El concurso definitivo



El relamido presentador, todo maquillaje y lentejuelas, avanzó por el recargado escenario bajo los acordes de una estruendosa fanfarria y los destellos multicolores que semejaban querer taladrar ese homenaje triunfal a la estética kitsch que constituía una de las principales señas de identidad de la cadena junto a su completa falta de escrúpulos a la hora de inundar la parrilla de telebasura.

-¡¡Hoooola, hoooola, hoooola!! -exclamó, arrastrando exageradamente las oes, una vez que estuvo situado en el centro del recinto-. Aquí estamos, una vez más, con una nueva entrega de vuestro programa favorito: ¡ESTÁS PARA COMERTE! -aulló en una lograda imitación del grito lobuno-. ¡EL PROGRAMA DE CITA A CIEGAS MÁS, MÁS, MÁS Y MÁS DIVERTIDO DE LA TELEVISIÓN, POR MÁS QUE LE FASTIDIE A LA COMPETENCIA!

Evidentemente esta afirmación podía ser cuestionada; pero cierta o no, una estruendosa salva de aplausos enlatados fingió avalar tan descarado triunfalismo. Aunque no se podía decir que el espectador medio del programa fuera especialmente crítico, y ni tan siquiera exigente, lo cierto era que los índices de audiencia avalaban, semana tras semana, la fanfarronada.

-Y ahora, mis queridos amigos -prosiguió el verborreico presentador-, demos la bienvenida a nuestros dos nuevos concursantes: ¡JESSICA Y KEVIN!

Nueva fanfarria, nueva pirotecnia luminosa y nueva salva de aplausos mientras los aludidos entraban, uno por cada lado, hasta confluir con el maestro de ceremonias.

Él, con cierto aire antropoide, lucía unos brazos profusamente tatuados, un corte de pelo a lo mohicano, una argolla en el tabique nasal y dos dilatadores de orejas en los que hubiera cabido holgadamente una bobina de hilo. Nada se podía añadir del resto de su anatomía, puesto que ésta aparecía cubierta por una camiseta de manga corta rotulada con el nombre de un grupo cañero, unos vaqueros raídos con la entrepierna caída y unas gruesas botas de diseño militar.

Ella, de porte rubensiano, calzaba una blusa y unas mallas, de colores chillones y varias tallas menos, que remarcaban sin inhibiciones las rotundas curvas de su generosa anatomía. El pelo, teñido de verde y peinado a lo afro, y una abundante guarnición de tornillería capaz de hacer saltar la alarma de un arco detector de metales, completaban su atavío.

-¡Bienvenidos a Estás para comerte! -saludó el anfitrión-. Kevin, Jessica, vamos a empezar preguntándoos un poco acerca de vuestra vida.

-Yo... -comenzó ella-. Tengo veintisiete años y actualmente estoy sin trabajo, aunque me gustan mucho los niños y tratar con la gente.

-Yo tengo treinta y uno -añadió él-, trabajo por mi cuenta y me gustan el fútbol, el heavy metal y tomar unas birras con los amigos.

-Estupendo, estupendo... -zanjó el presentador retomando la iniciativa-. Estoy seguro de que los dos sois buenos chicos y que probablemente haréis buenas migas, que es por lo que habéis venido aquí. Y ahora, os dejo solos para que podáis conoceros mejor.

Dicho lo cual hizo mutis mientras un espectacular cambio de tramoya convertía el decorado en una imitación razonablemente conseguida del apartado de un restaurante. Ambos tomaron asiento en la única mesa e inmediatamente después unos falsos camareros de ambos sexos les sirvieron unas copas.

Una vez solos en el escenario, los dos concursantes iniciaron un diálogo que pretendía ser el remedo de un cortejo, ignorando o fingiendo ignorar que millones de espectadores seguían con avidez sus palabras y sus gestos.

En realidad poco había de interesante en su manida conversación, pero éste era tan sólo el preámbulo. La situación se fue calentando poco a poco y, algunos minutos después, los dos concursantes pasaban del lenguaje oral, para el que ninguno de los dos estaba especialmente dotado, al gestual... en el sentido más literal de la palabra. Primero fueron las manos, luego otras partes del cuerpo y, finalmente, las bocas quedaron ferozmente entrelazadas.

El programa se acercaba al clímax. Mientras ambos prolongaban, para deleite de los espectadores, el tórrido beso, sus manos derechas asieron a tientas los dos cuchillos llamativamente afilados que se encontraban sobre la mesa. El desenlace fue rápido, con un intento mutuo de apuñalamiento en el que él fue más hábil, o estuvo más afortunado, al acertar en el corazón de su compañera, que se desplomó como un saco sin haber logrado más que asestarle un tajo poco profundo en el hombro.

Una nueva fanfarria saludó el dramático final del acto al tiempo que el presentador hacía acto de presencia de nuevo, en esta ocasión acompañado por unos figurantes ataviados con batas blancas que procedieron a atender a los dos concursantes, parte de ellos restañándole a él la herida mientras el resto se arremolinaba en torno al cuerpo inerte de ella, que finalmente fue llevada fuera de escena en una camilla.

-Bien, bien, bien... -intervino el maestro de ceremonias-. Ya conocemos el resultado del duelo; Kevin fue más certero y la pobre Jessica, tal como me acaban de confirmar, ha pasado a mejor vida, aunque no por ello concluye aquí su intervención en el programa. Kevin, cuéntanos, ¿te ha resultado difícil?

-Bueno -balbuceó éste haciendo denodados esfuerzos por articular un discurso mínimamente coherente-, así es el juego, unas veces se gana, otras se pierde... y yo he tenido la suerte de ganar.

-Pero tu puñalada ha sido certera, justo en mitad del corazón... eso no puede deberse tan sólo a la casualidad.

-Bueno, yo... a mí siempre me ha ido el rollo militar, pero no conseguí entrar en el ejército; éramos muchos, y había pocas plazas. Así pues, me junté con unos amiguetes y nos apuntamos a unos cursos de supervivencia. Fue divertido.

-Divertido y práctico, por lo que veo... lástima que Jessica no nos pueda dar su opinión. Sin duda habría alabado tu destreza.

-Yo también lo siento, parecía una buena chica... pero las cosas son así.

-¡Claro que son así! -remachó el engolado presentador-. En la vida, como en el deporte, sólo puede haber un ganador, y Estás para comerte es real como la vida misma, aquí no nos andamos con falsos fingimientos y mostramos las cosas tal como son, guste o no guste a algunos. Y ahora, tras unos minutos de publicidad, pasaremos a la segunda parte del programa. ¡No se vayan, porque todavía nos queda por ver lo mejor! Kevin, magnífico luchador tal como nos acaba de demostrar, tendrá que hacer valer sus dotes de cocinero ante nuestro exigente jurado preparándonos un suculento menú en el que Jessica tendrá un protagonismo estelar. Porque Estás para comerte, a diferencia de otros dating show, no es sólo un programa de cita a ciegas, es también un afamado concurso de alta cocina en el que los ganadores de la primera fase deberán volver a competir con sus víctimas demostrando sus habilidades culinarias... y no les resultará fácil, puesto que pueden acabar siendo derrotados por éstas ¡INCLUSO DESPUÉS DE MUERTAS! Estás para comerte, el concurso de-fi-ni-ti-vo, sólo en Telecero, la única cadena que ofrece a sus telespectadores todo lo que éstos desean ver sin cortapisas hipócritas de ningún tipo. ¡Telecero, tu cadena cómplice!

Diecisiete minutos y medio después, una vez terminado el corte publicitario, las cámaras volvieron a enfocar el escenario de Estás para comerte, ahora transformado en el remedo de una cocina, con el concursante superviviente ataviado de cocinero y su víctima, despojada de sus ropas y abierta en canal, yacente sobre una mesa de inmaculado mármol.

-Bien, Kevin, ya estamos de vuelta -introdujo el estomagante presentador-, y ahora deberás mostrarnos tus habilidades ante los fogones. ¿Qué nos vas a preparar?

-Bueno, yo... empezaré con una sopa de menudillos aderezada con hortalizas frescas, especias aromáticas como el hinojo y el cilantro y una reducción de vino de oporto que le da un ligero toque a madera que a mí personalmente me gusta mucho.

-Vaya, eso suena bien... ¿y de plato principal?

-Bueno, había pensado en un solomillo con salsa de cabrales, picado de chirivías y guarnición de ciruelas pasas, orejones y patatas moradas, pero acabo de comprobar -señaló al cadáver- que la pieza no es demasiado buena. Así que he optado por un secreto al horno aromatizado con ajos negros y aceto balsámico, con guarnición de tartar de patatas panaderas y queso Arzúa-Ulloa salpicado con una reducción de sirope de arce.

-Eso también tiene buena pinta -alabó su interlocutor-. ¿Y el postre?

-Bueno, dada la calidad de la materia prima -volvió a señalar a la inerte Jessica-, voy a preparar unos mantecados con aguardiente de anís, ralladura de limón y cobertura crujiente de almendra caramelizada salpicada con huevo hilado.

-Ciertamente envidio al jurado, que tendrá ocasión de degustar estas exquisiteces -respondió el presentador fingiendo pesar-. Además de todo esto, ¿nos guardas alguna otra sorpresa?

-Bueno, sí... también voy a preparar como aperitivo unas mollejas a la zamorana con vino blanco, pimentón, ajo, guindillas, cebolla, orégano, perejil y laurel junto con mi toque personal, una pizca de salsa de soja.

-Lo dicho, para chuparse los dedos... pues adelante, Kevin, te dejo en tus dominios.

Tras lo cual llegó otro corte publicitario.


Publicado el 31-3-2017