El peor bombardeo



A semejanza de una nube de gigantescos insectos la escuadra aérea volaba en formación cerrada rumbo a su objetivo, la capital enemiga, donde procedería a ejecutar un implacable bombardeo en alfombra del que no se libraría ni uno solo de sus habitantes.

En la carlinga de uno de los aparatos sus dos tripulantes dialogaban.

-Me parece terrible lo que vamos a hacer -comentaba el copiloto.

-Y a mí también -respondió el piloto-. Pero así es la guerra. Si pudieran, ellos también harían lo mismo a nuestras ciudades.

-Lo cual no es demasiado consuelo, al menos desde un punto de vista moral.

-Tienes razón, pero míralo por el lado menos malo; salvo por un imprevisto accidente, no habrá víctimas.

-Si te refieres a muertos y heridos no, por supuesto. Pero habrá otro tipo de daños aunque no arrojemos bombas sobre ellos, y pueden llegar a ser incluso peores.

-Eso ya me parece rizar el rizo. Al fin y al cabo, muchas de nuestras presuntas víctimas se alegrarán enormemente de recibir lo que les llevamos.

La llegada de los aviones a su destino interrumpió momentáneamente la conversación. Situados sobre la vertical de la gran urbe, los bombarderos rompieron la formación conforme a un plan establecido hasta abarcar la totalidad de la ciudad, buscando que la cobertura de los lanzamientos fuera lo más amplia y homogénea posible.

Una señal luminosa se encendió en el panel de control, avisando que habían llegado a su objetivo.

-Ahora, ¡lanza! ordenó el piloto a su compañero.

Obedeció éste pulsando el botón que abría las compuertas de la bodega, comprobando por las cámaras ventrales como comenzaban a caer las grandes cajas perfectamente embaladas, a las que instantes después se les abría el paracaídas que las depositaría suavemente en el suelo sin dañar sus delicados contenidos.

-¡Allá va la última! -avisó el copiloto con cierta desgana al tiempo que cerraba la escotilla-. Misión cumplida.

-Así es, nosotros ya hemos terminado -confirmó el piloto maniobrando para enfilar el camino de vuelta a su base-. Ahora les corresponde a ellos abrir las cajas y llevarse los televisores a sus casas... si sus soldados no se lo impiden. Pero posiblemente a muchos de éstos lo que en realidad les importará será arramblar también con uno de ellos. Realmente es un plan maquiavélico, y sin duda mucho más efectivo que las bombas.

-Sí, televisiones digitales de última generación equipadas con la más moderna tecnología y alimentadas con energía solar... que sólo pueden sintonizar canales deportivos, publicitarios, videoclips, cotilleos, culebrones, concursos idiotas, telebasura, pornografía y apuestas. Sin duda, se trata de una jugada maestra -remachó mordaz.

-¿Qué querías, que les regaláramos canales culturales, documentales y retransmisiones de conciertos de música clásica? Se desharían de ellas a las primeras de cambio. Éstas, por el contrario, les van a encantar; bueno, siempre habrá algún bicho raro que no piense lo mismo, pero serán cuatro gatos. Además son totalmente gratis y sin ninguna condición ni contrapartida, lo que resultará irresistible para muchos. En poco tiempo los tendremos comiéndonos de la mano.

-¡Pobre gente! Y pensar que no hace tanto la guerra psicológica se hacía a base de propaganda tosca y consignas políticas... comparada con esto, no pasaba de ser un juego de niños.

-Ni siquiera eso. No olvides que nuestro bombardeo va a hacer feliz a muchos que ya no nos verán como enemigos. Al fin y al cabo les proporcionamos justo lo que más desean, a diferencia de sus gobernantes; nada diferente, por cierto, de lo que ya disfrutan nuestros propios ciudadanos.

-Sí, pan y circo. Ya puestos, ¿por qué no les mandamos también comida para completar la oferta?

-Pues no sería ninguna tontería, primero el circo y después el pan; incluso es probable que nuestros psicólogos ya lo hayan pensado. ¿Te imaginas regalándoles cantidades sin tasa de tabaco, hachís, alcohol, todo tipo de comida basura, bebidas hiperazucaradas, bollería industrial rezumante de grasas insanas, alimentos ultraprocesados y chucherías surtidas? En poco tiempo se les saturarían los hospitales.

-Sí, encima dales ideas -rezongó el copiloto sin saber si su superior estaba hablando en serio o bromeaba. De lo que sí estaba seguro era que probablemente tendría remordimientos de conciencia durante mucho tiempo.


Publicado el 4-7-2021