Vía libre



El año 20xx sería recordado como el de la Gran Masacre Navideña cuando, en vísperas de navidad, se cometieron infinidad de violentas agresiones prácticamente simultáneas no sólo en países cristianos, sino también en todos aquéllos que, con independencia de su religión, celebraban de una u otra manera la navidad.

La masacre, que llegó a alcanzar niveles de inusitado ensañamiento, conmocionó al mundo hasta unos extremos tan sólo comparables con las grandes catástrofes naturales o las más mortíferas guerras, con el agravante de que fueron pocos los países, todos ellos localizados en áreas geográficas y culturales muy concretas, que se vieron libres de ella.

Y lo más sorprendente de todo fue que, según coincidieron en manifestar los supervivientes y los testigos, el perpetrador de los atentados fue en todos los casos, sin la menor excepción, alguien disfrazado de Papá Noel.

Obviamente lo primero que pensaron las policías de todo el mundo fue que se había tratado de un conjunto de múltiples terroristas actuando de forma sincronizada, pero no tardaron en llegar a la conclusión de que esa hipótesis era inviable dada la heterogeneidad de las víctimas, su dispersión por todo el planeta y el ingente número de atacantes necesarios para ejecutar los atentados, estimado en miles si no en una cantidad mucho mayor.

Lo cual tuvo desorientados a los investigadores durante algún tiempo, hasta que alguien propuso comparar los resultados de los análisis de ADN realizados a las numerosas muestras biológicas atribuidas a los atacantes que habían sido tomadas por las diferentes policías científicas, una práctica inicialmente considerada sin sentido pero que acabó revelando unos resultados tan perturbadores como inesperados: según todos los indicios, la totalidad de las agresiones habían sido realizadas por una única persona.

Lo cual resultaba del todo disparatado, ya que nadie podría haber estado en tantísimos lugares de manera prácticamente simultánea... hasta que alguien recordó la existencia de un personaje capaz de repartir regalos a millones de niños en una sola noche rn multitud de países... justo como había hecho el criminal siguiendo su estela, lo cual sembró la sospecha de que en realidad el traje de Papá Noel no fuera un disfraz.

Así pues, los responsables policiales de los diferentes países acordaron seguir esta pista, una desagradable tarea que delegaron en sus colegas finlandeses dado que Papá Noel era ciudadano finés y por lo tanto a ellos les correspondía seguir con la investigación.

Por consiguiente, fueron agentes de este país nórdico quienes a regañadientes se desplazaron hasta Laponia para interrogar al pacífico y bonachón personaje símbolo de la navidad. Y allí lo encontraron, atareado junto a sus ayudantes en la ímproba labor de preparar las ingentes remesas de juguetes a repartir entre los niños de diferentes países.

Como cabe suponer Papá Noel manifestó su sorpresa y rechazo ante los salvajes atentados perpetrados bajo su apariencia, afirmando que no había tenido conocimiento de ellos al estar dedicado plenamente a sus tareas prenavideñas y que, evidentemente, él no había tenido nada que ver con ellos, ya que desde bastante antes de que fueran cometidos no había abandonado su residencia, tal como podían atestiguar sus ayudantes.

Pero cuando le solicitaron, amable pero firmemente, que les permitiera tomar una muestra de ADN para cotejarla con las atribuidas al homicida, accedió a la petición no sin palidecer ya que, afirmó, no tenía nada que ocultar.

Para su desgracia, su ADN resultó coincidir al 100% con el del presunto culpable, lo que le convirtió en el principal y único sospechoso, siendo trasladado a Helsinki arrestado y bajo custodia policial para pasmo de sus ayudantes e incluso de él mismo.

Lo que sucedió a continuación es sobradamente conocido dada su gran relevancia mediática: pese a sus continuas protestas de inocencia y a la infructuosa defensa de sus abogados alegando una enajenación mental transitoria, Papá Noel fue juzgado por un tribunal internacional, declarado culpable de todas las muertes y lesiones causadas a las víctimas y condenado a cadena perpetua, sin que los inflexibles jueces se dejaran influir por las innumerables peticiones de clemencia llegadas de todo el mundo. Una condena que se cumpliría en un penal de altísima seguridad construido ex profeso para albergarlo como único reo y que, al tratarse de un personaje inmortal, revestía una ominosa condición de eterna.


* * *


En un lugar de Oriente que no aparecía reflejado en ningún mapa, tres personajes regios celebraban alegremente su triunfo apenas unos días después de que Papá Noel fuera recluido en su prisión.

-Os dije que todo saldría a pedir de boca -se jactaba uno de ellos frente a sus compañeros-. Y con toda limpieza además. Aunque me costó trabajo vencer vuestra pusilanimidad -les reprochó.

-Hombre, Melchor -respondió otro de ellos-, bien está lo que bien acaba, pero no me negarás que la jugada era extremadamente arriesgada; si llega a saberse la verdad los ahora encerrados seríamos nosotros.

-Yo fui el que peor lo pasó -le apoyó el tercero-; vosotros, al fin y al cabo, lo arreglasteis con una peluca y una barba postizas, y en el caso de Gaspar con unas lentillas azules para camuflar el color de sus ojos; pero yo lo tuve bastante más crudo por culpa del color de mi piel, por lo que durante todo el tiempo estuve con miedo de que se me corriera el maquillaje y acabara descubriéndose el pastel.

-¡Bah, temores infundados! El plan era perfecto y no podía fallar; nosotros somos magos, y éramos tres para hacer el trabajo de uno. Además, Baltasar, tu maquillaje era tan indeleble que todavía te estás restregando la cara para quitártelo. Así pues, no exageres.

-¿Y qué me dices del tema del ADN del viejo chocho? -porfió Gaspar-. Porque fui yo quien lo consiguió, ya que no podíamos fiarnos de nadie; y no resultó nada fácil ni hacerse con él sin despertar sospechas, ni replicarlo para usarlo en las pruebas falsas que preparamos. Menos mal que me dio por estudiar genética para entretenerme en mis ratos libres, porque si hubiera dependido de vosotros...

-Bueno, bueno -respondió Melchor en tono conciliador-. Los tres hemos cumplido excepcionalmente bien con nuestra misión, no pretendo en modo alguno regatear méritos a nadie. Lo cual, teniendo en cuenta que por precaución tuvimos que hacerlo a escondidas de nuestros pajes y demás ayudantes, nos da motivos sobrados para sentirnos orgullosos.

-Bien está lo que bien acaba -añadió Gaspar-, aunque todavía no se me ha ido del todo el miedo del cuerpo. Pero sí, pienso que ya podemos cantar victoria. Por fin nos hemos librado de ese insidioso competidor y de su continuo empeño por robarnos clientela; ahora seremos nosotros los que nos hagamos con la suya -rió al tiempo que remataba la carcajada con una expresión obscena.

-Sí -remató Baltasar olvidadas ya sus quejas-. Y con nuestra generosa oferta -enfatizó el adjetivo- de hacernos cargo del reparto de juguetes que este tipejo no podrá realizar, nos hemos metido en el bolsillo hasta a sus más acérrimos partidarios; al fin y al cabo a nadie le gustaría que sus hijos se quedaran sin juguetes en vísperas de navidad... aunque este año tendrán que esperar hasta el seis de enero, ya que en modo alguno estoy dispuesto a consentir que el reparto se haga durante la nochebuena. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Sus colegas estuvieron plenamente de acuerdo.


Publicado el 16-12-2024