No puede ser
San Damián estaba literalmente que trinaba. Él y su hermano Cosme, por razones obvias, eran los médicos oficiales del Cielo, y no se piense que se trataba de un cargo honorífico; ser un alma inmortal no significaba estar exento de diversos percances, desde enfermedades hasta accidentes que, aunque no maten, pueden llegar a ser bastante molestos, eso sin contar las cada vez más frecuentes consultas psicológicas y psiquiátricas.
Así pues trabajo no les faltaba, dada la superpoblación celestial tras tanto tiempo recibiendo ánimas sin que su número descendiera jamás. Para mayor comodidad ambos habían decidido turnarse y, según el acuerdo establecido, era a Cosme quien le correspondía pasar consulta ese día; pero se había matriculado en un cursillo interreligioso impartido por expertos budistas en el recinto del nirvana, por lo cual le había pedido que intercambiaran sus turnos. Él había accedido pensando que sería una consulta tranquila, pero había tenido la mala suerte de tropezar con un pelmazo al que no había manera de quitárselo de encima.
-Señor Zapardiel -insistió por enésima vez, desesperado de poder convencer a semejante cazurro-. Le repito, una vez más, que no es posible atender su petición por mucho que se empeñe; no es que no quiera hacerlo, es que no puedo.
-Pues volveré cuando esté su hermano -porfió el aludido-, que a lo que se ve será mejor médico que usted.
-Le dirá exactamente lo mismo que le estoy diciendo yo.
-Vaya médicos de pacotilla, que ni siquiera son capaces de hacer una intervención tan sencilla.
-Somos capaces de eso y de mucho más, incluso de darle la vuelta a usted dejándole las tripas fuera y la piel dentro; pero lo quiera creer o no, esto no depende de nuestra habilidad quirúrgica, sino de su propia naturaleza.
-¡Lo que ocurre es que son unos transfobos! ¿Acaso piensan que seguimos estando en los tiempos de la Inquisición? Allá abajo, y mira que están atrasados, ya aceptan mayoritariamente el derecho de cada uno a elegir libremente su sexualidad. Lo único que pretendo es algo tan sencillo como reclamar aquélla con la que me identifico, independientemente de la que pueda haber heredado de mi alma.
-Señor Zapardiel -suspiró exasperado el médico mesándose el nimbo con ambas manos-, ¿qué tengo que hacer para que entienda de una puñetera vez que usted es un ángel, y que los ángeles no tienen sexo? ¿Como podría nadie cambiarle algo de lo que carece en absoluto?
Publicado el 16-8-2022