La última oposición



A Caralampio Martínez nunca le habían preocupado lo más mínimo las cuestiones religiosas. Más que ateo o agnóstico, en realidad acostumbraba a mostrar una indiferencia olímpica hacia cualquier tema de difícil o imposible comprensión racional, arguyendo pragmáticamente que no merecía la pena preocuparse por algo que quedaba fuera de su alcance. Lo que tuviera que ser sería, sentenciaba con aplomo.

Aunque, como cabe suponer, finalmente también a él le llegó el momento. En el fondo el consideraba como más probable que tras el tránsito de la muerte no existiera nada, salvo un vacío absoluto similar al anterior a su nacimiento. Pero para su sorpresa descubrió que se había equivocado y, si bien lo que vislumbró en su nuevo estado no se parecía demasiado a las anticuadas elucubraciones sobre el Más Allá que se perpetuaron durante milenios pese a toda lógica, era una prueba tangible de que, pese a su radical escepticismo, en realidad sí existía algo.

Ahora se percibía como un ente inmaterial, pero no por ello carente de consciencia, que se elevaba ingrávidamente por un invisible camino acompañado por otros entes similares a los que, pese a todo, se resistía a identificar como almas. Quizá sí lo fueran o quizá no, reflexionó con una lucidez de la que jamás había disfrutado en su extinta vida mortal, cuando su mente se había visto aprisionada en las estrecheces de su ya yerto cerebro.

Contempló a sus compañeros de viaje con un sentido que no era la vista pero que no obstante le permitía ver, descubriendo que sus formas, por definirlas de alguna manera, no tenían nada que ver con los cuerpos mortales de los que procedían ni, mucho menos, con cualquiera de las representaciones de las almas plasmadas en las obras de arte de índole religiosa. Y se contempló también a sí mismo, descubriendo sin sorpresa que su cuerpo era, tal como cabía esperar, similar a todas ellas.

Descubrió asimismo que en ese espacio que no era espacio flotaban ingrávidos, rodeando la columna ascendente de la que él formaba parte, otros seres asimismo inmateriales pero de formas distintas a las suyas, los cuales parecían controlar que todo marchara bien. ¿Ángeles? Era posible, aunque tampoco se parecían en absoluto a los que estaba acostumbrado a contemplar en cuadros o dibujos. De hecho éstos resultaban indescriptibles en términos humanos pero no por ello aparentaban ser menos reales.

Superada la primera sorpresa, Caralampio se planteó la inevitable pregunta. ¿Hacia dónde se dirigía? En principio, condicionado por su sustrato religioso, tan sólo se le planteaban tres posibles opciones. La sensación de paz y sosiego que le rodeaba parecía descartar la más preocupante de ellas, y en cuanto a las dos restantes... bien, él creía que en su vida mortal no había hecho nada suficientemente malo como para verse privado de la recompensa eterna, aunque la alternativa de una penitencia temporal tampoco resultaba descartable. En cualquier caso, pronto saldría de dudas una vez llegado a su destino.

Y llegó con relativa brevedad conforme, eso sí, a la extraña escala temporal en la que se encontraba inmerso. Como pudo comprobar la escala -por denominarla de alguna manera- ascendente de la que él formaba parte se desvanecía al llegar arriba. Y finalmente fue él quien también llegó arriba, produciéndose el esperado cambio de escenario.

De repente, sin solución alguna de continuidad, se encontró flotando en mitad de la nada, ese extraño éter que le rodeaba rezumando una suave luminosidad de tono débilmente lechoso. Estaba solo, puesto que habían desaparecido tanto el resto de las almas como los ángeles que hasta entonces les hubieran estado pastoreando.

Pero la soledad duró poco.

-Bienvenido, Caralampio -resonó el saludo directamente en su mente, o lo que quisiera que fuera su actual fuente de pensamientos.

-¿Quién eres? ¿Dónde estoy? -preguntó también mentalmente, ante la imposibilidad de hacerlo con una boca inexistente.

-No tienes nada que temer, estás entre amigos -fue la tranquilizadora respuesta-. Te encuentras en el Centro de Recepción y Calificación de Almas número ***** -el ordinal le resultó ininteligible-, como supongo habrás deducido. Bueno, su nombre real no es exactamente éste, pero lo he transcrito a términos que pudieran serte más familiares. Es normal que los recién llegados os encontréis desorientados, máxime si la realidad con la que os habéis encontrado no coincide con vuestras creencias adquiridas, como suele ser lo más habitual. Mi labor es recibiros y explicaros como van a ser vuestros primeros pasos aquí.

-¿Eres un... ángel?

-¡Oh, no! -el tono de voz sonaba hastiado-. Esto es lo que nos preguntáis prácticamente todos. La verdad es que no resulta fácil explicaros nuestras funciones dada la contaminación de miles de años de especulaciones teológicas sin base real que arrastráis, por lo que te recomiendo que olvides todo cuanto pudiera condicionar tu comprensión. Para facilitar las cosas, hasta que conozcas mejor todo esto puedes asumir que pertenezco al segundo orden jerárquico dentro de los entes auxiliares; el primero eran los seres que viste regulando el flujo de llegada de todos vosotros, a los que soléis identificar con los ángeles pese a que no lo son. Yo gozo de mayor categoría que ellos, razón por la que algunos piensan que soy un arcángel; pero prefiero no imbuiros un concepto equivocado.

-Está bien, entonces ¿cómo quieres que te llame? Porque supongo que tendrás un nombre...

-Lo tengo, pero resultaría imposible transcribirlo a tu lenguaje que, aunque ahora es ya completamente mental, todavía está condicionado por las limitaciones funcionales de tu extinto cerebro mortal. Con el tiempo asimilarás todas las capacidades de tu nueva mente, pero para ello será preciso un aprendizaje. En cualquier caso poco importa, puesto que mi misión terminará en cuanto te transmita las instrucciones previas y con toda probabilidad no volverás a cruzarte conmigo. Pero si te resulta más cómodo identificarme de alguna manera, puedes llamarme Mentor.

-¿Puedo hacerte una pregunta? -insistió el neófito.

-Hazla, pero te ruego que seas breve; no puedo dedicarte demasiado tiempo ya que no somos muchos los mentores y cada uno de nosotros tiene que atender a un número muy considerable de recién llegados. Ahora mismo estoy hablando simultáneamente con cien mil almas de las más dispares procedencias, y tengo a varios millones más esperando. Por más que hemos reclamado un incremento de la plantilla, no hemos conseguido que nos hicieran el menor caso... pero esto es algo que no te atañe -zanjó el ser.

-¿Estoy...? -titubeó Caralampio-. ¿Estoy en el cielo?

-Ya te he dicho que los conceptos religiosos, o seudo religiosos, con los que llegáis aquí suelen ser equivocados, cuando no directamente falsos. La imaginación de los jerarcas de las diferentes creencias religiosas ha sido siempre tan viva como desnortada, por lo que nos cuesta mucho trabajo libraros de vuestros errores. No, esto no es lo que en vuestra religión conocéis como el cielo.

-Entonces, ¿estoy en la antesala del...? -y él, que tanto se había mofado en su vida mortal de las ingenuas creencias en el Más Allá, ahora se encontró incapaz de pronunciar la temida palabra.

-Tampoco es el infierno; ni el purgatorio o el limbo, dicho sea de paso. Sí existen dos ámbitos a donde son enviadas las almas según corresponda, a los que podríamos considerar como el destino de quienes han superado las pruebas y el de los que no; puedes identificarlos si quieres como el cielo y el infierno que te enseñaron en tu infancia, aunque en realidad nada tienen que ver con éstos salvo en que el primero es un lugar de, digamos, premio para quienes se lo han ganado, y el segundo uno de no premio antes que de castigo al estilo de como los imaginaron Dante y tantos otros. En cualquier caso, sí es cierto que existe una diferencia notable entre ambos.

-Si no estamos ni en el cielo, ni en el purgatorio ni en el infierno, ¿qué pinto yo aquí? -porfió Caralampio con tozudez.

-Ya te lo he dicho -insistió Mentor con un leve tono irritado en su voz-. Éste es uno de los Centros de Recepción y Calificación de Almas, y su misión es evaluar a las recién llegadas como paso previo para enviarlas a donde corresponda.

-O sea, que es aquí donde vais a decidir si merezco ir arriba o abajo... -rezongó el recién finado-. Yo pensaba que cuando moríamos ya contaríamos con nuestro expediente completo, por lo que la remisión a uno u otro sitio ocurriría de modo automático. Si me lo permites, te diré que este sistema me parece un poco chapuza.

-¡Vaya, ésta sí es una opinión original! -Mentor emitió el equivalente a una risa incorpórea-. Te lo agradezco, estoy harto de tener que escuchar siempre los mismos tópicos. Si me guardas el secreto, te diré que no te falta razón. De hecho, es así como se venía haciendo tradicionalmente. Pero las cosas cambiaron, y entre que tomasteis al pie de la letra lo de creced y multiplicaos hasta acabar no cabiendo en el planeta, y que los burócratas se las apañaron para irnos complicado las cosas cada vez más, hace ya varios de vuestros siglos los de arriba decidieron en mala hora modificar el sistema de selección. Recurriendo términos que te puedan resultar familiares, podríamos decir que se pasó de un simple concurso de méritos a una oposición o, por decirlo con mayor precisión, a un concurso oposición.

-¿Una oposición? ¿Aquí?

-Sí, hijo, aquí -Caralampio juraría que su interlocutor suspiró-. Y no sólo para vosotros sino también para nosotros, lo que prácticamente congeló nuestras opciones de ascenso en el escalafón condenándome a un miserable nivel dos. Te lo explicaré. Por supuesto todo lo bueno y todo lo malo que hayas podido hacer a lo largo de tu vida mortal está registrado en tu expediente y será tenido en cuenta, pero lo que verdaderamente decidirá si vas arriba o abajo es el examen al que serás sometido, que no sólo es eliminatorio sino que ni siquiera te valdrá por sí solo, incluyendo la puntuación de la fase de concurso, para que puedas traspasar las puertas de lo que tú identificas como el cielo.

-No me lo puedo creer... -musitó atónito el recién llegado.

-Pues créetelo, porque de la puntuación final que obtengas dependerá tu futuro para toda la eternidad.

-¿Pero cómo puede ser eso?

-Pues por algo tan sencillo como lo que te he comentado antes del creced y multiplicaos. El recinto del cielo, llamémosle así para simplificar, aunque ilimitado no es infinito, y cuando la humanidad comenzó a crecer de forma exponencial acabó creando unos problemas de falta de espacio cada vez más acuciantes. Ten en cuenta que quien entre permanecerá allí por toda la eternidad, así que el sitio se acabó llenando ya que, como cabe suponer, no existen ni jubilaciones, ni fallecimientos, ni bajas de ningún tipo. Pese a que a lo largo de los siglos se fueron haciendo varias ampliaciones, éstas siempre acabaron siendo insuficientes ya que el ritmo de nuevos ingresos era muy superior al de espacio disponible. Y en esas estamos; si a esto le sumas que los fondos para mantenimiento y mejoras cada vez llegan más recortados, puedes suponer cuales acaban siendo las consecuencias.

-¿Entonces? -Caralampio se encontraba perplejo, ya que era lo último que podía haberse imaginado.

-La solución que se les ocurrió a los burócratas, en vez de reclamar mayores presupuestos, fue la de implantar un numerus clausus; ¿y qué mejor manera de hacerlo que con unas oposiciones, donde se puede establecer una cantidad de plazas convenientemente reducida, con independencia de cual pudiera ser el número de candidatos? En consecuencia, para poder acceder al cielo, por muy virtuoso que pudieras haber sido en tu vida mortal, ahora tienes que aprobar la oposición y además ser uno de los privilegiados que consiguen plaza. Así de sencillo.

-¿Qué ocurre con los demás?

-Los que suspenden la oposición, con independencia de cual pudiera ser su calificación en la fase de concurso, van directamente abajo. Nuestros colegas, por cierto, tienen los mismos problemas de espacio que nosotros ya que también allí la residencia es eterna, pero como nunca se preocuparon por la comodidad de sus huéspedes éste no les afecta tanto; se limitan a amontonarlos. Además, tampoco les harían el menor caso en el supuesto de que reclamaran una ampliación de espacio. Así pues, los de arriba se encontraron resuelto buena parte del problema sin necesidad de complicarse la vida... porque quienes cargamos con el marrón de seleccionaros fuimos nosotros.

-¿Qué ocurre con los que aprueban pero no consiguen plaza?

-Éstos van al limbo, al purgatorio o como quieras llamarlo, aunque no se trata de un lugar de castigo donde haya que purgar por los pecados cometidos ni tampoco de un aparcamiento de quienes, por una u otra razón, no podían entrar en el cielo pese a no estar condenados al infierno; ambos fueron tan sólo unas elucubraciones teológicas sin la menor base que no han existido jamás. Lo que se hizo fue habilitar un lugar donde los aprobados sin plaza aguardarían a que les llegara el turno; esto en teoría, porque con las restricciones de los últimos años el filtro se ha hecho tan estrecho que sólo unos pocos, entre los ya existentes y los recién llegados, consiguen una plaza definitiva, mientras la bolsa de candidatos sigue aumentando cada vez más. Y como a éstos tampoco se les puede mandar al infierno, la superpoblación que se evitó en el cielo se ha ido acumulando allí. Como puedes ver nos enfrentamos a un futuro nada halagüeño, sobre todo teniendo en cuenta que los de muy arriba siguen negándose a dar el cerrojazo final, lo cual si bien no resolvería el problema, al menos evitaría que el número de almas en pena fuera incrementándose cada vez más.

-Entonces, ¿tengo que pasar por el examen? -preguntó tímidamente Caralampio.

-Por supuesto, de este trámite no se libra nadie -y aparentemente arrepentido de su momentánea flaqueza, el Mentor zanjó-. Y ahora, si me disculpas, no puedo entretenerme más contigo. Ahí te dejo el temario del examen; tómate todo el tiempo que necesites para responderlo, aquí no tenemos prisa. Cuando hayas terminado, adviértelo mentalmente y entonces se te comunicará tu calificación definitiva. Que tengas suerte, hijo mío.

Y desapareció. Instantes después, aparecía frente a él el siguiente texto:


PRUEBAS DE ACCESO A LA SECCIÓN DE BIENAVENTURADOS
TEMAS SELECCIONADOS POR SORTEO
USTED DEBERÁ ELEGIR TRES DE ELLOS Y DESARROLLARLOS
DE LA MANERA QUE ESTIME MÁS CONVENIENTE


1.- Patrística cristiana (siglos I-VIII).

2.- Evangelios Canónicos y Apócrifos. Motivos por las que fueron descartados los segundos. Su influencia en las tradiciones piadosas.

3.- Heterodoxias y herejías. Influencia en la evolución del canon católico.

4.- Los milagros frente a la ciencia.

5.- Análisis epistemológico del diálogo ciencia-religión.

6.- Apología comparada.

7.- Angelología. Legislación y organigramas.

8.- Los ángeles caídos. Causas y consecuencias de su rebelión.

9.- El Juicio Final. Mito y realidad.

10.- Dogmas de fe. Análisis e interpretación.


-Me temo que voy a tener que quedarme aquí durante bastante tiempo -se lamentó un desolado Caralampio al tiempo que se ponía a la tarea.


Publicado el 15-8-2021