Ursicinio Pi, obstetra del hospital de la Buena Salud y Mejor Bolsillo, estaba desconcertado. Había asistido a un parto que se presentó sin complicaciones, el niño nació con rapidez y en perfecto estado de salud, pero la auxiliar que se encargó de lavarlo descubrió la existencia de una extraña marca en uno de los muslos.

Esto en sí no era extraño, en muchas ocasiones los neonatos mostraban marcas -los antojos de la cultura popular- que habitualmente acaban desapareciendo, y si no era así... bien, era probable que en la adolescencia quedaran camufladas entre los tatuajes. Nada, pues, que precisara atención médica, pero...

Esta marca, y de ahí su extrañeza, era peculiar. Muy peculiar ya que le recordó, al tiempo que sentía un escalofrío, a los números con los que los nazis marcaban a sus prisioneros en los campos de concentración. Porque según toda evidencia semejaban ser letras de un alfabeto desconocido.

Calló no obstante su sospecha ante los ilusionados padres, a los que tan sólo dijo que la marca se borraría con el tiempo. Pero subrepticiamente le había hecho una fotografía que cotejó en internet descubriendo que se trataba aparentemente de un texto escrito en hebreo.

Puesto que no conocía este idioma recurrió a un amigo suyo, judío, que tampoco fue capaz de traducirlo, al fin y al cabo él sólo hablaba español, pero se encargó de preguntárselo a un rabino de la sinagoga a la que nunca acudía. Éste sí pudo leerla, respondiendo que se trataba de una fecha ochenta y tantos años en el futuro precedida de la frase “Uso preferente antes de”.

Ursicinio y su amigo se quedaron perplejos incapaces de entender el extraño mensaje, hasta que este último en un rasgo de inspiración le preguntó:

-Oye, ¿no será que Dios se ha puesto al día incluyendo la fecha de caducidad a los recién nacidos?

Ursicinio no era creyente y prefirió guardar silencio; evidentemente no compartía la opinión de su amigo pese a que tampoco lo era, pero no pudo evitar que un escalofrío le recorriera el cuerpo.