Venganza frustrada



Halcón Reumático, descendiente de una larga estirpe de famosos guerreros arapahoes, llevaba décadas maquinando su venganza. Recién nombrado jefe de la tribu tras la muerte de su padre, el recordado Cuchillo Oxidado, había sido despojado de su legítima herencia por el pérfido Sabandija Rastrera que, apoyado por varios traidores, no sólo le había arrebatado el poder sino que también intentó asesinarlo, salvando la vida gracias a la oportuna advertencia de un guerrero fiel a su memoria.

Huyendo a uña de caballo logró ponerse a salvo en tierras de rostros pálidos, pero la humillación sufrida y el deseo de recuperar el cargo que le correspondía por su sangre se convirtieron en un acicate cuyo fin no era otro que el de arrancarle la cabellera a su enemigo antes de enviar su negro espíritu a rendir cuentas al Gran Manitú tras una sanguinaria tortura en cuyos detalles se recreaba día tras día.

Pero el destino había dictaminado algo muy distinto y, por diferentes causas ajenas a su voluntad, la tan deseada venganza se fue dilatando año tras año para desesperación suya; lo cual, lejos de amortiguarla, había ido incrementando cada vez más su afán por realizarla hasta convertirse en una auténtica obsesión, mientras su otrora fornido cuerpo se empeñaba justo en lo contrario al acusar cada vez más las crueles dentelladas de la edad.

Hacía mucho que Halcón Reumático había dejado de ser joven cuando de forma casi inesperada surgió ante él la oportunidad largamente deseada. Al fin podría satisfacer su sed de la sangre de Sabandija Rastrera y, aunque su vigor estaba ya muy mermado, suponía con razón que su rival, bastante mayor que él, se encontraría todavía peor, por lo cual la balanza seguiría estando a su favor.

No lo dudó un instante y, pertrechado con sus mejores atavíos y armas y decorado el rostro con las rituales pinturas de guerra, partió veloz en busca de su destino. Galopó sin descanso durante días y noches agotando a varios caballos y finalmente alcanzó, ya a pie, el lugar donde su antigua tribu acampaba. Refugiado en la tenebrosa oscuridad de una noche sin luna esquivó sigiloso a los adormecidos centinelas, alcanzando sin contratiempos el tipi donde reposaba su mortal enemigo.

Alzando el lienzo de entrada penetró en el oscuro recinto y, al tiempo que barría las tinieblas con una linterna que hasta entonces había mantenido oculta, esgrimió un afilado puñal con la mano diestra al tiempo que exclamaba con todas sus fuerzas:

-¡Sabandija Rastrera, tu hora al fin ha llegado! Vengo a arrancarte primero la cabellera y después tu negro y podrido corazón.

El aludido se incorporó somnoliento del lecho de pieles donde yacía y, deslumbrado por el resplandor, le miró perplejo con ojos vacuos.

Halcón Reumático se quedó repentinamente parado, con el puñal en alto, perplejo ante una dificultad que en modo alguno había previsto la cual frustraba por completo sus planes de venganza tan largamente elaborados.

Porque, además de anciano, su inerme enemigo estaba completamente calvo.


Publicado el 25-11-2022