En todas partes cuecen habas



Dos figuras paseaban plácidamente por uno de los muchos jardines celestiales. En realidad éstos nada tenían de jardín tal como lo entendemos los mortales, pero era así como los denominaban las ánimas benditas puesto que estaban al servicio de su recreación, algo necesario puesto que la inmortalidad acaba aburriendo mucho.

Las almas, puesto que de ellas se trataba, correspondían a dos antiguos mártires que en tiempos de persecuciones habían defendido la fe verdadera a costa de sus propias vidas, lo cual les había permitido saltarse los largos y engorrosos trámites burocráticos que se veían obligados a cumplir aquellos que, aun muriendo en olor de santidad, no podían acogerse a la vía rápida del martirio para poder franquear el umbral tan celosamente guardado por san Pedro.

Eran san Pánfilo de Cesarea, presbítero martirizado el 16 de febrero de 309 en la ciudad palestina de Cesarea, y san Expedito, que fuera comandante de una legión romana antes de convertirse al cristianismo, lo que le valió ser decapitado en la ciudad capadocia de Melitene el 19 de abril de 303 junto con varios compañeros suyos.

Ambos caminaban -es un símil, puesto que en realidad las almas incorpóreas simplemente se trasladan- con gesto cansino. Tras detenerse junto a un cúmulo de nubes que tampoco lo eran, acomodaron sus cuerpos intangibles en ese recinto diseñado para el reposo si no físico, que evidentemente no lo necesitaban, sí espiritual, que no todo en el cielo era de color de rosa.

Aunque no se habían conocido en vida -mortal, se entiende-, el hecho de haber sido martirizados durante la persecución de Diocleciano y ser relativamente paisanos hizo que al encontrarse allí arriba, ya con el marchamo de santos mártires, trabaran una amistad que había perdurado durante más de dieciocho siglos, reforzada en estos últimos tiempos por las tribulaciones que afectaban a uno y a otro.

-Te digo, Expedito, que esto está cada vez peor -rezongó el de Cesarea al tiempo que miraba precavidamente a su alrededor, algo sencillo para un alma que goza de un campo visual de trescientos sesenta grados sin necesidad de mover la inexistente cabeza, en previsión de que pudiera haber chivatos-. Desde que decidieron implantar el sistema de votaciones que rige en las malditas redes sociales no levanto cabeza, y eso que me la cortaron y a saber donde podrá andar la pobre ahora.

-Sí -suspiró su compañero, simbólicamente claro-, antes las cosas irían mejor o peor con la fe popular y los patronazgos, pero el sistema funcionaba razonablemente bien; y aunque muchos santos antiguos acabáramos desplazados a un segundo plano por la devoción a los nuevos, al menos se nos respetaban los derechos adquiridos.

-Pero llegaron esos arcángeles recién titulados con sus ínfulas de ejecutivos agresivos y pusieron todo patas arriba con su antojo de modernizar el escalafón, haciendo tabla rasa de la antigüedad y suprimiendo todos los derechos adquiridos... ¡como si pudiéramos competir en igualdad de condiciones con los recién llegados! -se exasperó Pánfilo-. Y por si fuera poco, instauraron ese enrevesado sistema que te puntúa según las veces que te invoquen los fieles allá abajo. ¡Como si alguien se acordara ya de mí a estas alturas!

-Tienes razón, pero lo mío es mucho peor -respondió el antiguo militar-. A ti al menos te reconocen tu identidad y te certificaron como mártir justo después de tu muerte, pero yo tuve que esperar ¡hasta 1629! para ser beatificado y hasta 1671 para ser canonizado... más de trece siglos, negándoseme además la vía rápida pese a reconocerse mi condición de mártir. Y por si fuera poco escarnio, ya en 1969 se me retiró del Martirologio romano con la excusa de que no se podía demostrar fehacientemente mi existencia histórica, sin que fuera vuelto a incluir, a diferencia de otros santos no menos dudosos que yo, en la revisión de 2001. ¿Acaso no estoy aquí en cuerpo y alma? Bueno, sólo en alma como cualquier otro -concluyó airado.

-Pero allá abajo no tienen modo de saberlo... -objetó Pánfilo con timidez-. Y, como es natural, no pueden preguntárnoslo a los de aquí.

-De acuerdo, pero entonces ¿por qué me han borrado de un plumazo el historial como a ti? Porque yo, y no tomes esto como una comparación ni mucho menos como una crítica, sí gozo de fervor popular en estos tiempos de descreimiento, soy el patrono de las causas urgentes, abogado de las causas imposibles, protector de los militares, los estudiantes, los jóvenes y los viajeros, y patrono de las causas legales demasiado prolongadas. Recibo culto en numerosos lugares, sobre todo en Sudamérica, soy patrono de una localidad siciliana y no han retirado ni una sola de mis imágenes, que no son pocas, de las iglesias en las que me veneran. Mi culto sigue estando tolerado, lo que indica que pese a todo sigo teniendo muchos fieles cuyos votos deberían contabilizar según el nuevo sistema. ¿No te suena a excusas para quitarnos de en medio con independencia de nuestras circunstancias personales? Porque lo lógico, por no decir lo justo, sería que siempre nos aplicaran los mismos criterios a todos, y no aquéllos que les vengan bien en cada caso para hacer limpieza de funcionarios, tal como nos tildan despectivamente a todos los que no nos ajustamos al perfil de lo que definen arbitrariamente como un santo moderno. Y a todo esto, el Jefe y su estado mayor sin decir ni pío...

-Pienso igual que tú -corroboró su amigo-. Fíjate si serán miserables, que a mí hasta me han llegado a echar en cara que nadie bautizaba ya a sus hijos con mi nombre, olvidándose de personajes como el conquistador Pánfilo de Narváez y varios italianos como el impresor Pánfilo Castaldi, el humanista Pánfilo Sasso o el pintor Pánfilo Nuvolone; cierto es que todos ellos vivieron entre los siglos XV y XVII, pero si se rigieran por los nombres que llevan los niños actuales, el resultado sería ridículo.

Hizo una pausa para recuperarse de su profunda irritación, y continuó:

-¿Y sabes lo peor de todo? No contentos con ello, tuvieron incluso la desfachatez de burlarse de mi nombre arguyendo que era sinónimo de tonto, cándido, bobalicón, excesivamente ingenuo o tardo en el obrar. ¡Serán miserables!

-Je, por ahí no me pudieron buscar las cosquillas puesto que mi nombre significa justo lo contrario, desembarazado y también pronto a obrar; pero en compensación me espetaron que su uso más conocido era en repostería con los huesos de san Expedito. ¿Te parece poca falta de respeto?

Pánfilo asintió silenciosamente al tiempo que preguntaba, tanto a Expedito como para sí mismo:

-¿Y qué podemos hacer nosotros? Porque eso de que tenemos que modernizarnos y competir con el resto del santoral, como si fueran nuestros rivales, para conseguir más comentarios favorables y valoraciones positivas que ellos, podrá quedar muy bien sobre el papel, pero dime tú como dos pobres mártires de principios del siglo IV podríamos adaptarnos a esas artimañas publicitarias del XXI... y eso que ninguno de los dos éramos precisamente tontos en nuestra vida mortal, yo fui un reputado escritor alabado incluso por san Jerónimo, y tú un notable militar; pero a mí, y supongo que también a ti, todos esos tutoriales que nos hicieron aprender me suenan literalmente a chino. Menuda ayuda.

-Pues ya andan por ahí algunos aprovechados que intentan vendernos presuntos métodos milagrosos -recalcó con sarcasmo Expedito- para poder escalar puestos en la valoración: ofertas dos por uno en milagros, marketing puerta a puerta, con lo mal vistas que están ahora las apariciones, telequinesis de imágenes en las iglesias, estigmas en las estampas y los grabados... desde mi punto de vista charlatanería pura.

-Tú aún podrías hacer que los huesos de san Expedito de una reputada pastelería sangraran, pongo por caso -ironizó Pánfilo-, pero ¿yo? Soy un simple santo olvidado, salvo en algunos santorales antiguos que ya nadie mira y acumulan polvo en las bibliotecas. En cualquier caso coincido contigo, no me fío lo más mínimo de esos embaucadores, ninguno de los cuales, al menos de los que conozco, se puede decir que tengan precisamente un brillante currículum religioso.

-Más serios me parecían los del Sindicato de Bienaventurados Celestiales cuya principal misión pregonaban que era la de defender los intereses de nuestro colectivo frente a discriminaciones injustificadas. El problema -comentó dubitativo rascándose el nimbo- es que, pese a que están todavía en fase de constitución, ya han empezado con las disensiones internas, que amenazan incluso con provocar escisiones. Están los que rechazan a quienes no sean mártires, o bien los que nos rechazan a nosotros arguyendo que fuimos unos privilegiados saltándonos todo el proceso de canonización. Otros arguyen criterios cronológicos alegando que nada tenemos que ver los que vivimos en el imperio romano con los santos medievales, los barrocos o los contemporáneos, todos los cuales cuentan también con sus propias facciones igual de excluyentes; e incluso los más radicales, por fortuna muy pocos, propugnan una revolución para abolir lo que ellos denominan la dictadura angélica. En resumen, una jaula de grillos de la que no se puede esperar nada bueno.

-Pues sí que estamos apañados... ¡Cuidado! -exclamó Pánfilo haciendo un imperioso gesto a su amigo-. Por ahí viene el chivato. Sé de buena tinta que es un soplón del Servicio de Inteligencia Angélico.

-¿Quién...? -exclamó sorprendido éste-. ¡Ah, es Opropio! Un pelmazo, pero no sabía que fuera también chivato.

-Me lo dijo Tomás de Aquino, que suele estar bien informado. Ése sí que tenía motivos para ser expurgado; si a ti te tildan de falso mártir, a él deberían echarlo directamente a patadas, puesto que se sabe de sobra no sólo que nunca existió, sino que su nacimiento se debió a una calle madrileña que, por ser de propiedad particular, estaba rotulada como Paso propio; con el tiempo se fueron borrando las primeras letras quedado como so propio, y de ahí pasó a S. Opropio, es decir, san Opropio. El nombre de la calle se cambió al descubrirse mucho tiempo después el gazapo, pero el individuo aprovechó para aparecer por aquí colándosele al mismísimo san Pedro, que ya es mérito... y ahí lo tienes, más falso que un sestercio de madera y sin los problemas que nos afligen a nosotros, simplemente porque se lo supo montar bien a base de adular a los personajes adecuados.

-Y que lo digas, el cielo es para los advenedizos y los farsantes sin escrúpulos, mientras los santos honrados nos quedamos a verlas venir. ¡Quién iba a decirnos que incluso aquí camparían las injusticias!

-Por cierto -apremió Pánfilo-, no tengo el menor interés en que se nos pegue como una lapa, y me temo que ésa es precisamente su intención. Si no te importa, vámonos de aquí antes de que se nos acerque más, puesto que nada bueno podemos esperar de este fulano.

Así hicieron, levantándose y partiendo a toda prisa -las almas pueden viajar muy rápido cuando se lo proponen- dejando al recién llegado con dos palmos de narices virtuales. El cual, encogiéndose de hombros también virtuales, cambió de dirección en busca de algún otro incauto al que poder sonsacar. Presas, se dijo, no le faltarían, y siempre podría sacar de ellas alguna información útil. El trabajo de espía no le entusiasmaba, pero de alguna manera se tenía que ganar la vida eterna.


Publicado el 20-6-2022