harto del frío y de la nieve, así que ahora vive de incógnito en una pequeña isla caribeña. También renegó de su disfraz; se cortó el pelo y se afeitó la barba, y ahora suele ir ataviado con una camisa hawaiana, unos bermudas, chanclas y gafas de sol, por lo cual no le resulta difícil pasar desapercibido. Tan sólo un pequeño detalle podría traicionarlo: odia a los niños y no quiere verlos a menos de un kilómetro de distancia. Y no le extrañe que se esconda de una forma tan obsesiva, ya que de ser descubierto le lloverían las peticiones de entrevistas, las ofertas para participar como tertuliano o como concursante en los programas de telebasura y, todavía peor, sería acosado por los paparazzis, algo que evidentemente no desea en modo alguno.
-Y a ustedes, ¿qué tal les va ahora?
-Fatal -responde con rotundidad-. Salimos de todo esto completamente descalabrados, ya que la absorción de su negocio tan sólo nos acarreó mucho más trabajo sin el menor beneficio dado que muchos nuestros nuevos clientes no aceptaron el cambio con buenos ojos; y eso que en deferencia a ellos les ofrecimos mantener la navidad para el reparto de los juguetes a la par de nuestra fecha tradicional de la epifanía, lo cual nos obliga a duplicar el trabajo y acaba creando desorientación entre los pequeños. Los peores han sido con diferencia los anglosajones, que con su ombligismo tradicional rechazan de plano que alguien les cambie sus tradiciones aunque no sienten esos mismos escrúpulos cuando son ellos los que contaminan las tradiciones ajenas, como ocurrió con san Valentín, Halloween e incluso el propio Papá Noel, o Santa Claus como le llamaban ellos.
-¿Envidian a su ex-competidor?
-Por supuesto -suspira-. Tenga en cuenta que llevábamos muchos más años que él repartiendo juguetes, razón por la que mientras él disfruta de una regalada jubilación nosotros estamos cada vez más cansados. Pero nos ganó por la mano el muy truhán, así que nos toca cargar con lo nuestro y con lo suyo. No se puede decir que se tratara precisamente de un regalo.
-Pese a ello lograron salir airosos de sus nuevas responsabilidades.
-A la fuerza ahorcan. El primer año fue de locura, apenas tuvimos tiempo de improvisar ya que la navidad se nos echó encima recién terminado el concurso; por supuesto el muy sinvergüenza se desentendió por completo de ayudarnos con la excusa de que había sido el perdedor, negándose de plano a colaborar con nosotros para que la transición no fuera tan traumática. Se puede imaginar el caos que se originó, basta con consultar las hemerotecas.
-Sí, lo recuerdo. Pero lo superaron y en años sucesivos la situación aparentemente se ha normalizado, razón por la que es obligado felicitarles; su logística ha resultado impecable.
-Eso es cierto, aunque a costa de nuestra tranquilidad y nuestro más que merecido descanso. Es preciso reconocer, eso sí, que nos vimos obligados a recurrir a una ayuda externa; por más que seamos magos tenemos también nuestras limitaciones.
-¿Ayuda externa?
-¿No pretendería que siguiéramos repartiendo los regalos con los camellos? Ya con anterioridad a esta crisis recurríamos en ocasiones a subcontratas en función de la carga de trabajo, pero en la situación actual esto nos resulta de todo punto imprescindible, de no ser así no sería posible llegar a todos los hogares del mundo en los que esperan nuestra visita nocturna.
-¿Podría ser algo más explícito?
-Sí, ¿por qué no? A estas alturas ya no es necesario mantener el secreto. Firmamos un acuerdo estratégico con Armazón, la compañía líder mundial de comercio electrónico. Son ellos quienes llevan nuestros regalos a aquellos sitios en los que no podemos hacerlo nosotros personalmente, aunque su intervención es tan sólo logística y no comercial, por lo que ni los niños ni sus padres tendrán por qué preocuparse; este servicio no les cuesta un solo céntimo, ya que lo asumimos nosotros.
-Bien, creo que ya está dicho todo, y le agradezco, les agradezco a usted y a sus compañeros su amabilidad. ¿Desea añadir algo más a modo de colofón?
-Tan sólo que si hay alguien interesado en este negocio, que se ponga en contacto con nosotros. Como he dicho antes estamos cansados y también desearíamos jubilarnos; aunque mientras esto no sea posible pueden estar seguros de que cumpliremos con nuestro compromiso anual. Nada hay más gratificante que la sonrisa de un niño.
Publicado el 5-1-2025