Letra para todos
El director de la Academia LGTBIQA+ se encontraba profundamente concentrado en la resolución un intrincado crucigrama cuando una inoportuna llamada de su secretaria le arrancó de su tarea.
-Disculpe que le interrumpa, pero aquí tengo a une persone que desea hablar con usted.
-Dígale que estoy ocupado -respondió molesto-. Ahora no puedo...
Pero de poco sirvió su negativa, puesto que el visitante apareció de repente frente a él sin que aparentemente hubiera franqueado la cerrada puerta.
-Lamento importunarle -saludó a modo de presentación-, pero su secretaria no se mostraba demasiado cooperadora y yo necesitaba verle.
El director abandonó el crucigrama y el bolígrafo -por desgracia era demasiado tarde para ocultarlos- y barrió con la mirada al intruso. Éste era un personaje de aspecto andrógino y bellas facciones, con una larga y sedosa cabellera de profundo color rubio. Iba ataviado con una blanca túnica.
-¿Qué desea usted? -preguntó desabrido-. Por cierto, otra vez que venga le agradecería que no se saltara el protocolo.
-Disculpe... -murmuró el interpelado-. Pero resultaba importante hablar con usted -y al tiempo que se sentaba sin pedir permiso, continuó-. Me llamo Amaniel, y vengo en representación de los ángeles.
-¿Ángeles? -gruñó su interlocutor-. Pues no le veo las alas.
-¡Es que no las tenemos! -respondió jocoso éste-. La imagen que tienen ustedes los mortales de nosotros no es cierta, procede de la interpretación libre, y ciertamente poco afortunada, de antiguos artistas que, conocedores de nuestra capacidad de volar, nos atribuyeron unas alas indudablemente estéticas, pero en modo alguno útiles. Lo que hacemos en realidad es levitar gracias a nuestro órgano antigravitatorio interno, y también tenemos capacidad para teletransportarnos tal como ha podido comprobar.
Mientras tanto, y para demostrar su afirmación, se había ido levantando lentamente de su asiento hasta situarse flotando a un metro o metro y medio de altura.
-¿Lo ve? Así es mucho más sencillo que con el engorro de las dichosas alas, aunque a veces no hemos tenido más remedio que adosarnos unas falsas para aparecernos a los mortales ignorantes sin que sufrieran una decepción al comprobar que no éramos como ellos imaginaban.
-Está bien -gruñó el ocupante del despacho-. Le creo, pero por favor vuelva a su asiento ya que me está poniendo nervioso. ¿Qué es lo que desea? Y le ruego que sea rápido.
-¡Oh, es sencillo! -explicó Amaniel en tono jovial-. Simplemente, sabedores de que ustedes están realizando una labor de catalogación y normalización de todas las minorías sexuales, queremos transmitirles nuestro deseo de ser incluidos en ella como una categoría diferenciada y propia.
-¿Cómo dice?
-Que deseamos figurar en la lista oficial junto con las lesbianas, los gays, los trans, los bisexuales, los intersexuales, los queers, los asexuales y no sé si me dejo fuera algún colectivo más.
-Sí, están también los pansexuales, los no binarios, los fluidos, los antrosexuales... -confirmó de forma automática-; pero todavía no se les ha asignado una letra, por lo que todos ellos están incluidos en el genérico signo +.
Y dándose cuenta de que había hablado más de la cuenta, inquirió en tono desconfiado:
-¿Por qué desean ustedes que les incluyamos en la lista?
-Bueno, está claro -Amaniel exhibió una encantadora sonrisa-; llevamos milenios hartos de que la gente se burle de nosotros -y viendo la expresión de incredulidad esbozada en el rostro de su interlocutor, añadió-. Ya sabe, todo eso del sexo de los ángeles, cuando es de sobra conocido que nosotros carecemos de él.
-Yo no veo el problema; estarían integrados en el colectivo asexual.
-No -rebatió el ángel-. Los asexuales humanos lo son por propia elección y están en su pleno derecho a sentirse así, por supuesto, pero con independencia de su sentimiento y de su morfología, a nivel de ADN presentan algún vestigio de sexo genético. Nosotros, por el contrario, no somos fruto de un intercambio de gametos y por lo tanto carecemos de diferenciación cromosómica, somos asexuados absolutos. Además tampoco somos humanos y ni tan siquiera mortales, por lo cual estimamos que merecemos constituir una categoría aparte.
-Está bien, en principio no veo inconveniente a que sean incluidos; el problema es que la letra A, que supongo es con la que ustedes desearían identificarse, ya está ocupada. Podríamos repetirla, de hecho hay quienes desdoblan la T en transgénero, transexual y travesti, pero resulta un sistema complicado y existe una tendencia a la economía gráfica.
-Por eso no tiene que preocuparse, la palabra ángel no empieza por A en muchos idiomas, y no digamos ya en aquéllos que no utilizan el alfabeto latino. De eso ya nos encargaremos nosotros, de hecho hemos constituido un comité de estudio que elegirá la letra y el término idóneos; pero como las discusiones se alargaban, decidimos ir adelantando los trámites con la presentación de la solicitud... que es lo que estoy haciendo ahora.
-Pues nada, quedaré a la espera de su decisión. Y ahora, si me disculpa... tengo bastante trabajo -le despidió, echando una mirada de reojo al abandonado crucigrama.
-Le agradezco mucho su atención y su sensibilidad hacia nuestra causa, señor... -Amaniel se interrumpió al caer en la cuenta de que el otro no se había presentado- director. Nos volveremos a ver cuando el comité haya decidido la propuesta.
Dicho lo cual se desmaterializó dejando como único vestigio de su visita un tenue y agradable perfume que poco a poco fue desvaneciéndose.
Suspirando por su interrumpido crucigrama y recordando la cínica frase de Napoleón de que no existe mejor manera de demorar eternamente algo que nombrando una comisión, el director decidió retomar su tarea aunque antes, por precaución, volvió a llamar a la secretaria para darle instrucciones estrictas de que no estaba absolutamente para nadie... aunque, como bien había comprobado, de poco le serviría frente a quienes dominaban el arte de la teleportación.
Por desgracia para él, la respuesta de su subordinada no resultó precisamente halagüeña.
-De acuerdo, señor, pero aquí tengo esperando desde hace un rato a un representante de los íncubos y a otro de los súcubos -en su azoramiento había olvidado utilizar el preceptivo lenguaje no binario-, y acaban de llegar un hada y un nativo del planeta Xprjin que afirma reproducirse por esporas. ¡Espere! Ahora entra otro extraterrestre, a ver si consigo descifrar lo que pone en la tarjeta que me ha entregado... su nombre y el de su planeta son impronunciables, pero debajo de ellos viene algo así como ameboide y sexo por escisión. Ya les he dicho a todos que hoy no podría recibirles, pero no me han hecho caso. El xprjiniano está revoloteando por todo el despacho y suelta un polvo, deben ser sus esporas, que huele fatal; el íncubo y el súcubo se han puesto a discutir acerca de cual de sus letras debe ir antes que la otra, al ameboide le ha dado por escindirse pringándolo todo, y el hada está haciendo gestos muy raros al tiempo que acaricia su varita mágica. ¿Qué hago, llamo a Seguridad?
Respondiéndole que hiciera lo que creyera más conveniente, el atribulado director hizo ademán de mesarse instintivamente los cabellos, sin recordar que la alopecia le había ganado la batalla hacía ya mucho tiempo. Y de concentrarse en el crucigrama más le valía olvidarse; sólo los gritos cada vez más fuertes que se oían al otro lado de la puerta, y el nauseabundo pestazo que se colaba por debajo de ella, resultaban suficientemente disuasorios. Al fin, y en vista de que la secretaria no conseguía hacerse con el control de la situación, llamó él mismo a Seguridad sugiriéndoles que trajeran cuantos refuerzos pudieran, puesto que mucho temía que resultaría difícil convencer a los frustrados visitantes para que se marcharan de forma pacífica.
-¡Y el alfabeto tan sólo tiene veintisiete letras incluyendo la eñe! -gimió desesperado-. ¡Tendremos que pedírselas prestadas a otros!
Decididamente, no era su mejor día.
Publicado el 16-7-2023