Trágico accidente



El juez de guardia dejó caer la manta térmica sobre el cadáver y se volvió perplejo al policía que estaba a su lado.

-¿Es una broma? Tenga en cuenta que en estos días son muchos los que se disfrazan así.

-Eso es lo que pensábamos inicialmente -respondió el interpelado-. Incluso sospechábamos que pudiera tratarse de un ladrón camuflado para poder entrar en las viviendas sin llamar la atención. Pero su pelo, su barba y su barriga son auténticos.

-No creo que éstos sean argumentos determinantes -gruñó disgustado-. Hay mucha gente con ese aspecto que no tendría necesidad de utilizar peluca y barba postizas ni un cojín bajo la ropa para parecerse a él.

-No es tan sencillo -porfió el policía-. El forense dice que se trata de un varón de edad avanzada, lo cual unido a su obesidad le convierte en un candidato poco idóneo para ir saltando por los tejados y bajar por las chimeneas. Además, encontramos aparcado en el jardín el trineo con los renos uncidos y un cargamento de juguetes en la parte trasera.

-Dado lo insólito de las circunstancias hicimos otras indagaciones -le apoyó un compañero suyo frente a la tozudez de su interlocutor-. Puestos en contacto con su residencia en Laponia nos dijeron que todavía no había regresado pese a haber pasado varios días desde la noche de navidad, algo completamente inusual. Tal como les solicitamos, nos enviaron sus huellas dactilares y una muestra de ADN. Para sorpresa nuestra las huellas coinciden con las del cadáver; tendremos que esperar algunos días para ver el resultado de la prueba de ADN, pero en principio y a falta de esta última, todo parece indicar que se trata efectivamente de él.

-¿Qué han averiguado sobre los dueños de la casa?

-Son un matrimonio con dos hijos pequeños completamente normal y libre de cualquier sospecha. Como cabe suponer, están destrozados pese a no tener la menor responsabilidad en el accidente. Su chimenea funcionaba perfectamente, cumplía con todas las normas de seguridad y se le realizaban las limpiezas periódicas, y la inspección del interior no ha revelado ningún posible fallo. Según ha determinado el forense su muerte fue accidental y cuestión tan sólo de mala suerte; se quedó atascado al bajar por el tiro de la chimenea y al estar ésta encendida, ya que fue una noche muy fría, se asfixió con el humo.

Días después, mientras millones de niños de todo el mundo lloraban desconsolados, los medios de comunicación se hacían eco del desgraciado accidente que había costado la vida a Papá Noel, al tiempo que especulaban sobre quien podría cubrir su inmenso hueco.


* * *


Muy lejos de allí, en un remoto lugar de Oriente, tres personajes celebraban la desaparición de su ancestral competidor.

-Redondo, salió redondo tal como os dije -se jactaba Melchor-. Nos desembarazamos de él de una manera limpia y sin que recayera sobre nosotros ni la más mínima sospecha.

-Sí, bien está lo que bien acaba -respondió Baltasar no tan triunfalista-. Pero no me negarás que la probabilidad de que el plan saliera mal era elevada. ¿Qué opinas tú, Gaspar?

-Bueno, yo me quedo en mitad de los dos. Cierto, podría haber salido mal, pero lo peor que podía haber pasado es que nos quedáramos igual que estábamos. En realidad no arriesgábamos nada.

-Pero confiar en un delincuente... -el rey africano seguía sin verlo claro.

-Delincuente es una palabra muy fea. -le reprochó Melchor- Nuestro aliado ha trabajado durante muchos años para los servicios secretos de una importante agencia estatal, y aunque se le solían encargar trabajos sin cobertura legal su labor fue de gran ayuda en la lucha contra el terrorismo internacional, y por supuesto nunca fue considerado un delincuente por sus superiores.

-Ya, pero no es lo mismo quitar de en medio a terroristas sanguinarios que a ese inofensivo gordinflón, por mucho que nos fastidiara a nosotros -porfió Gaspar.

-Eso es cuestión de matices -zanjó maquiavélicamente Melchor-. ¿Acaso no nos hacía competencia desleal con la mayor desfachatez?

-Pero hay que tener en cuenta -insistió Baltasar- que él estaba harto de entrar y salir por chimeneas de todos los tipos sin el menor problema pese a su prominente barriga. Por lo tanto, no comprendo como alguien con su experiencia pudo incurrir en un tropiezo tan elemental; lo lógico es que supiera salir del brete.

-No tiene nada de particular -refutó Melchor-. Evidentemente la mayoría de las veces no le pasaría nada ya que para ello debían coincidir unas condiciones muy concretas, pero entre tantos millones de chimeneas que visitó aquella noche era inevitable que tarde o temprano tropezara con la adecuada. Y ahí es donde entraba en juego la profesionalidad de nuestro amigo. No sé exactamente como lo hizo puesto que se niega en redondo a revelar sus secretos, pero sospecho que probablemente tuvo que vez con el cambiazo de su traje tradicional por una réplica confeccionada con un material que, al entrar en contacto con el humo, pudiera hincharse lo suficiente para dejarle atrancado.

-Pero eso lo descubrirían al inspeccionar el cadáver...

-No si además dependía de la conjunción de otros factores como la temperatura del tiro de la chimenea, la humedad provocada por la nieve que caía copiosamente en esos momentos... incluso quizás complementado por la adición de una pócima a su comida que le habría llenado de gases el estómago y el intestino hasta hincharlos como globos. Insisto, todo son especulaciones mías, pero no creo que ande muy descaminado. Al sacarlo de allí con el frío del exterior de la casa se deshincharían tanto el traje como sus tripas sin que nadie se percatara de ello. Al fin y al cabo, ¿quién iría a pensar que precisamente él pudiera ser víctima de un atentado? Y en caso de que alguien barruntara que su muerte no había sido accidental, que se hinchara el traje podría atribuirse a que hubiera sido confeccionado con una tela de mala calidad tejida vete a saber donde, y en cuanto a su aerofagia era bien conocida su glotonería. Pero por lo que sé, ni lo uno ni lo otro figuran en el informe forense, así que miel sobre hojuelas.

-La cuestión está en que tu agente no cante, porque si fuera así estaríamos perdidos -objetó Gaspar cambiando de tema.

-No lo hará, es de fiar. Además, él es el primer interesado en que no se conozcan sus negocios particulares; aunque oficialmente está jubilado , sus antiguos mandos no lo verían con buenos ojos.

-Y ahora, ¿qué vamos a hacer? -preguntó el pusilánime Baltasar.

-¿Aparte de celebrar su desaparición del mapa? -se chanceó Melchor-. Pues está claro. Oficialmente manifestaremos nuestro pesar por su trágica desaparición, ofreciéndonos a cubrir su hueco allá donde se nos necesite y seamos bien recibidos. Entre nosotros, me conformo con recuperar todos los hogares que nos había arrebatado el muy miserable en nuestros territorios tradicionales; ni me apetece que nos expandamos por culturas que nos son ajenas como la anglosajona o la holandesa, ni mucho menos cargar con ese exceso de trabajo, ya tenemos nuestros añitos y bastante tenemos con nuestro propio tajo. Si alguien quiere convertirse en su sucesor yo no seré quien se lo impida siempre y cuando, claro está, respete nuestras fronteras, algo que no hacía el finado.

-Bueno, ¿por qué no nos dejamos ya de disquisiciones y brindamos por nuestro futuro? -propuso Gaspar.

Así lo hicieron.


Publicado el 7-1-2025