Incredulidad



En algún lugar de Gondwana, hace 65 millones y pico de años, dos Dino sapiens dialogaban.

-¿Sabes? -decía uno de ellos-. He leído un artículo en el que unos científicos afirman que una catástrofe mundial suficientemente violenta podría provocar la extinción de la práctica totalidad de los seres vivos; tan sólo se salvarían un pequeño puñado de especies, entre ellas las de los mamíferos.

-¿Los mamíferos? -se burló su amigo-. No me hagas reír, por favor. Con la cantidad de animales desarrollados que hay en el planeta, ¿tendrían que ir a salvarse precisamente los más toscos e inútiles, poco más que un fondo de saco de la evolución? ¡Venga, ya! Y todavía dirán que estos miserables bichos, al encontrarse sin competencia, evolucionarían y se expandirían por todo el planeta cubriendo el hueco dejado por nosotros. E incluso, ya puestos, ¿por qué no imaginar que acabara apareciendo un mamífero inteligente?

-¿No lo crees? -preguntó, amostazado, el primero.

-Por supuesto que no. Puede que nos extingamos, no digo lo contrario. Puede que no quede ni un solo dinosaurio vivo en toda la extensión del orbe. Pero que nos sucedan los mamíferos, y todavía más -añadió, aparentemente sin caer en la cuenta de que esa afirmación había sido fruto de su propia cosecha- que el Dino sapiens sea reemplazado como especie dominante por cualquier tipo de Mammalia sapiens que se te pueda ocurrir, es algo que no me puedo tragar se pongan como se pongan esos científicos que citas.

-Como tú quieras -concedió su interlocutor agitando con indiferencia la cola-. En cualquier caso, de lo que sí estoy seguro es de que, pase lo que pase, ni tú ni yo lo veremos.

En aquel mismo instante un asteroide de varios kilómetros de diámetro, procedente de las profundidades del espacio, se iba acercando cada vez más a la Tierra.


Publicado el 16-2-2015