La trampa



En la tripulación de la nave exploradora XB-403 Semíramis reinaba una gran excitación, nada habitual entre los sobrios astronautas terrestres.

-¡Es increíble! -exclamaba fuera de sí el navegante-. ¡Diez sobre diez! ¡Es un planeta tipo Tierra perfecto, ni siquiera hará falta una terraformación!

La cuestión era realmente importante, puesto que los planetas tipo Tierra habían demostrado ser sumamente escasos en el universo.

-No lo entiendo... -reflexionaba el cosmólogo, más para él que para sus alegres compañeros, nada dispuestos a que les aguara la fiesta-. Hace tan sólo quince años pasó por aquí una sonda automática, y lo único que registró fue la existencia de una enana roja con un solitario planeta del tamaño de Marte y sin atmósfera, totalmente inhabitable.

-Hombre, se equivocaría -le rebatió alguien tras oír su soliloquio-; sabes de sobra que esos chismes no son demasiado precisos, para eso estamos nosotros.

Iba a responderle que las sondas podían ser imprecisas, pero no solían equivocarse, cuando el capitán les comunicó que acababa de dar órdenes al piloto para que la Semíramis se encaminara al planeta virgen. Todos lo celebraron con entusiasmo, excepto el dubitativo cosmólogo que seguía sin verlo del todo claro.

Apenas diez minutos más tarde se consumaba la catástrofe. De forma súbita todos los instrumentos de la nave se volvieron locos y, antes de que los sorprendidos tripulantes pudieran siquiera reaccionar, la Semíramis y todo cuanto albergaba en su interior se convertían en un fugaz destello de plasma antes de que sus disgregados átomos se dispersaran por la inmensidad del cosmos.


* * *


-¡Vaya, ya cayó! -exclamó el inmenso robot (medía más de dos kilómetros de longitud) tras vislumbrar el fogonazo-. Tengo que agradecer a Krtppss su sugerencia.

Y dicho y hecho se puso en contacto con su compañero, distante diecisiete años luz; los robots -llamémosles así por tratarse de organismos cibernéticos autoconscientes, no porque se semejaran en nada a sus homólogos de manufactura terrestre- de esa especie eran sumamente celosos de su intimidad, y solían distanciar en varios parsecs sus moradas.

-¿Krtppss? Soy yo, Jprsvvk. Oye, tu sugerencia ha funcionado. Acaba de caer el primer parásito.

-Te lo dije -respondió su interlocutor-. Yo tengo instalada la trampa desde hace varios leas, y siempre me ha dado un magnífico resultado; no deja pasar uno. Lo mejor de todo es que sirve para prácticamente cualquier bicho, a todos sin excepción los engaña.

-Yo no sé de donde vendría éste... probablemente del sector 3-A.

-¿Del 3-A? Esos son los peores, de un tiempo a esta parte se han convertido en una auténtica plaga. Seguro que te vienen más. Por suerte la trampa les atrae y ellos solitos se zampan en el disruptor de materia. Limpio y sencillo...

-Lo que no entiendo es como se les puede engañar de una manera tan burda...

-Al parecer el inductor genera en sus mentes primitivas una imagen falsa de aquello que más anhelan encontrar; el resto es automático, ten en cuenta que su inteligencia es demasiado limitada como para no darse cuenta de que se trata de un señuelo. No me preguntes por detalles técnicos, porque los desconozco; lo importante es que la trampa funciona. Y ahora, si me lo permites, me gustaría continuar con mis meditaciones.

Y cortó la línea de comunicación. Jprsvvk, satisfecho, revisó el mecanismo, situado en los límites exteriores de su pequeño sistema planetario, comprobando que se encontraba de nuevo cargado y, satisfecho con la comprobación, reanudó su distracción favorita de tallar artísticamente las romas montañas de su yermo mundo rocoso... yermo según los parámetros humanos, no según los suyos propios.

Porque ese pequeño planeta carente de atmósfera que giraba en torno a una enana roja, era para Jprsvvk mucho más que su residencia; era su paraíso particular, y no estaba en modo alguno dispuesto a que ningún molesto parásito viniera a perturbar su plácida existencia.


Publicado el 26-10-2015