Querer es poder



Desde tiempos inmemoriales, remotos incluso hasta para la eternidad de los dioses, éstos acostumbraban a reunirse cada cuatro eones para confraternizar entre ellos, intercambiar recuerdos y experiencias y celebrar los éxitos de quienes, en opinión de sus colegas, más habían destacado en los distintos campos de su divina actividad.

Esta amistosa competición, pues competición era, contaba claro está con los correspondientes galardones: Mejor universo, planeta más original, civilización más desarrollada... galardones a los que Dios-Yahvé había venido optando desde hacía infinidad de convocatorias, siempre sin el menor resultado; a pesar de sus denodados esfuerzos por salir de la mediocridad, el desdichado inmortal tan sólo había conseguido labrarse una bien merecida fama de chapuzas.

Por fortuna para él, su suerte cambió de forma radical desde el momento que, obrando con astucia y, por qué no reconocerlo, con una cierta dosis de intriga dudosamente reglamentaria, decidió cambiar de estrategia: si él no podía optar a los galardones dado que siempre alguien con más méritos se los arrebataba, intentaría que los galardones vinieran a él.

Así pues, tras un largo empeño consiguió reunir los apoyos suficientes para que el Gran Comité Organizador de los certámenes cuatrienales constituyera una nueva categoría, hasta entonces inexistente, diseñada su medida, de forma que pudiera optar a ella con las suficientes garantías de éxito. Cierto es que algunos envidiosos se apresuraron a protestar ante esta iniciativa por considerarla manipulada y contraria al limpio espíritu deportivo, pero por fortuna para él estas impugnaciones fueron desestimadas por unos jueces a los que, dicho sea de paso, había procurado contentar previamente a la emisión de su veredicto.

Y lo logró. Su tesón rindió finalmente fruto, y Dios-Yahvé pudo alcanzar al fin su anhelado triunfo. Desde entonces, presume orgulloso de un oropel que nadie le podrá arrebatar jamás, su condición públicamente reconocida de Dios creador más surrealista de todos los universos. Y con toda la razón, a juzgar por los resultados.


Publicado el 30-6-2005 en BEM