Éxito ¿total?
Tras muchos ensayos e intentos fallidos, Jeremías P. logró al fin lo que deseaba: acceder a la visión de rayos X, tema frecuente en la ciencia ficción pero imposible de conseguir en la ciencia seria, ya que si bien desde tiempos del propio Röntgen se sabía como realizar radiografías, cosa muy distinta era conseguir que un humano pudiera ver en este rango espectral tal como lo hacemos con la luz visible.
Jeremías P. lo había conseguido gracias a su tesón, su genialidad y también, por qué no admitirlo, una necesaria dosis de suerte; y para mayor mérito lo hizo en solitario, utilizando unos medios técnicos simples y, lo más sorprendente de todo, construyendo un artilugio tan simple que en nada se diferenciaba externamente de unas gafas de sol.
Tamaño hallazgo, sin dudar uno de los grandes hitos de la inventiva humana, habría bastado para encumbrarlo en la historia de la ciencia; pero Jeremías aunaba a su enorme talento una misantropía patológica que le generaba una irreprimible repulsión hacia la humanidad. Así pues decidió reservar su uso exclusivamente para sí mismo, aplicándolo a una distracción lúdica: recordaba haber visto en su niñez una película en la que el protagonista, inventor de un método similar, lograba ver a las mujeres sin ropa, algo que a él, incapaz por completo de relacionarse con el sexo opuesto, se le antojaba, digámoslo así, interesante.
Fue pues con esta inocente motivación erótica, que no pretendía ir más allá de un inofensivo y discreto voyerismo, como estrenó su flamante visión de rayos X saliendo a la calle por vez primera en mucho tiempo. Previsoramente llevaba las gafas quitadas, puesto que de entrada no le apetecía desnudar a la mitad masculina ni tampoco a todas aquellas de la mitad restante que no reunieran un mínimo de requisitos digamos estéticos, puesto que a pesar de todas sus inhibiciones él no dejaba de ser un esteta.
Reprimiendo su malestar cada vez que alguien pasaba rozándolo, no tardó demasiado en localizar a una muchacha joven que cumplía sobradamente los requisitos requeridos. Y, aunque su vestimenta dejaba poco margen a la imaginación, sacó las gafas del bolsillo colocándoselas con ademán distraído. Acto seguido miró discretamente hacia ella, pudiendo comprobar que su invento funcionaba tal como había esperado e incluso sus expectativas se habían rebasado con creces, yendo mucho más allá de desvelar las escuetas ropas de la muchacha.
Lamentablemente, pudo comprobar también que la visión de un esqueleto andante, por muy armoniosos que pudieran ser sus huesos, tenía muy poco de erótico.
Publicado el -2023