Esperanza en el Más Allá
-Oye, ¿tú crees en el Más Allá?
El interpelado dejó de comer y, apartando la vista de su comida, volvió la cabeza hacia su compañero preguntando a su vez:
-¿Qué si yo creo en el qué...?
-En el Más Allá... en la otra vida después de la muerte -explicó el primero entre incómodo y confuso.
-¡Ah, ya! -y siguió comiendo.
-¿He de entender que tu respuesta es negativa? -ante la indiferencia de su interlocutor la incomodidad comenzó a ceder paso a la irritación.
-Bueno, no exactamente... -contemporizó éste una vez hubo vaciado la boca- en realidad, ni siquiera me lo he preguntado nunca. Prefiero disfrutar primero de esta vida todo lo que pueda, y después ya veremos...
-¿Pero nunca te has llegado a plantear la necesidad de que sí la hubiera? ¿De que no todo termine de forma definitiva con la muerte?
-¿Y por qué habría de hacerlo? -su estolidez resultaba a prueba de bomba- Es más fácil pensar que cuando llegue el momento todo habrá acabado y ya está.
-Eres un cretino materialista -le espetó furioso-. Ni tan siquiera eso -se corrigió-, sino tan sólo un simple pasota al que le da igual todo lo que no sea la mera satisfacción material e inmediata.
-Si tú lo dices... -porfió cachazudo el interpelado.
-¿Ni siquiera eres consciente de que nuestra existencia no tendría el menor sentido si se limitara a esta vida que llevamos, si no existiera un Más Allá en el que pudiéramos ser premiados o castigados conforme a nuestros méritos o a nuestros fracasos? ¿Es que la muerte nos tiene que igualar a todos con independencia de que hayamos sido mejores o peores? Eso sería una suprema injusticia, y una vida sin justicia carece por completo de sentido.
-¡Uf! Eso es demasiado profundo para mí. Yo prefiero cosas más inmediatas: comer bien, dormir mejor...
-No sigas -le conminó sin dejarle terminar la frase-. No es necesario. Ya veo que eres un caso perdido.
-¿Y tú no? -se burló el materialista.
-Yo no -respondió el otro con solemnidad-. Yo estoy preparándome para que tras el tránsito pueda ser seleccionado entre los mejores, y premiado por ello. A mí sí me importa el futuro, y mucho.
-Pues que te aproveche. Yo prefiero no dejar que esto se me quede frío.
Y siguió comiendo, indiferente por completo a las especulaciones teológicas de su compañero.
* * *
El capataz del matadero inspeccionaba minuciosamente una larga fila de canales de cerdo colgadas de ganchos. Al llegar frente a una de ellas, especialmente lustrosa, ordenó a su ayudante:
-Ésta la separáis y la mandáis a la sala de despiece C.
-Desde luego es un animal magnífico -exclamó éste al tiempo que anotaba el código identificativo en un cuaderno.
-Sí, hacía tiempo que no veía un cerdo así -convino su superior-. Así que hemos de aprovecharlo, dará mucho juego en la línea de embutidos y jamones selectos. Hubiera sido una lástima desperdiciarlo mezclando su carne con la de los otros. ¿Pero de qué te ríes?
-De nada, jefe, tan sólo me he acordado de lo que predican todas las religiones acerca de que hay que prepararse para el Más Allá, y de pronto me he imaginado a este cerdo esforzándose en la granja para ser seleccionado entre los mejores después de haber pasado por las manos del matarife... una tontería, claro.
-Y de las gordas -sentenció el capataz- ¿cómo iba a pensar eso un cerdo?
Y fulminando con la mirada a su ayudante, siguió inspeccionando las canales.
Publicado el 21-1-2013